La vitamina D es una vitamina liposoluble esencial para mantener el equilibrio mineral del cuerpo. Su forma más activa en los humanos, la vitamina D3 (colecalciferol), se puede sintetizar en la piel exponiéndose a la radiación ultravioleta B (UVB) de la luz solar (1). Cuando la exposición a la radiación UVB es insuficiente, es esencial para la salud ingerir suficiente vitamina D en la dieta.
Las plantas pueden sintetizar ergosterol, que es convertido por la luz ultravioleta en vitamina D2 (ergocalciferol), la forma menos activa de vitamina D (un 30% menos que la D3) (2).
Tras ser consumida en la dieta o sintetizada en la piel, la forma biológicamente inactiva de la vitamina D entra en circulación y es transportada al hígado, donde se forma la 25-hidroxivitamina D (25(OH)D), la principal forma de vitamina D en circulación y el indicador del estatus de vitamina D.
Una mayor exposición al sol o una mayor ingesta dietética de vitamina D aumenta el nivel de 25(OH)D en la sangre, lo cual hace que la concentración de 25(OH)D en la sangre sea un indicador útil del estatus nutricional de vitamina D.
La 25(OH)D es convertida en los riñones en 1 alfa, 25 dihidroxivitamina D (1,25(OH)2D), la forma más potente de vitamina D. La mayoría de los efectos fisiológicos de la vitamina D en el cuerpo están relacionados con la actividad de 1,25(OH)2D (3). Estos efectos están mediados por el receptor de la vitamina D (VDR por sus siglas en inglés) (4). Se sabe que más de 200 genes de los tejidos de todo el cuerpo son regulados por 1,25(OH)2D (5).