Seguramente uno de los órganos más milagrosos del cuerpo humano es el ojo. ¡Es tan complejo y delicado! La función principal del ojo es recoger la luz del entorno y convertirla en una imagen que se transmite al cerebro. La lente del ojo se utiliza para enfocar la imagen. El iris y la pupila pueden regular la cantidad de luz que entra en el ojo. Los músculos alrededor del ojo cambian la dirección de la visión. Las células sensibles a la luz en la parte posterior del ojo toman la imagen y la convierten en señales que el cerebro puede leer. El nervio óptico lleva la imagen al cerebro. Otras partes del ojo como el humor vítreo y los vasos sanguíneos asisten al ojo ayudándolo a mantener su forma y nutriéndolo.
El ojo requiere un conjunto especializado de nutrientes para mantenerlo funcionando correctamente, ahora y en el futuro.
La vitamina A y el betacaroteno
La vitamina A es quizás el nutriente más importante para los ojos. La vitamina A se utiliza en el ojo para convertir las señales de luz en señales que se envían al cerebro para formar imágenes. Las características de su deficiencia incluyen problemas de visión nocturna y otras molestias oculares como sequedad extrema. La falta de vitamina A significa que el cuerpo ya no puede producir los pigmentos sensibles a la luz que son necesarios para ver en situaciones de poca luz. Igualmente, cuando el consumo de esta vitamina es demasiado bajo, la membrana del ojo tampoco es capaz de producir lágrimas para mantener húmeda la superficie del ojo. La pérdida permanente de visión es una consecuencia de la deficiencia de vitamina A no tratada, por lo que es importante obtener suficiente de ella.
La vitamina A puede provenir de dos fuentes: Una es la carne, particularmente los órganos como el hígado, que contiene retinol. Este recibe el nombre de vitamina A “preformada”, más fácil de absorber por el cuerpo. Las frutas y verduras de colores amarillo y naranja intenso o de hojas verde oscuro, como las zanahorias y las espinacas, contienen betacaroteno, que se convierte en retinol gracias a una enzima especial en el intestino delgado. La cantidad de vitamina A que el cuerpo puede producir a partir del betacaroteno depende de muchos factores diferentes, tales como si las frutas y verduras están cocidas o con qué otros alimentos se consumen.
Los pigmentos maculares luteína y zeaxantina
En la parte posterior del ojo encontramos las células sensibles a la luz que reciben las imágenes que se envían al cerebro, llamadas mácula1. Curiosamente, dos pigmentos de los alimentos que comemos se acumulan justo sobre el lugar donde se encuentran estas células. Los dos pigmentos son de color amarillo intenso y se llaman luteína y xeazantina. Ambos se encuentran en frutas y verduras de color amarillo, naranja y de hoja verde oscuro. Se cree que la luteína y la zeaxantina son capaces de proteger las células de visión en la mácula del daño causado por la oxidación1.
Afecciones como la degeneración macular relacionada con la edad (AMD, por sus siglas en inglés) pueden estar relacionadas con la ingesta de luteína y zeaxantina. La AMD es una causa importante de ceguera, responsable del 9 % de la ceguera en todo el mundo y la principal causa de ceguera en los países desarrollados2. Sucede cuando las células de la visión en la parte posterior del ojo se dañan y pierden su función con el tiempo. Debido a su ubicación, la luteína y la zeaxantina pueden ayudar a prevenir algunos de los daños en las células de la visión que se producen con el tiempo1. Los suplementos de luteína y zeaxantina se recetan como medio de prevención estándar a las personas que presenten riesgo de padecer degeneración macular relacionada con la edad3.
La luteína y la zeaxantina pueden funcionar como un filtro de luz. Al igual que en algunas situaciones se utilizan filtros amarillos para reducir el reflejo del sol o de las pantallas de ordenador, la luteína y la zeaxantica también bloquean alguna de la luz deslumbradora que entra en nuestros ojos1. Niveles más altos de ambas en el ojo se asocian con una mejor función visual4 y pueden ayudar a recuperar la visión más rápidamente después de un fuerte destello de luz5.
El omega-3 y el ojo
El ácido graso omega-3 docosahexaenoico (DHA, por sus siglas en inglés) se encuentra en niveles altos en el ojo. Es necesario para el desarrollo visual normal en bebés6,7. En el ojo, el DHA forma parte de las paredes de las células de la visión e influye en su forma6,8. Los bebés que no reciben suficiente DHA corren el riesgo de tener una función visual deficiente. La leche materna humana contiene naturalmente DHA. Numerosos estudios clínicos han demostrado que, añadido a los productos de nutrición infantil, el DHA puede mejorar la visión de los bebés9. Actualmente se añade de forma sistemática a los productos de nutrición infantil en todo el mundo.
Más adelante en la vida, los ácidos grasos omega-3, especialmente los de los pescados grasos, también pueden ayudar en algunos trastornos oculares. El síndrome del ojo seco es una afección ocular frecuente, especialmente en gente mayor, en la que el grado de evaporación lacrimal es mayor que el grado de producción lacrimal, lo que causa sequedad e irritación ocular10. Las tasas de prevalencia varían entre el 5 % y el 35 % en las encuestas nacionales10. Los investigadores sugieren que el aumento de los niveles de omega-3 en el cuerpo pueden mejorar los síntomas del ojo seco al reducir la inflamación asociada al síndrome del ojo seco11. Un metaanálisis encontró una disminución significativa del síndrome del ojo seco en 17 ensayos clínicos12.
Una alimentación saludable para los ojos
Hemos identificado aquí varios nutrientes que son esenciales para la salud ocular: la vitamina A, los pigmentos maculares luteína y zeaxantina y los ácidos grasos omega-3. La mejor forma de consumir estos nutrientes es seguir las directrices dietéticas nacionales que aconsejan comer muchas frutas y verduras y consumir pescado graso al menos una vez a la semana. Se puede considerar tomar un suplemento dietético cuando la ingesta de alimentos no cumpla con estas recomendaciones.
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