La vitamina C es necesaria para la síntesis del colágeno, un importante componente estructural de los vasos sanguíneos, tendones, ligamentos y huesos.
La vitamina C también desempeña un papel importante en la síntesis del neurotransmisor norepinefrina, indispensable para el funcionamiento del cerebro y del que se sabe que afecta al humor.
Además, la vitamina C es necesaria para la síntesis de la carnitina, una pequeña molécula esencial para el transporte de grasa a las mitocondrias celulares, para su conversión en energía (2).
Investigaciones sugieren también que la vitamina C está involucrada en el metabolismo del colesterol y los ácidos biliares, que puede tener implicaciones para los niveles de colesterol en la sangre y la incidencia de cálculos biliares (3).
La vitamina C es un antioxidante muy efectivo. La vitamina C puede proteger, incluso en pequeñas cantidades, moléculas esenciales del cuerpo, como las proteínas, lípidos, hidratos de carbono y ácidos nucleicos (ADN y ARN), frente a daños causados por radicales libres (especies reactivas del oxígeno) que pueden producirse en el metabolismo normal, así como por la exposición a toxinas y contaminantes (p. ej., fumar). La vitamina C también podría ser capaz de regenerar otros antioxidantes como la vitamina E (2).
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que presta asesoramiento científico a los responsables políticos, ha confirmado que se han demostrado unos claros beneficios para la salud de la ingesta de vitamina C en la dieta, ya que contribuye a lo siguiente: