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Nutrientes básicos necesarios para la salud maternoinfantil

Publicado

1 agosto 2016

By Julia Bird

Los primeros mil días de la vida de un niño —desde justo antes de la concepción hasta su segundo cumpleaños— constituyen una etapa crítica para el desarrollo. Durante este periodo, para que el crecimiento sea normal es fundamental llevar una buena alimentación. ¿Qué nutrientes son más importantes para que el niño desarrolle todo su potencial?

Preconcepción y gestación

A fin de asegurar el mejor comienzo posible en la vida, los nueve meses previos al embarazo son importantes para que la mujer se prepare frente las exigencias adicionales de la gestación. Antes de quedarse embarazada, debe marcarse como objetivo mantener un peso saludable y llevar una alimentación equilibrada con un contenido elevado de hierro, ácido fólico, vitamina B12, vitamina D, yodo y DHA [1–3]. Las mujeres que inician el embarazo con un índice de masa corporal sano registran el menor riesgo de padecer complicaciones en su transcurso [4, 5]. Sus reservas de hierro deben bastar para todo el embarazo: no solo deben disponer de suficiente hierro para fabricar más sangre para el desarrollo del feto, sino además adoptar medidas para que el nivel sea adecuado en caso de perder excesiva sangre durante el parto, el alumbramiento o el posparto [6]. Es aconsejable que las mujeres en edad reproductiva ingieran la cantidad adecuada de ácido fólico. Esta vitamina B es necesaria para el desarrollo normal de la médula espinal y su deficiencia aumenta el riesgo de defectos en el tubo neural [7]. Dado que la médula espinal se cierra alrededor de la sexta semana de embarazo, precisamente cuando muchas mujeres tienen conocimiento de su estado, es necesario alcanzar el nivel adecuado antes de la concepción. El DHA también es importante para el sistema nervioso, que empieza a desarrollarse alrededor de la quinta semana de gestación [1].

Ya embarazada, la madre debe llevar una alimentación saludable y vigilar que su peso aumente de acuerdo con las pautas establecidas. Un aporte suficiente de proteínas e hidratos de carbono garantiza que el feto tenga la energía y los elementos básicos para desarrollarse con normalidad. En la segunda mitad del embarazo, el cerebro del feto entra en una fase de rápido crecimiento y desarrollo. El ácido docosahexaenoico (DHA), un ácido graso omega 3 de cadena larga, es una grasa esencial para su cerebro y su sistema nervioso. Favorece el desarrollo óptimo del cerebro, los ojos y el sistema nervioso [8]. La necesidad biológica de DHA está demostrada porque se suministra activamente al bebé en desarrollo a través de la placenta [9]. La colina se considera a menudo una vitamina B, ya que participa en procesos corporales similares, pero el cuerpo es capaz de producirla para satisfacer, al menos en parte, su necesidad. Aun así, durante el embarazo la mujer transfiere al feto gran parte de sus reservas de colina, por lo que es importante que incluya en la dieta alimentos ricos en esta sustancia [10]. La deficiencia de vitamina D es frecuente en muchos países, especialmente entre las mujeres embarazadas. Es importante que durante la gestación el nivel sea el adecuado, ya que la vitamina D ayuda a absorber el calcio de los alimentos y puede evitar algunas complicaciones del embarazo. Si el nivel de vitamina D de una mujer embarazada es elevado, también mejora en el recién nacido, lo que reduce el riesgo de raquitismo y contribuye a su salud ósea a largo plazo [11].

Lactancia

La leche materna es la opción más saludable para la mujer y el niño, ya que contiene anticuerpos que protegen al bebé de las enfermedades y mejoran la cicatrización de la madre tras el parto. Durante la lactancia, la alimentación de la madre debe cubrir las necesidades del bebé y las suyas propias para recuperarse del parto, lo que comporta el aumento de la ingesta recomendada de numerosos macro y micronutrientes [12]. La leche materna contiene una cantidad considerable de proteínas y grasas, lo que implica una mayor necesidad alimentaria, aunque el consumo insuficiente puede amortiguarse con las reservas maternas. Con algunos nutrientes, una baja reserva en la madre reduce la concentración en la leche materna. En el caso de algunos nutrientes fundamentales, como el DHA, la vitamina A y el yodo, la cantidad contenida en la leche materna es un reflejo del nivel de la madre. Dado que el cerebro del bebé crece rápidamente de tamaño, en especial durante los primeros seis meses de vida, las mujeres lactantes deben consumir bastante DHA para suministrar suficientes ácidos grasos a las células cerebrales en crecimiento [13]. El yodo es imprescindible para las hormonas tiroideas y, por lo tanto, necesario para un crecimiento y un desarrollo normales. Las mujeres lactantes deben asegurarse de ingerir suficiente yodo para ellas y para el bebé [14]. Para ambos también es importante evitar la deficiencia de vitamina A, ya que esta es necesaria para la visión y la división celular normales. El nivel bajo de vitamina A en la madre se traduce en un nivel bajo de vitamina A en la leche [15].

Neonatos

El mejor alimento para el recién nacido es la leche materna. Cuando la madre no puede amamantar, es posible administrar preparados para lactantes [16], para lo cual también debe haber disponible un suministro de agua potable. La leche materna contiene la cantidad correcta de grasas, vitaminas y minerales para el crecimiento de un bebé humano, mientras que los preparados para lactantes se basan en la composición de la leche materna, salvo por las vitaminas D y K. Su nivel en la leche materna es bajo, por lo que los niños lactantes deben recibir complementos para evitar el raquitismo y la hemorragia por deficiencia de vitamina K. La leche materna siempre contiene los ácidos grasos de cadena larga ARA (ácido araquidónico) y DHA, ya que el bebé no puede convertirlos de forma eficaz a partir de los precursores de cadena más corta [17]. En una publicación reciente, los expertos recomiendan acompañar los complementos de DHA con al menos una cantidad equivalente de ARA, ya que tiene un efecto positivo en la maduración de la visión y el desarrollo infantil [16].

Bebés y niños pequeños

En torno a los seis meses de edad, los bebés deben empezar a recibir gradualmente alimentos complementarios. Al principio estos alimentos son blandos y no precisan masticación. Poco a poco puede introducirse por etapas la comida familiar habitual hasta establecer una alimentación familiar equilibrada a base de tres comidas diarias y dos refrigerios entre horas [16]. Cuando el niño cumple su segundo año, la mayor parte de su dieta debe estar compuesta de alimentos adultos.

La primera infancia es una época importante para afianzar unos patrones de alimentación saludables. En los niños de esta edad a veces son limitadas las fuentes de hierro, vitamina D y DHA [18]. El hierro es un nutriente importante durante el segundo semestre del primer año de vida. Los dos primeros años son la etapa en que los niños corren mayor riesgo de deficiencia de hierro. Como no pueden masticar bien, puede resultarles difícil comer la forma más biodisponible de hierro —la carne—, aunque a algunos niños sí les gusta. Quizá una buena alternativa son los cereales fortificados con hierro. Muchos países recomiendan administrar complementos de vitamina D en la infancia, ya que esta vitamina es difícil de obtener en cantidad suficiente a través de la alimentación o de la exposición a la luz solar, dado el riesgo de quemaduras para una piel tan joven y sensible. La vitamina D ayuda a los niños a fortalecer los huesos. La principal fuente de DHA es el pescado azul, como las sardinas, el salmón y la caballa. En numerosos países los niños comen muy poco pescado, lo que provoca una carencia de DHA durante un periodo de rápido desarrollo cerebral. Este déficit puede compensarse con alimentos fortificados con DHA y complementos adaptados a las diferentes edades..

REFERENCIAS

  1. Hadders-Algra, M.,Prenatal and early postnatal supplementation with long-chain polyunsaturated fatty acids: neurodevelopmental considerations. Am J Clin Nutr, 2011. 94(6Suppl): p. 1874S-1879S.
  2. Magnusardottir, A.R., et al., Docosahexaenoic acid in red blood cells of women of reproductive age is positively associated with oral contraceptive use and physical activity. Prostaglandins Leukot Essent Fatty Acids, 2009. 80(1): p. 27-32.
  3. Cox, J.T. and S.T. Phelan, Prenatal nutrition: special considerations. Minerva Ginecol, 2009. 61 (5): p. 373-400.
  4. Aune, D., et al., Maternal body mass index and the risk of fetal death, stillbirth, and infant death: a systematic review and meta-analysis. JAMA, 2014.311(15): p. 1536-46.
  5. Ramakrishnan, U., et al., Effect of women's nutrition before and during early pregnancy on maternal and infant outcomes: a systematic review. Paediatr Perinat Epidemiol, 2012. 26 Suppl 1: p. 285-301.
  6. Breymann, C., Iron Deficiency Anemia in Pregnancy. Semin Hematol, 2015. 52 (4): p. 339-47.
  7. De-Regil, L.M., et al., Effects and safety of periconceptional oral folate supplementation for preventing birth defects. Cochrane Database Syst Rev, 2015(12): p. CD007950.
  8. Hadley, K.B., et al., The Essentiality of Arachidonic Acid in Infant Development. Nutrients, 2016. 8 (4).
  9. Swanson, D., R. Block, and S.A. Mousa, Omega-3 fatty acids EPA and DHA: health benefits throughout life. Adv Nutr, 2012. 3 (1): p. 1-7.
  10. Zeisel, S.H., Nutrition in pregnancy: the argument for including a source of choline. Int J Womens Health, 2013. 5 : p. 193-9.
  11. Schoenmakers, I., et al., Prevention and consequences of vitamin D deficiency in pregnant and lactating women and children: A symposium to prioritise vitamin D on the global agenda. J Steroid Biochem Mol Biol, 2015.
  12. Hall Moran, V., et al., Nutritional requirements during lactation. Towards Europe an alignment of reference values: the EURRECA network. Matern Child Nutr, 2010. 6 Suppl 2: p. 39-54.
  13. Lauritzen, L. and S.E. Carlson, Maternal fatty acid status during pregnancy and lactation and relation to newborn and infant status. Matern Child Nutr, 2011. 7 Suppl 2: p. 41-58.
  14. Azizi, F. and P. Smyth, Breastfeeding and maternal and infant iodine nutrition. Clin Endocrinol (Oxf), 2009. 70 (5): p. 803-9.
  15. Haskell, M.J. and K.H. Brown, Maternal vitamin A nutriture and the vitamin A content of human milk. J Mammary Gland Biol Neoplasia, 1999. 4 (3): p. 243-57.
  16. Prell, C. and B. Koletzko, Breastfeeding and Complementary Feeding. Dtsch Arztebl Int, 2016. 113 (25): p. 435-44.
  17. Brenna, J.T., et al., alpha-Linolenic acid supplementation and conversion to n-3 long-chain polyunsaturated fatty acids in humans. Prostaglandins, Leukotrienes and Essential Fatty Acids. 80(2): p. 85-91.
  18. Decsi, T. and S. Lohner, Gaps in meeting nutrient needs in healthy toddlers. Ann Nutr Metab, 2014. 65 (1): p. 22-8.

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