La vitamina A (retinol) desempeña varias funciones en el organismo. La más conocida es su papel en la visión. El retinol es transportado a la retina, situada en la parte posterior del ojo, donde es oxidado a retinal. En caso necesario, el retinal puede ser transportado a las células bastones (fotorreceptoras), donde se une a una proteína llamada opsina para formar el pigmento visual ‘rodopsina’. Los bastones con rodopsina pueden detectar cantidades muy pequeñas de luz, de ahí su importancia para la visión nocturna. La absorción de un fotón de luz cataliza una transformación de retinal y provoca su liberación. Esto desata una cadena de eventos que desembocan en el envío de una señal eléctrica al nervio óptico, que es interpretada por el cerebro (1). La falta de retinol disponible en la retina resulta en una adaptación deficiente a la oscuridad, conocida como ‘ceguera nocturna’.
La vitamina A en forma de ácido retinoico desempeña un papel importante en la regulación de la expresión genética. Una vez que una célula absorbe el retinol, éste es oxidado a retinal, que a su vez puede ser oxidado a ácido retinoico. El ácido retinoico puede unirse a difrentes receptores nucleares para iniciar o inhibir la expresión genética (2). Mediante la regulación de la expresión de genes específicos, el ácido retinoico desempeña un papel destacado en la diferenciación celular; la especialización de células para ejercer funciones fisiológicas muy concretas.
La vitamina A es necesaria para el funcionamiento normal del sistema inmunitario (3). El retinol y sus metabolitos son necesarios para mantener la integridad y el funcionamiento de la piel y las células mucosas (recubrimiento de las vías respiratorias y el tracto digestivo y urinario), actuando como una barrera y formando la primera línea de defensa del cuerpo frente a infecciones (4). La vitamina A juega un papel central en el desarrollo y diferenciación de los glóbulos blancos, como los linfocitos, que desempeñan un papel crítico en la respuesta inmunitaria.
La vitamina A es esencial para el desarrollo embrionario (3). Durante el desarrollo fetal, participa en el desarrollo de las extremidades y la formación del corazón, los ojos y oídos (5). Además, se ha establecido que el ácido retinoico regula la expresión del gen de las hormonas de crecimiento. Se sabe que tanto el exceso como la deficiencia de vitamina A causan defectos de nacimiento.
La vitamina A se requiere para el desarrollo normal de la células precursoras (células madre) para convertirse en glóbulos rojos. Adicionalmente, la vitamina A parece facilitar la movilización de hierro de los lugares de almacenamientos a los glóbulos rojos en desarrollo para su incorporación en la hemoglobina; la portadora de oxígeno en los glóbulos rojos (6, 7).
Se cree que el metabolismo de la vitamina A interactúa con el zinc y el hierro de diversas maneras. La deficiencia de zinc resulta en un descenso del transporte de retinol (2), de la liberación de retinol en el hígado (1) y de la conversión de retinol en retinal (2). La suplementación con vitamina A tiene efectos beneficiosos contra la deficiencia de hierro (anemia) y mejora el estado nutricional del hierro en los niños y embarazadas. La combinación de vitamina A e hierro suplementarios parece reducir la anemia de forma más efectiva que la suplementación sólo con hierro o con vitamina A (8).
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que presta asesoramiento científico a los responsables políticos, ha confirmado que se han demostrado unos claros beneficios para la salud de la ingesta de vitamina A en la dieta, ya que contribuye a lo siguiente: