ÁCIDOS GRASOS ESENCIALES

Reducción del riesgo de enfermedad

Recién nacidos prematuros

Ácidos grasos omega-6: ácido linoleico

El ácido linoleico omega-6 (LA) es el ácido graso poliinsaturado (PUFA) que más abunda en la dieta. Los resultados de estudios prospectivos de cohortes que analizaron la relación entre el consumo de PUFA y el riesgo de enfermedad coronaria (CHD) han sido inconsistentes (37). Algunos de ellos concluyeron que un consumo elevado de PUFA y LA está asociado a una reducción importante del riesgo de CHD (38, 39, 40) o de mortalidad relacionada con problemas cardiovasculares (41). El mayor estudio prospectivo de cohortes para examinar los efectos del consumo de grasa en la dieta sobre el riesgo de CHD es el Nurses’ Health Study, que hizo un seguimiento de más de 78.000 mujeres a lo largo de 20 años. Dentro de este grupo, las mujeres con un mayor consumo del total de PUFAs (7,4% de la energía) y LA mostraron un 25% menos de riesgo de CHD que aquéllas que consumieron cantidades menores del total de PUFAs (5% de la energía) y LA(39). Aunque no se asoció el consumo de ácidos grasos saturados (AGS) con el riesgo de CHD, una alta proporción de consumo dePUFA con respecto a loa AGS sí se asoció con un menor riesgo de CHD.

En ensayos de alimentación controlada, en los que se sustituyeron AGS por PUFA, se apreció una disminución constante del total de suero sanguíneo y de las concentraciones de colesterol LDL (42). De hecho, se ha demostrado que el LA es el ácido graso más potente para reducir el total de suero sanguíneo y el colesterol LDL cuando se sustituye por AGS en la alimentación (43).

Varios estudios de intervención dietética han comparado los efectos de dietas ricas en AGS (18-19% de la energía) con dietas pobres en AGS (8-9% de la energía) y ricas en PUFA (14-21% de la energía) sobre la enfermedad (‘morbilidad’) y la mortalidad causada por CHD (37). Aunque el LA aportó el mayor incremento de PUFA en la dieta, en estos ensayos también se aumentó el consumo de ALA (44).

Otros estudios de intervención dietética en hombres revelaron que la sustitución de AGS en la dieta por PUFA reducía la morbilidad o mortalidad causada por CHD (45, 46, 47, 48). No obstante, dos estudios similares de intervención dietética en mujeres no resultaron en una reducción significativa de la morbilidad o mortalidad causada por CHD (49, 50).

La American Heart Association llegó a la conclusión de que una ingesta calórica total del 5-10% procedente de los PUFAs omega-6 se asocia a un riesgo menor de padecer CHD (51). Un consumo de LA superior a los niveles recomendados no parece aumentar los niveles de AA en adultos que llevan una dieta occidental(270).

Ácidos grasos omega-3: ácido alfa-linolénico

Varios estudios prospectivos de cohortes han examinado la relación entre el consumo del ácido alfa-linolénico (ALA) en la dieta y el riesgo de enfermedad coronaria (CHD): En un grupo de más de 45.000 hombres norteamericanos sometidos a seguimiento a lo largo de 14 años, cada aumento de 1 g/día en la ingesta de ALA en la dieta se asoció con una reducción del 16% del riesgo de padecer CHD (52). Por otra parte, entre aquellos que apenas comían o no comían mariscos, cada aumento de 1 g/día en la ingesta de ALA en la dieta se asoció con una reducción del 47% del riesgo de padecer CHD.

En un grupo de más de 76.000 mujeres norteamericanas sometidas a seguimiento a lo largo de diez años, aquéllas que consumieron mayores cantidades de ALA (alrededor de 1,4 g/día) mostraron un riesgo de CHD fatal un 45% inferior a las que consumieron menos cantidades (alrededor de 0,7 g/día) (53). En particular, las mujeres que consumieron ALA 5-6 veces a la semana con el aliño de aceite y vinagre para ensaladas mostraron un riesgo de CHD fatal un 54% inferior al de aquellas que apenas lo consumieron.

En un grupo más pequeño de más de 6.000 hombres norteamericanos, aquéllos que consumieron mayores cantidades de ALA mostraron un riesgo de muerte por CHD un 40% inferior a los que consumieron menos cantidades (54).

Por el contrario, dos estudios realizados en Europa no hallaron asociación alguna entre la ingesta de ALA en la dieta y el riesgo de CHD (55, 56). Además, en el Nurses' Health Study, llevado a cabo con 76.763 mujeres sometidas a seguimiento durante 18 años, la ingesta de ALA en la dieta no se asoció con CHD (‘fatal’) oinfarto de miocardio no fatal, pero si se asoció con un menor riesgo de muerte súbita cardiaca (57). Unarevisión sistemática de las evidencias destacó que la ingesta de ALA no reducía la tasa de mortalidad general, muerte súbita cardiaca y posible accidente cerebrovascular (64).

Aunque no tan consistentes como la evidencia que respalda un consumo elevado de ácidos grasos de cadena larga omega-3 a través de los mariscos, los resultados de las mayoría de estudios prospectivos sugieren que la ingesta de grandes cantidades de ALA en la dieta (2-3 g/día) está asociada con una reducción significativa del riesgo de CHD, especialmente en poblaciones con bajos niveles de consumo de pescado (58).

A diferencia del ácido graso omega-6 LA, los efectos protectores del corazón derivados de un mayor consumo de ALA no parecen estar relacionados con cambios en los perfiles lipídicos séricos. Un metaanálisisde 14 ensayos aleatorizados controlados concluyó que la suplementación de ALA no afectaba a los niveles totales de colesterol o LDL (59).

No obstante, varios ensayos clínicos controlados revelaron que el aumento del consumo de ALA disminuía las concentraciones en suero sanguíneo de la llamada ‘proteína C reactiva’ (PCR), un marcador de inflamación fuertemente asociado con el riesgo de episodios cardiovasculares, como el infarto de miocardio y accidentescerebrovasculares (60, 61, 62).

Ácidos grasos de cadena larga omega-3: ácido eicosapentaenoico y ácido docosahexaenoico

Existe cada vez más evidencia de que un mayor consumo de los ácidos grasos de cadena larga omega-3 (EPA y DHA) puede disminuir el riesgo de enfermedad cardiovascular

Una revisión de ensayos aleatorizados controlados relevó que el consumo de EPA y DHA (pero no de ALA) a partir de suplementos de pescado o de aceite de pescado estaba asociada con la reducción de mortalidad por todas las causas, muerte cardiaca y muerte súbita (64).

Otra revisión y metaanálisis de ensayos aleatorizados controlados y estudios prospectivos de cohortesconcluyó que los ácidos grasos de cadena larga omega-3 no reducen de forma significativa el riesgo de mortalidad total o de episodios cardiovasculares (65). No obstante, este estudio estuvo limitado por el escaso número de estudios clínicos que se incluyeron en el análisis.

Enfermedad coronaria

Varios estudios prospectivos de cohortes han demostrado que los hombres que consumen pescado al menos una vez a la semana tiene un riesgo menor de mortalidad por enfermedad coronaria (CHD) que los que no consumen nada de pescado (66, 67, 68).

Uno de estos estudios hizo un seguimiento de 1.822 hombres durante 30 años, descubriendo que la mortalidad por CHD era un 38% menor en hombres que consumían una media de al menos 35 g de pescado al día que en aquellos que no comían pescado, mientras que la mortalidad por infarto de miocardio era un 67% inferior en el grupo que comía pescado (69).

Un estudio llevado a cabo en China en el que se siguió a más de 18.000 hombres durante diez años reveló que aquellos que consumieron más de 200 g de pescado o mariscos a la semana tenía un riesgo de muerte por infarto un 59% inferior al de los hombres que consumieron menos de 50 gramos a la semana (70).

Con respecto a las mujeres, existe menos información disponible sobre los efectos de un consumo elevado de ácido grasos omega-3 y pescado: En el Nurses’ Health Study, que realizó un seguimiento de más de 84.000 mujeres a lo largo de 16 años, la mortalidad por CHD fue un 29-34% menor en mujeres que consumían pescado al menos una vez a la semana que en mujeres que comían pescado menos de una vez al mes (71).

En un estudio prospectivo llevado a cabo en 2.445 mujeres finlandesas, aquéllas que consumían mayores cantidades de pescado (más o igual a 70 g/día) tenían un 41% menos riesgo de CHD que las mujeres con un consumo mínimo (menos o igual a 8 g/día, un promedio de 4,2 g/día) (72).

Un gran estudio prospectivo realizado en un grupo de 41.478 japoneses y japonesas reveló que un mayor consumo de pescado está asociado a una mayor reducción del riesgo de padecer CHD. En este estudio, las personas que consumían pescado ocho veces a la semana tenían un 57% menos riesgo de accidentes cardiovasculares y un 56% menos riesgo de infarto de miocardio que aquéllas que consumían pescado sólo una vez a la semana (73).

Un estudio prospectivo más pequeño realizado en 8.879 hombres y mujeres japoneses reveló que el consumo de pescado dos veces al día no disminuía el riesgo de mortalidad por todas las causas o por CHD en comparación con el consumo de pescado 1 ó 2 veces por semana (74). Sin embargo, se estima que el consumo diario de 250 mg de DHA y EPA procedentes del pescado da lugar a una reducción del riesgo de mortalidad cardiovascular del 36% (44).

Muerte súbita cardiaca

La muerte súbita cardiaca (MSC) se produce como consecuencia de un ritmo irregular fatal de las cámaras inferiores del corazón (‘arritmia ventricular’), lo que suele ocurrir en personas con enfermedad coronaria(CHD).

Los resultados de estudios epidemiológicos sugieren que el consumo regular de pescado está asociado a un menor riesgo de muerte súbita cardiaca (75).

En un gran estudio prospectivo de cohortes que realizó un seguimiento de más de 20.000 hombres durante 11 años, aquellos que consumieron pescado al menos una vez a la semana mostraron un riesgo de muerte súbita cardiaca un 52% menor que el de los que consumieron pescado menos de una vez al mes (76, 77).

Un estudio prospectivo, en el que se siguió a más de 45.000 hombres a lo largo de 14 años, reveló que el riesgo de muerte súbita cardiaca era un 40-50% menor entre los hombres que consumían una media de al menos 250 mg/día de EPA + DHA en la dieta (el equivalente a 1-2 comidas de pescado graso a la semana) que en aquéllos que consumían menos de 250 mg/día (52). La ingesta de EPA + DHA en la dieta no se ha relacionado con el riesgo de infarto de miocardio no fatal o episodios totales de CHD, lo que sugiere que los efectos antiarrítmicos de los ácidos grasos de cadena larga omega-3 pueden ser importantes en niveles normales de consumo en la dieta.

No está claro si la suplementación de omega-3 disminuye el riesgo de arritmias ventriculares: Unmetaanálisis de tres ensayos clínicos (78, 79, 80) concluyó que la suplementación de aceite de pescado no ayudaba a prevenir las arritmias ventriculares en pacientes con problemas cardiacos previos (81).

Se requiere seguir investigando para determinar si el perfil de ácidos grasos omega-3 influye en el riesgo de sufrir arritmias ventriculares (82).

Accidente cerebrovascular

Los accidentes cerebrovasculares son consecuencia de un flujo sanguíneo insuficiente al cerebro, lo cual puede ocurrir cuando una de las arterias que irrigan el cerebro se ve obstruida por un coágulo (‘accidentes isquémicos’). Los ‘accidentes cerebrovasculares hemorrágicos’ se producen cuando se rompe un vaso sanguíneo y se produce una hemorragia en el cerebro.

Algunos estudios prospectivos que han examinado la relación entre el consumo de pescado o de ácidos grasos omega-3 y la incidencia total de accidentes cerebrovasculares han revelado que un mayor consumo de pescado resulta beneficioso (83, 84), mientras que otros estudios no han hallado ningún efecto beneficioso (85, 86, 87).

Más recientemente, dos grandes estudios prospectivos han descubierto que un mayor consumo de pescado (un mínimo de dos veces por semana) y de ácidos grasos omega-3 está asociado a un menor riesgo de accidentes cerebrovasculares isquémicos (43%-52%), pero no de accidentes hemorrágicos (88, 89).

Pese a que los efectos del consumo de ácidos grasos de cadena larga omega-3 en la incidencia de accidentes cerebrovasculares no se han estudiado tan a fondo como en el caso de la enfermedad coronaria(CHD), un metaanálisis de las evidencias existentes sugiere que un mayor consumo de pescado puede disminuir el riesgo de accidente isquémico, pero no de accidente hemorrágico (90). Los estudios de cohortes indican que el consumo de pescado y de aceite de pescado reduce un 30% el riesgo de accidente isquémico(44).

Los resultados de un estudio reciente indican que la suplementación de altas dosis de EPA puede ser beneficiosa para prevenir accidentes cerebrovasculares recurrentes en individuos con un historial anterior (‘prevención secundaria del accidente cerebrovascular’) (91). Los estudios que se están realizando actualmente van acompañados de un ensayo de prevención secundaria que evalúa la combinación de suplementos de ácido fólico, vitaminas B y ácidos grasos omega-3 en la incidencia de enfermedades cardiovasculares fatales y no fatales, incluyendo el accidente isquémico (271).

Triglicéridos en suero sanguíneo

Un metaanálisis de 17 estudios prospectivos reveló que un nivel alto de triglicéridos en el suero sanguíneo (superior a 200 mg/dL) es un factor de riesgo independiente para las enfermedades cardiovasculares (92).

Numerosos ensayos aleatorizados controlados en humanos han demostrado que un mayor consumo de EPA y DHA reduce considerablemente las concentraciones de triglicéridos en suero (93). Se han demostrado reducciones clínicamente significativas de las concentraciones de triglicéridos en el suero sanguíneo con dosis de 2 g/día de EPA + DHA (2). El DHA por separado reduce los niveles séricos de TG al igual que el EPA+DHA (272).

Sumario: PUFA omega-3 y omega-6 PUFA y prevención de enfermedades cardiovasculares

Los resultados de estudios epidemiológicos y ensayos aleatorizados controlados sugieren que la sustitución en la dieta de ácidos grasos saturados (AGS) por ácidos grasos poliinsaturados omega-6 y omega-3 (PUFAs) disminuye el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y accidente cerebrovascular. Reducir los AGS y aumentar los niveles de ácidos grasos omega-6 y omega-3 también contribuye a mejorar el estadocardiovascular. Los efectos de un aumento del consumo de ácidos grasos omega-6 y omega-3 en la disminución de los niveles séricos de LDL podrían contribuir asimismo a mejorar los resultadoscardiovasculares.

Además, existe una fuerte evidencia de que un mayor consumo de ácidos grasos omega-3 en la dieta está asociado con una disminución importante del riesgo de enfermedades cardiovasculares mediante otros mecanismos diferentes a la reducción del colesterol LDL.

Más concretamente, un mayor consumo de ácido eicosapentaenoico (EPA) y ácido docosahexaenoico (DHA) proveniente de mariscos se ha asociado a una clara menor incidencia de muerte súbita cardiaca, lo que sugiere que los ácidos grasos de cadena larga omega-3 tienen efectos antiarrítmicos con niveles de consumo equivalentes a dos pequeñas porciones de pescado graso por semana. Esta cantidad de pescado aportaría aproximadamente 400-500 mg/día de EPA + DHA (94). En general, el consumo diario de entre 250 mg y 400-500 mg de EPA+DHA parece ser la cantidad adecuada necesaria para una prevención primaria cuando la dieta se utiliza como medio para obtener DHA y EPA.

Cáncer

Cáncer de mama

El equilibrio entre los ácidos grasos omega-3 y omega-6 parece tener un papel importante en el desarrollo y crecimiento del cáncer de mama.

Pese a que aún se requieren más estudios para comprender el posible efecto de los ácidos grasos omega-3 en la prevención y el tratamiento del cáncer, algunos investigadores especulan que, en combinación con otros nutrientes como la vitamina C, la vitamina E, el beta-caroteno, el selenio y la coenzima Q10, estos ácidos pueden ser especialmente valiosos en la prevención y el tratamiento del cáncer de mama (95).

Cáncer de colon

La ingesta importante de ácidos grasos omega-3 en la dieta puede reducir el riesgo de padecer cáncer colorrectal. Ciertos pueblos como los Inuit, cuya dieta es muy abundante en grasas, pero a la vez consumen importantes cantidades de pescados ricos en ácidos grasos omega-3, presentan bajas tasas de cáncercolorrectal.

Ciertos estudios en animales han demostrado que mientras el consumo de ácidos grasos omega-3 puede prevenir la progresión del cáncer de colon, el consumo de ácidos grasos omega-6 en dosis altas puede promover el crecimiento de estos tumores (96).

Algunos estudios han probado que el consumo diario de DHA y EPA ralentiza o invierte el progreso del cáncer de colon (97).

Un estudio realizado con animales ha demostrado que en ratas con cáncer de colon extendido (‘metastásico’), los ácidos grasos omega-3 favorecen de hecho el crecimiento de las células cancerígenas en el bazo (98). La razón de esto no está clara, por lo que se necesita una investigación más profunda.

Cáncer de próstata

Tanto los estudios de población como los estudios clínicos sugieren que los ácidos grasos omega-3 podrían inhibir el desarrollo del cáncer de próstata (99).

Al igual que el cáncer de mama, puede que el equilibrio de los ácidos grasos omega-3 en proporción con los omega-6 tenga un papel importante; y al igual que los estudios del cáncer de colon, en un estudio realizado entre 67 hombres con cáncer de próstata se apreciaron altos niveles de ácido alfa-linolénico (ALA) en los individuos aquejados de esta enfermedad (100).

Sin embargo, estudios más recientes diseñados específicamente para detectar factores de riesgo de cáncer de próstata en humanos, así como una revisión sistemática, no han demostrado tal asociación (101). Dos recientes estudios de cohortes del cáncer de próstata realizados por los mismos investigadores aportan resultados contradictorios con respecto al consumo de aceite de pescado (DHA+EPA) y el riesgo de cáncer de próstata. Un estudio sugirió un mayor riesgo de padecer un tumor de alto grado con unos niveles más elevados de DHA+EPA, mientras que el segundo estudio mostró un mayor riesgo de desarrollar cáncer de próstata con el consumo de aceite de pescado (273).

Degeneración macular asociada a la edad

Un cuestionario suministrado a más de 3.000 personas por encima de los 49 años de edad reveló que aquellas que consumían mayor cantidad de pescado en su dieta tenían menos probabilidades de padecer degeneración macular asociada a la edad, un grave trastorno ocular que puede derivar en ceguera, que las que consumían menos pescado (102).

Del mismo modo, un estudio clínico comparativo entre 350 personas con degeneración macular y 500 sin enfermedades oculares reveló que aquellas personas con una dieta equilibrada de ácidos grasos omega-3 y omega-6 y una alimentación rica en pescado tenían menos probabilidades de padecer este problema ocular en concreto (103).

Otro estudio epidemiológico más grande confirma que los ácidos EPA y DHA provenientes del pescado, ingeridos cuatro veces o más por semana, pueden reducir el riesgo de desarrollar degeneración macular. Más concretamente, sin embargo, este mismo estudio sugiere que el ácido graso ALA puede incrementar el riesgo de padecer este problema (104).

Enfermedad de Alzheimer y demencia

La enfermedad de Alzheimer, la causa más común de demencia en personas mayores, produce pérdida de memoria y confusión y va empeorando con el tiempo (105). Numerosos estudios epidemiológicos han asociado un elevado consumo de pescado o DHA y unos niveles plasmáticos altos de DHA con un menor riesgo de sufrir deterioro de la función cognitiva (106)demencia (107) y la enfermedad de Alzheimer (107,108). El ácido docosahexaenoico (DHA), el ácido graso omega-3 más importante en el cerebro, podría tener una función protectora en algunas subpoblaciones de pacientes de la enfermedad de Alzheimer y en aquéllos que padecen deterioro cognitivo leve (277) y deterioro cognitivo asociado a la edad (278).

En el Framingham Heart Study, los hombres y mujeres con concentraciones muy altas de DHA en el plasma sanguíneo, que consumían una media de tres porciones de pescado a la semana (0,18 g/día de DHA), presentaban un riesgo 47% menor de desarrollar demencia general y un riesgo 39% menor de desarrollar la enfermedad de Alzheimer que aquéllos con concentraciones más bajas (113). Por lo tanto, un perfil bajo de DHA puede constituir un factor de riesgo para la enfermedad de Alzheimer, otros tipos de demencia y el deterioro cognitivo asociado a la edad.


Un ensayo llevado a cabo con 104 pacientes de EA de leve a moderada demostró que la administración de DHA+EPA (2•3 g/día) no retrasaba el ritmo de deterioro en la escala para la evaluación de la enfermedad de Alzheimer (ADAS-Cog) (276). Sin embargo, en un subgrupo de sujetos con EA muy leve (puntuaciones en el MMSE >27), hubo un importante descenso en el ritmo de deterioro del MMSE después de una suplementación durante periodos de seis y doce meses. De manera similar, un reciente ensayo aleatorizado controlado en 402 pacientes de EA de leve a moderada que recibieron suplementos de 2 g/día de DHA o un placebo a lo largo de 18 meses no mostró un ritmo más lento de deterioro cognitivo o funcional en general (279). No obstante, un análisis de subgrupos con el alelo ApoE e4 (un factor de riesgo importante para la EA) demostró un menor deterioro en la puntuación de ADAS-Cog y MMSE en individuos ApoE4 negativos que recibieron suplementos de DHA. Estos hallazgos sugieren que ciertas subpoblaciones de pacientes de EA, basadas en el genotipo y la gravedad de la enfermedad, podrían beneficiarse de una suplementación con DHA y, por tanto, es necesario realizar más ensayos clínicos en estos grupos.

El DHA también ha demostrado recientemente ser un suplemento con efectos beneficiosos para la salud cognitiva de las personas mayores con problemas leves de memoria (278). Un gran ensayo aleatorizado controlado de 485 adultos sanos con deterioro cognitivo asociado a la edad reveló que una dosis de 900mg/día de DHA mejoraba de forma significativa la capacidad de aprendizaje visuoespacial y de memoria después de seis meses de suplementación. Los suplementos de DHA también demostraron mejoras en la memoria de reconocimiento verbal, y los cambios en las puntuaciones de memoria estaban relacionados con un aumento de los niveles plasmáticos de DHA. Por otra parte, el tratamiento con DHA a lo largo de seis meses mostró una disminución significativa de la frecuencia cardiaca en este grupo de personas de edad avanzada, lo cual demuestra un efecto beneficioso para la salud cardiovascular. Otros estudios realizados en personas mayores sanas no han demostrado que la suplementación con aceite de pescado resulte en beneficios cognitivos (280, 281). Es probable que las diferencias en los diseños de los estudios, especialmente en la variabilidad cognitiva inicial, el consumo de omega-3, la dosis de DHA y la sensibilidad de las medidas cognitivas, hayan contribuido a que los resultados de estos estudios sean nulos. Los efectos a largo plazo del DHA en el progreso del deterioro cognitivo o las tasas de conversión de DCL no han sido estudiados y siguen siendo un objetivo para posteriores investigaciones clínicas.

En resumen, los resultados de ensayos recientes en la EA y el declive cognitivo indican que tratamientos como el DHA podrían ser beneficiosos para el envejecimiento cognitivo y la prevención del deterioro cognitivo. La detección precoz de este deterioro es fundamental, ya que permite una intervención temprana. Los datos clínicos sugieren que las subpoblaciones de pacientes con EA pueden verse favorecidas por la suplementación con DHA. No obstante, es necesario seguir investigando para confirmar estos resultados.