OPINIÓN EXPERTA
La investigación sobre nutrición en los medios de comunicación
15 agosto 2012
The Harvard School of Public Health, Boston, EE. UU.
23 septiembre 2016
By Julia Bird
Antes incluso de que descubriéramos la vitamina C, ya sabíamos que había algo en las frutas frescas y las verduras que nos mantenía sanos. Varios textos sobre medicina que datan del antiguo Egipto describen un tratamiento con vegetales frescos para curar los síntomas de la enfermedad provocada por la carencia de vitamina C: el escorbuto [1]. El escorbuto constituyó una plaga a lo largo de la historia. Durante miles de años, fue una enfermedad endémica que aparecía en el norte de Europa en los meses de invierno y principios de la primavera, y entre la población que se veía obligada a llevar una alimentación carente de frutas y verduras, como los soldados, los navegantes, los prisioneros y en las ciudades sitiadas [2]. Los síntomas aparecen descritos en textos sobre medicina que datan de hace miles de años. Los signos de deficiencia comienzan a manifestarse después de varias semanas de llevar una dieta carencial, e incluyen malestar general, dolores musculares y óseos, cambios en la apariencia de la piel, aparición fácil de hematomas, lenta curación de las heridas y sangrado de encías [3]. Con el tiempo, el escorbuto resulta mortal. La enfermedad cambió la historia, puso fin a expediciones navales y militares y fue la causa de que fracasaran varios intentos de colonizar en Nuevo Mundo [1, 4].
Hoy en día sabemos cuáles son las causas del escorbuto y cómo prevenir y tratar la enfermedad. El consumo de cantidades suficientes de vitamina C previene la deficiencia. Para tratar el escorbuto, hay que administrar por vía oral altas dosis de vitamina C durante varias semanas hasta que los síntomas desaparezcan [5] y corregir la causa de la carencia de vitamina C. A pesar de todo, el escorbuto todavía sigue apareciendo con regularidad en informes de casos de la literatura médica, provocado normalmente por problemas para masticar la comida, modas alimenticias que conducen a dietas pobres en vitamina C, algunas enfermedades gastrointestinales que reducen la absorción de vitamina C y el abuso del alcohol [6]. Los informes más sorprendentes son los que apuntan a una deficiencia bastante generalizada de vitamina C. La prevalencia de déficit de vitamina C en Estados Unidos es del 7%, si bien se observan tasas más altas en hombres adultos, fumadores y personas con un bajo nivel socioeconómico [7]. Por ejemplo, 1 de cada 5 hombres fumadores es probable que sufra una carencia de vitamina C [7]. Un patrón similar se da en el Reino Unido, donde aproximadamente el 25% de los hombres y el 16% de las mujeres de los estratos sociales menos privilegiados materialmente tiene un déficit de vitamina C [8].
Pese a ser sabido que la deficiencia de vitamina C está muy extendida, las dosis recomendadas varían hasta más del doble dependiendo del país que emita la recomendación. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) recomienda una ingesta de 110 mg diarios de vitamina C para los hombres adultos y unas cantidades algo más bajas para las mujeres debido a su menor tamaño corporal. Pero si se consultan las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las dosis recomendadas son inferiores a la mitad, con 45 mg al día para los adultos en general, independientemente del sexo. Las diferencias radican en el modo en el que se ha realizado el cálculo de estas recomendaciones. El método utilizado por la OMS se basa en la cantidad necesaria para que las reservas corporales estén cubiertas a medio camino entre la deficiencia y la saturación (900 mg), suponiendo que el cuerpo necesita 26 mg al día y que se absorbe el 85% de la cantidad ingerida [9]. Por otro lado, la EFSA parte del supuesto de que el cuerpo necesita 50 mg diarios, solo se absorbe el 80% de la cantidad ingerida y aproximadamente el 25% de la misma se excreta por la orina. A esto se añade un cierto margen para garantizar que la mayoría de la población cubra los requerimientos hasta llegar a la recomendación de 110 mg al día.
La OMS y el Instituto de Medicina de EE. UU. (IOM por sus siglas en inglés) proporcionan información sobre las cantidades que pueden dar lugar a efectos adversos. De acuerdo con la OMS, el consumo de más de 1000 mg al día podría causar molestias gastrointestinales, ya que la vitamina C que no se absorbe puede irritar la mucosa intestinal. Asimismo, si se consumen más de 1000 mg al día durante un periodo prolongado de tiempo, puede aumentar la formación de cálculos renales [9]. El IOM ha establecido un límite máximo tolerable de 2000 mg diarios por problemas intestinales [3].
Los informes de ambas organizaciones aluden a la dosis con la que se logra la saturación de los tejidos: 200 mg al día. Este dato se basa en un estudio de depleción-repleción de vitamina C llevado a cabo para ayudar a establecer las cantidades diarias recomendadas [10]. Los investigadores descubrieron que la relación entre las concentraciones de vitamina C en el cuerpo y la cantidad ingerida es una curva en forma de S. Cuando las dosis son bajas, el cuerpo intenta mantener un nivel mínimo de vitamina C en el cuerpo. Al aumentar la ingesta, se producen cambios importantes de las concentraciones en los tejidos. Con ingestas de unos 60 mg al día, la curva comienza a nivelarse, lo que significa que solo hay un pequeño aumento de las concentraciones en plasma cuando la dosis supera esta cantidad. Los autores recomiendan el consumo de 200 mg por considerar que es la ingesta mínima para un aporte adecuado y suficiente. Por encima de los 400 mg no se produce ningún aumento de las concentraciones en los tejidos. Los autores del artículo recomiendan claramente una dosis diaria de 200 mg para los hombres jóvenes sanos. En otro estudio de depleción de vitamina C llevado a cabo con mujeres jóvenes sanas, se constató un patrón parecido, aunque en este caso se consideró que una dosis de 90 mg era suficiente para las mujeres [11].
Otros dos estudios similares se repitieron con grupos de hombres mayores más numerosos y variados. El primero de ellos fue una repetición de un estudio de depleción-repleción y demostró que la respuesta a dosis diaria de 120 mg de vitamina C variaba considerablemente de un individuo a otro [12]. Alrededor de la mitad de los participantes no alcanzaron las concentraciones plasmáticas de vitamina C que se consideran suficientes (>50 µmol/L) tras administrarles 120 mg diarios durante un mes. El peso corporal se asoció como causa principal del aumento de las concentraciones de vitamina C en plasma tras la suplementación; es decir, que los sujetos de mayor peso no presentaban un aumento tan fuerte de las concentraciones de vitamina C. El segundo estudio, un análisis retrospectivo de los estudios realizados por un grupo de investigación, comprobó que el consumo de 50 mg diarios añadidos a una ingesta media de 25 mg al día no normalizó los niveles de vitamina C en el 15% de los sujetos que comenzaron el estudio con una deficiencia leve, pero sí se normalizaron con 200 mg al día (en forma de suplemento o de dos kiwis) [13].
Los resultados de estos estudios de depleción meticulosamente controlados indican que las cantidades recomendadas actualmente (de 45 a 110 mg al día) no son suficientes para que la mayoría de las personas alcancen unas concentraciones plasmáticas óptimas de vitamina C. Las bajas cantidades recomendadas en Australia y Nueva Zelanda, así como por la OMS, exponen a una parte importante de la población al riesgo de deficiencia. Aun cuando no se manifieste el escorbuto, los síntomas inespecíficos de deficiencia leve como la fatiga o un estado de ánimo depresivo afectan la calidad de vida [13]. Esta discrepancia entre las dosis y las concentraciones en plasma se debe a los cálculos empleados para estimar un equilibrio de vitamina C, los cuales probablemente no sean suficientes para reflejar todas las diferentes respuestas a la ingesta de vitamina C que se han observado en la población. La necesidad de vitamina C se ve afectada por varios factores entre los que se incluyen la genética, la salud gastrointestinal, el peso corporal y el estrés oxidativo (como ya se ha confirmado con el consumo de tabaco) [13]. El envejecimiento de la población y los problemas dentales, además de la epidemia de obesidad, aumentan aún más los requerimientos de vitamina C en general. Consumir cinco raciones de frutas y verduras al día es suficiente para satisfacer la cantidad recomendada de hasta 200 mg diarios. Asimismo, existen suplementos de vitamina C disponibles a un precio asequible para las personas que no quieran o no puedan cumplir con las recomendaciones.
Las recomendaciones de ingesta de nutrientes son una guía para los profesionales de la salud pública, los dietistas y los productores de alimentos, y afectan el comportamiento de los individuos. Sería aconsejable revisar las recomendaciones actuales a fin de garantizar que son suficientes para reducir la prevalencia de deficiencia leve y manifiesta de vitamina C.
Tabla: Cantidades recomendadas de vitamina C
1. Magiorkinis, E., A. Beloukas, and A. Diamantis, Scurvy: Past, present and future. European Journal of Internal Medicine, 2011. 22(2): p. 147-152.
2. Tweedie, A., A System of Practical Medicine Comprised in a Series of Original Dissertations. Vol. 3. 1842, Philadelphia: Lea and Blanchard.
3. Institute of Medicine, in Dietary Reference Intakes for Vitamin C, Vitamin E, Selenium, and Carotenoids. 2000: Washington (DC).
4. Tiesler, V., et al., Scurvy-related Morbidity and Death among Christopher Columbus' Crew at La Isabela, the First European Town in the New World (1494–1498): An Assessment of the Skeletal and Historical Information. International Journal of Osteoarchaeology, 2016. 26(2): p. 191-202.
5. Levavasseur, M., et al., Severe scurvy: an underestimated disease. Eur J Clin Nutr, 2015. 69(9): p. 1076-7.
6. Olmedo, J.M., et al., Scurvy: a disease almost forgotten. Int J Dermatol, 2006. 45(8): p. 909-13.
7. Schleicher, R.L., et al., Serum vitamin C and the prevalence of vitamin C deficiency in the United States: 2003-2004 National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES). Am J Clin Nutr, 2009. 90(5): p. 1252-63.
8. Ben-Zvi, G.T. and M.J. Tidman, Be vigilant for scurvy in high-risk groups. Practitioner, 2012. 256(1755): p. 23-5, 3.
9. World Health Organization, ed. Vitamin and mineral requirements in human nutrition. 2nd ed. 2004.
10. Levine, M., et al., Vitamin C pharmacokinetics in healthy volunteers: evidence for a recommended dietary allowance. Proc Natl Acad Sci U S A, 1996. 93(8): p. 3704-9.
11. Levine, M., et al., A new recommended dietary allowance of vitamin C for healthy young women. Proc Natl Acad Sci U S A, 2001. 98(17): p. 9842-6.
12. Block, G., et al., Body weight and prior depletion affect plasma ascorbate levels attained on identical vitamin C intake: a controlled-diet study. J Am Coll Nutr, 1999. 18(6): p. 628-37.
13. Carr, A.C., et al., Marginal Ascorbate Status (Hypovitaminosis C) Results in an Attenuated Response to Vitamin C Supplementation. Nutrients, 2016. 8(6).
14. Australian Government, Department of Health and Ageing, and National Health and Medical Research Council, NUTRIENT REFERENCE VALUES FOR AUSTRALIA AND NEW ZEALAND, INCLUDING RECOMMENDED DIETARY INTAKES. 2005.
15. European Food Safety Authority, Scientific Opinion on Dietary Reference Values for vitamin C. EFSA Journal, 2013. 11(11): p. 3418.
16. Deutsche Gesellschaft für Ernährung. Vitamin C. 2016; Available from: https://www.dge.de/wissenschaft/referenzwerte/vitamin-c/.
17. Nordic Council of Ministers. Nordic Nutrition Recommendations 2012 Available from: http://www.crossref.org/iPage?doi=10.6027%2FNord2014-002.
15 agosto 2012
The Harvard School of Public Health, Boston, EE. UU.
3 junio 2011
Según un nuevo estudio, las mujeres que toman vitaminas antes de quedarse embarazadas o durante el primer mes de embarazo, podrían tener la mitad de probabilidades de tener un hijo con autismo frente a aquéllas que no las toman.
1 septiembre 2014
«De los 600 carotenoides que se han identificado en la naturaleza, tan solo alrededor de 25 están presentes en el suero y en los tejidos humanos, y únicamente la luteína y su isó- mero, la zeaxantina, se acumulan preferentemente en la zona de la retina para formar el pigmento macular.