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sinergias-entre-micronutrientes-y-medicamentos

Publicado

1 junio 2012

La demanda y el consumo de medicamentos no dejan de aumentar en todo el mundo. Tenien-do en cuenta los numerosos tratamientos farmacológicos que se llevan a cabo utilizando un creciente núme-ro de medicamentos, las interacciones entre estos y las sustancias bioactivas son de crucial importancia. Hasta ahora, se ha dedicado muy poca atención a las interacciones entre los fármacos y los micronutrientes en la práctica médica y farmacéutica. Sin embargo, los fármacos producen numerosos efectos no deseados debido a trastornos producidos por los niveles de micronutrientes. Además, la biodisponibilidad y el efecto de un fármaco pueden potenciarse o reducirse si se toma con alimentos. En algunos casos se pueden pro-ducir efectos sinérgicos cuando los fármacos y los micronutrientes interaccionan: algunos micronutrientes complementan las terapias medicamentosas, pudiendo así contribuir a su efectividad y disminuir los posibles efectos secundarios.

La posibilidad de que el éxito de una terapia medicamentosa aumente a través de la administración concomitante de determinados micronutrientes está ganando peso en el mundo de la investigación. En el mejor de los casos, los micronutrientes podrían incluso contribuir a reducir la dosis de algunos fármacos y mejorar el cumplimiento con el tratamiento por parte del paciente si se pudieran reducir posibles efectos no deseados. Sin embargo, el consumo de medicamentos sigue siendo esencial para los tratamientos, la administración simultánea del micronutri-ente pertinente solo puede considerarse una práctica recomendada para reforzar el tratamiento farmacológico adecuado, nunca se utilizará como sustituto opcional al medicamento. El potencial sinérgico de un micronutriente puede depender de su dosis y del fármaco del que se trate, así como de la duración del consumo y el estado nutricional del paciente. Algunos medica-mentos mejoran directamente la respuesta ante un fármaco, mientras que otros actúan de forma paralela o contrarrestan los efectos adversos de los fármacos. En todos estos casos, la suplementación específica con vitaminas, minerales, oligoelementos, ácidos grasos esenciales u otros micronutrientes puede ser útil
(1, 2).

Vitaminas liposolubles

En el caso de la vitamina D, se ha descrito una serie de fármacos cuya efectividad se ve potenciada por ésta. Por ejemplo, las estatinas, que se utilizan como inhibidores de la síntesis enzimática de colesterol para reducir los niveles de éste. Los niveles altos de colesterol en sangre son un importante factor de riesgo de enfermedad vascular aterosclerótica y por lo tanto deenfermedad cardiovascular, infarto y apoplejía con riesgo de muerte. Los estudios han mostrado que una concentración en sangre de 25(OH) vitamina D3 por encima de los 30 ng/ml puede aumentar y ampliar los efectos cardioprotectores de los inhibidores de la HMG-CoA reductasa o estatinas (3, 4). También han mostrado que los efectos secundarios de las estatinas pueden reducirse mediante el suministro concomitante de vitamina D (5, 6). Por otro lado, la vitamina D parece poder prevenir accidentes cardiovasculares como la muerte súbita cardíaca, el infarto o la apoplejía, puesto que disminuye los niveles elevados de triglicéridos y los de la hormonaparatiroidea. Los altos niveles de esta hormona aumentan la presión arterial y contribuyen a la calcificación de las paredes arteriales y de las válvulas del corazón así como a los trastornos del ritmo cardíaco (7-9).

Además de reducir los niveles de lípidos elevados en sangre, combatir la presión arterial elevada ( hipertensión), que es la causa de alrededor de 7 millones de muertes en todo el mundo, supone un gran reto para la prevención de la enfermedad cardíacaaterosclerótica y la enfermedad vascular aterosclerótica. Uno de los sistemas de regulación de la presión arterial más importantes del cuerpo es el sistema renina-angiotensina-aldosterona, un circuito de regulación de varias hormonas y enzimas, que controla sobre todo los niveles de sal y agua en el cuerpo. La renina, una enzima, activa la angiotensina I, que a su vez es convertida en angiotensina II a través de la enzima convertidora de angiotensina (ECA). La angiotensina II causa el aumento de la presión arterial, lo que provoca el estrechamiento (vasoconstricción) de los vasos sanguíneos y el aumento de la retención de sodio y agua en la sangre. La velocidad de la síntesis de la angiotensina II depende de la renina. La investigación con ratones ha mostrado que la vitamina D3 reduce los niveles de expresión del gen de la renina gracias a su interacción con el receptor de la vitamina D y por lo tanto podría provocar la disminución de la presión arterial a través de la ralentización del sistema renina-angiotensina (10, 11). Puesto que la activación excesiva del sistema renina-angiotensina se considera un importante factor de riesgo de muchas formas de hipertensión, unos mayores niveles de vitamina D podrían ser importantes para la prevención de la presión arterial alta. Unos niveles de entre 32 y 64 ng/ml de 25(OH)D en plasma podrían optimizar la regulación de la presión arterial en casos de hipertensión y por lo tanto permitirían reducir el consumo de fármacos antihipertensivos (aunque la vitamina nunca podría sustituirlos) (12, 13).

Para pacientes con asma bronquial, una enfermedad inflamatoria de las vías respiratorias extendida en todo el mundo, que afecta especialmente a los niños y que a veces está ligada a reacciones alérgicas, se utilizan sobre todo los glucocorticoides como tratamiento. Los glucocorticoides actúan, entre otros, como antiinflamatorios y antialérgicos. Sin embargo, debilitan el sistema inmune y cuando se usan a largo plazo pueden aumentar el riesgo de osteoporosis debido a desequilibrios en los niveles de vitamina D3 y trastornos del metabolismo óseo. El efecto antiinflamatorio de la vitamina D3 parece reducir la presencia en el organismo de sustancias proinflamatorias como la histamina y participar en la regulación de los niveles de determinadas células del sistema inmunológico. Algunos estudios han demostrado que la suplementación con vitamina D3 suministrada al mismo tiempo que el tratamiento antiasmático puede reducir la necesidad de fármacos (14). Además, el riesgo de osteoporosis inducida por corticoides se puede disminuir a través del consumo de vitamina D3 y el índice de respuesta a los fármacos puede aumentar (15).

Por otro lado, se ha relacionado el aumento del consumo de vitamina D3 con una mejora de la eficacia de algunos fármacos: por ejemplo, con la disminución de los efectos secundarios de los bifosfonatos, que se utilizan para el tratamiento de la osteoporosis. Los bifosfonatos que contienen nitrógeno tienen una alta afinidad con la sustancia mineral del hueso y pueden limitar de forma eficaz la degradación de éste producida por los osteoclastos. La vitamina D3 se encarga de la absorción de calcio por parte del hueso, bloquea la producción de la hormona paratiroidea y por lo tanto la resorción ósea mediada por osteoclastos, favorece la fuerza y la función de los músculos y previene así caídas y facturas. Además de esta mejora de la eficacia de los fármacos, unos niveles adecuados de vitamina D en sangre pueden también disminuir la aparición de efectos secundarios, como las fracturas atípicas asociadas con los bifosfonatos o la necrosis maxilar (16-20).

Asimismo, la suplementación con vitamina K puede contribuir a la eficacia de los bifosfonatos, puesto que contribuye a la mineralización de los huesos con calcio y evita la degradación ósea (21, 22).

La capacidad de la vitamina D de fortalecer el sistema inmune parece también ser beneficiosa para el tratamiento contra la tuberculosis. La tuberculosis (TB) es una enfermedad infecciosa causada por distintos tipos de micobacterias y que en humanos afecta sobre todo a los pulmones. La rapidez con la que estas bacterias desarrollan resistencia a los medicamentos dificulta la curación de la enfermedad. La OMS informó de que en 2008 se dieron 9,27 millones de casos de tuberculosis en todo el mundo (de los cuales cerca de 1,8 millones resultaron mortales), incluyendo los países desarrollados, en los que se da cada vez con más frecuencia, sobre todo en niños (23). La síntesis inducida por la vitamina D3 de los llamados péptidos es crucial para que se dé la respuesta inmune necesaria para combatir la bacteria de la tuberculosis. La vitamina D aumenta la inmunidad antimicobacteriana y acelera la curación de la tuberculosis a través de la acción sinérgica con los antituberculosos (24, 25).

La artritis reumatoide es una enfermedad inflamatoria que puede afectar a varias articulaciones y destruirlas a largo plazo. Afecta a cerca del 1% de la población general, sobre todo a las mujeres de los países desarrollados. La enfermedad se puede controlar a través de antiinflamatorios y analgésicos como el diclofenaco, el ibuprofeno o la indometacina. El suministro de vitamina E puede contribuir al efecto antiinflamatorio de estas sustancias. La inflamación está relacionada con los procesos oxidativos. La vitamina E parece reducir el estrés oxidativo, que es parte del proceso inflamatorio de las articulaciones, y regular el metabolismo del ácido araquidónico, que es proinflamatorio (26, 27). Gracias a la vitamina E se podría, por lo tanto, reducir las dosis de los fármacos (28). También aumenta la tolerancia gástrica del diclofenaco y puede reducir posibles efectos secundarios como la formación de úlceras gástricas.



Vitaminas hidrosolubles

La OMS estima que en el año 2020 la depresión será la segunda enfermedad más frecuente en los países industrializados tras la enfermedad cardiovascular (29). Los pacientes con depresión típica de evolución por fases (depresión mayor) presentan a menudo niveles bajos de ácido fólico en plasma y responden peor a los antidepresivos que los pacientes con niveles normales de ácido fólico (30). Cuando se dan bajas concentraciones de ácido fólico, la vitamina B6 o la vitamina B12 pueden tener un efecto negativo en el ciclo de metilación de las células, un proceso metabólico esencial para la síntesis de neurotransmisores como la serotonina, cuya escasez puede ser uno de los desencadenantes de la depresión. Un mayor consumo de ácido fólico podría relacionarse con la mejora de la eficacia de los medicamentos en casos de tratamientos con inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) como la fluoxetina (31). Además, el suministro de ácido fólico combinado con vitaminas B6 y B12 mejora la respuesta a los ISRS, mientras que la deficiencia de ácido fólico reduce la eficacia de estos (32, 33).

Sobre la vitamina B3 (niacina) se han descrito efectos positivos en los valores en sangre, de manera que puede aumentar el colesterolHDL en sangre y disminuir los triglicéridos. Así, la vitamina B refuerza y amplía las propiedades hipolipemiantes y cardioprotectoras de las estatinas, que se utilizan para disminuir los niveles del colesterol así como de otras grasas en sangre (34, 35). Por otro lado, las propiedades vasodilatadoras de la niacina se pueden utilizar para potenciar el efecto de los betabloqueantes en el tratamiento de la presión arterial (36).

Los betabloqueantes no se utilizan solo para disminuir la presión arterial sino también como profilaxis de las migrañas. Su efecto puede reforzarse con la administración suplementaria de vitamina B2, que aumenta el metabolismo energético mitocondrial en el cerebro (37, 38).



Minerales y oligoelementos 

El magnesio desempeña un papel decisivo en la producción de energía del cuerpo y se encarga de que los nervios y los músculos realicen su función. Puesto que el magnesio puede influir positivamente en el metabolismo mitocondrial y por lo tanto en el aprovechamiento del oxígeno en las células del cerebro y las neuronas, la vitamina B2 se utiliza como suplemento en la profilaxis de migrañas con betabloqueantes (39).

El trastorno de hiperactividad con déficit de atención (THDA) es uno de los trastornos neurocognitivos más frecuentes en niños en los países industrializados. Los síntomas del THDA (hiperactividad, impulsividad, trastornos de concentración) son muy parecidos a los de la deficiencia de magnesio. Los estudios apuntan a que el magnesio podría desempeñar un papel en el THDA y por lo tanto el déficit de magnesio podría ser una de sus causas. Puesto que se cree que el THDA es consecuencia de un trastorno del metabolismo de losneurotransmisores, se suele usar el metilfenidato, del grupo de las anfetaminas, como tratamiento para los niños. Este psicoestimulante afecta a los neurotransmisores (noradrenalina y dopamina) en las sinapsis de las neuronas e inhibe así la necesidad de movimiento de los niños. El magnesio contribuye a la disponibilidad de los neurotransmisores y por lo tanto puede reforzar el efecto del metilpedinato (40, 41).

También el zinc afecta a la disponibilidad de distintos neurotransmisores. Este armoniza la transmisión de señales en el metabolismo de los neurotransmisores, favorece el metabolismo energético neuronal y puede atenuar los trastornos hipercinéticos que se dan en los pacientes con THDA como la impulsividad y la hiperactividad (42). Por lo tanto, un mayor consumo de zinc podría mejorar la eficacia del metilfenidato y, en casos en que sea posible, reducir así las dosis de fármacos (43).

Las enfermedades inflamatorias crónicas como el asma bronquial, la artritis reumatoide, la enfermedad de Chron, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o la dermatitis atópica requieren un tratamiento a largo plazo con corticosteroides. Debido a sus posibles efectos secundarios (por ejemplo la osteoporosis por esteroides) se intenta que sus dosis sean lo más bajas posibles. Un consumo paralelo de selenio puede reducir la necesidad de corticoides, puesto que este oligoelemento es antiinflamatorio a la vez que inmunomodulador (44, 45). El consumo concomitante de selenio también puede fortalecer la acción de la hormona tiroidea levotiroxina (L-tiroxina), que se utiliza para tratar el hipotiroidismo, y reducir así la dosis si es necesario (46).



Ácidos grasos esenciales

Los ácidos grasos esenciales omega-3 ácido eicosapentaenoico (EPA) y ácido docosahexaenoico (DHA) tienen propiedades antiinflamatorias e inmunomoduladoras que tienen efectos sinérgicos con varios fármacos. Los estudios han mostrado que estos pueden reducir las dosis necesarias para el tratamiento antiasmático (47). Esto se aplica sobre todo a los croticoides, que no solo se utilizan para curar el asma, sino también para la artritis reumatoide así como para otras enfermedades inflamatorias crónicas(48, 49).

El DHA y en especial el EPA pueden además reforzar la efectividad de los antidepresivos, puesto que ambos modulan el metabolismode los neurotransmisores en el sistema central, aumentan la biodisponibilidad de la serotonina, mejoran las propiedades físicas de lasmembranas neuronales y pueden mejorar el estado de ánimo (50-52).

No menos importante es la capacidad del EPA y del DHA, gracias a su función como reguladores del aprovechamiento de la glucosa en las neuronas, de reforzar el efecto de los psicoestimulantes (como el metilfenidato) y reducir sus efectos secundarios en el tratamiento del trastorno hipercinético de la conducta (THDA), (53, 54).

Además, el EPA y el DHA se utilizan también junto con anticoagulantes como la warfarina o el fenprocumón (anticoagulantes del tipo dicumarol). Las propiedades anticoagulantes de los ácidos grasos omega-3 pueden reducir la necesidad de fármacos para proteger los vasos sanguíneos de la trombosis y prevenir los coágulos de sangre (55).

Por otro lado, el EPA y el DHA pueden contribuir a la reducción de los niveles de colesterol en sangre, reforzar el efecto de las estatinas y reducir así el riesgo de infarto (56, 57).



La coenzima Q10

Como sustrato de la cadena respiratoria mitocondrial, la coenzima Q10 puede mejorar el metabolismo energético mitocondrial en el cerebro y así optimizar la efectividad de los betabloqueantes en la profilaxis de la migraña (58).

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