Mientras que algunos tipos de cáncer colorrectal parecen estar causados por factores genéticos, otros parecen estar influidos por factores dietéticos.
Los ensayos controlados en humanos han hallado un descenso moderado del riesgo de cáncer colorrectal con la suplementación de 1.200-2.000 mg/día de calcio (5, 6, 7). Un análisis conjunto de diez estudios prospectivos de cohortes, en el que participaron 534.536 hombres y mujeres, descubrieron que aquellos que consumieron mayores cantidades de calcio (1.087 mg/día por medio de alimentos y suplementación) mostraron un riesgo de cáncer colorrectal un 22% inferior a los que consumieron menos cantidades (732 mg/día) (8).
Sin embargo, la mayoría de los grandes estudios prospectivos han demostrado que un aumento de la ingesta de calcio sólo se asocia débilmente a un menor riesgo de cáncer colorrectal, algo que podría explicarse por la presencia de grupos dentro de la población que responden de forma diferente ante el calcio(9).
Antes de poder sacar conclusiones, es preciso investigar más a fondo si determinados subgrupos de la población tienen necesidades de calcio diferentes en relación con un descenso del riesgo de cáncer colorrectal.
La osteoporosis, un trastorno multifactorial del esqueleto caracterizado por la alteración de la resistencia ósea, se suele diagnosticar en mujeres posmenopáusicas de raza blanca (10). Las estrategias para reducir el riesgo de fracturas osteoporóticas incluyen alcanzar el pico máximo de masa ósea y disminuir la pérdida ósea en etapas posteriores de la vida. Aunque el calcio se suele considerar el mineral más importante para lograr la cantidad máxima de masa ósea y prevenir la osteoporosis, también es necesaria una ingesta adecuada de vitamina D para una absorción óptima del calcio.
Existe evidencia que sugiere que las actividades de alto impacto (p. ej., correr) y el ejercicio de resistencia (pesas), en combinación con una ingesta adecuada de calcio (1.200 mg/día) y vitamina D (600 UI/día) en etapas tempranas de la vida, contribuye a alcanzar un pico máximo de masa ósea (11, 10, 12). El ejercicio de bajo impacto (p. ej., caminar, nadar y montar en bicicleta) tienen efectos beneficiosos en otros aspectos de la salud y las funciones, pero sus efectos sobre la pérdida ósea son mínimos. No obstante, practicar ejercicio en edades posteriores, incluso más allá de los 90 años, aún puede aumentar la resistencia y reducir la probabilidad de caída, otro factor importante de la fractura de cadera (10).
Normalmente se desconoce la causa de la aparición de cálculos renales. No obstante, una cantidad anormalmente elevada de calcio en la orina aumenta el riesgo de desarrollar piedras en el riñón. Se sabe que factores alimentarios como la sal (cloruro de sodio), la proteína y el calcio aumentan el nivel de calcio en la orina (13, 14).
Un ensayo aleatorizado controlado en 36.282 mujeres posmenopáusicas reveló que la combinación de suplementos de calcio (1.000 mg/día) y vitamina D (400 UI/día) se asoció a una reducción significativa del riesgo de cálculos renales (15).
Aunque en el pasado se aconsejaba a los pacientes de cálculos renales restringir la ingesta de calcio, un estudio transversal llevado a cabo en 282 pacientes con piedras de oxalato de calcio mostró que la sal alimentaria era el factor que más estrechamente se relacionaba con la expulsión de calcio en la orina (16); esto llevó a los autores a sugerir que se recomendara consumir menos sal a los pacientes propensos a formar cálculos (17).
En la actualidad, el único cambio alimentario que resulta efectivo para reducir la reaparición de cálculos renales es aumentar la ingesta de líquidos.
Se requieren más ensayos controlados para determinar si los suplementos de calcio afectan a la formación de piedras en el riñón.
La presión sanguínea anormalmente alta (‘hipertensión) inducida por el embarazo sucede después de la semana 20 en el 10% de los embarazos y constituye uno de los principales riesgos para las mujeres embarazadas y los fetos. Además de la hipertensión inducida por el embarazo (HIE), la preeclampsia comprende el desarrollo de hinchazón severa (edema) y proteínas en la orina (‘proteinuria’) (18). A pesar de que aún no se conoce del todo la causa de la HIE, parece que el metabolismo del calcio influye en la misma.
La información recogida por los estudios epidemiológicos sugiere una relación entre una ingesta baja de calcio y un aumento de la incidencia de HIE, pero los resultados de investigaciones experimentales sobre la suplementación de calcio y la HIE no han sido tan claros. Una revisión de estudios aleatorizados controladosreveló que la suplementación de calcio reducía la incidencia de hipertensión en mujeres embarazadas con un alto riesgo de HIE, así como en embarazadas con un bajo nivel de ingesta de calcio en la dieta (19).
No obstante, un gran ensayo clínico llamado Calcio para la Prevención de la Preeclampsia (CPEP por sus siglas en inglés), llevado a cabo en más de 4.500 embarazadas, no halló ningún efecto en la HIE con una ingesta media de 2.300 mg/día de suplementos de calcio (20).
Para la población en general, seguir las actuales recomendaciones para la ingesta de calcio durante el embarazo puede ayudar a prevenir la HIE. Se necesitan más estudios para determinar si las mujeres que padecen un alto riesgo de HIE se beneficiarían de una suplementación con calcio superior a la recomendada.
En un estudio epidemiológico llevado a cabo entre mujeres, aquéllas que tomaban más calcio en la dieta y en forma de suplementos tenían menos probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular en un periodo de 14 años (21).
Se precisa más investigación para confirmar los posibles beneficios.
Los niños expuestos al plomo de forma permanente, incluso en pequeñas cantidades, tienen más probabilidades de desarrollar dificultades de aprendizaje, problemas de comportamiento y un bajo coeficiente intelectual. Los hijos de mujeres expuestas al plomo durante el embarazo pueden presentar un crecimiento y desarrollo neurológico anormales. En adultos, la toxicidad por plomo puede derivar en daños en los riñones y alta presión arterial (22). La ingesta adecuada de calcio podría proteger frente a la toxicidad por plomo, reduciendo la absorción del plomo por el tracto gastrointestinal y previniendo la exposición al plomo acumulado en el esqueleto y movilizado por medio de la pérdida ósea (resorción).
Un estudio sobre los niveles de plomo en la sangre durante el embarazo reveló que las mujeres con una ingesta inadecuada de calcio durante la segunda mitad de la gestación tenían más probabilidades de tener niveles altos de plomo en la sangre, posiblemente por un aumento de la resorción ósea y la liberación del plomo acumulado hacia la sangre (23). Además, se ha asociado una mayor ingesta de calcio con una disminución de los niveles de plomo en la sangre en mujeres posmenopáusicas (24).