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  • OPINIÓN EXPERTA
  • 2012

La desnutrición en el mundo desarrollado

Publicado

1 abril 2012

Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación, Bruselas, Bélgica

“La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la desnutrición como ‘el des-equilibrio celular entre el suministro de nutrientes y energía y la demanda del cuerpo para garantizar su crecimiento, su mantenimiento y sus funciones específicas.’ (1) Básicamente, la desnutrición se da cuando el cuerpo no recibe la suficiente energía o los suficientes nutrientes esenciales como proteínas, vitaminas, minerales u otros nutrientes que se necesitan para mantener sanos los tejidos y las funciones de los órganos. Este problema no se da solo en las personas con una alimentación insuficiente, sino que las personas obesas y con sobrepeso también pueden sufrirlo.

El consumo de nutrientes se puede ver limitado debido a determinadas enfermedades, al excesivo uso de dietas, heridas graves, hospitalización prolongada o abuso de sustancias como el alcohol y las drogas. Se pueden dar diferentes desórdenes dependiendo de cuáles son los nutrientes que faltan o que se consumen en exceso, pero algunos síntomas generales son el cansancio, los mareos y la pérdida de peso involuntaria. La malnutrición puede alterar las respuestas inmunológicas, lo que puede llevar a un mayor riesgo de infec-ciones, mala curación de las heridas, recuperación tardía de las enfermedades y largas hospitalizaciones (2). Otras consecuencias incluyen el deterioro de la función muscular, una menor calidad de vida, un aumento de la mortalidad, así como un mayor uso de los recursos de atención sanitaria y aumento de los costes (3).

En Europa, cerca de 33 millones de personas sufren riesgo de desnutrición (4). Los estudios muestran que hasta un tercio de los pacientes de hospital y de las residencias de ancianos están en riesgo de sufrir desnutrición, así como el 10% de las personas por encima de los 65 años en la Unión Europea (3, 5). Las personas de edad avanzada que viven solas en casa o internas en residencias de ancianos son especial-mente vulnerables. Entre otros factores, el apetito tiende a disminuir entre las personas de este último grupo, lo que lleva a un menor consumo de comida y de nutrientes (6). Otros grupos clave de riesgo son las personas que padecen enfermedades crónicas, las personas que viven en condiciones de pobreza o que están socialmente aisladas y las que han sido dadas de alta recientemente del hospital (3). Además, las personas que están en una fase de crecimiento rápido, como los bebés y los adolescentes, así como las mujeres embarazadas, tienen mayores necesidades nutricionales que otros grupos y por lo tanto son más susceptibles de sufrir los efectos de una nutrición insuficiente. Los bebés extremadamente prematuros son un grupo de alto riesgo y pueden llegar a necesitar un aumento de cinco a seis veces su peso antes de que se les pueda dar el alta del hospital.

Existen varias herramientas de exploración disponibles para detectar el riesgo de desnutrición. Una de las más conocidas es la exploración desarrollada en Reino Unido, conocida como Malnutrition Universal Scree-ning Tool (MUST) (7). MUST ha sido desarrollada para identificar a los adultos con un peso por debajo del normal y con riesgo de desnutrición, aunque también considera a las personas obesas. Sin embargo, no se utiliza para detectar el consumo deficiente o excesivo de vitaminas y minerales.

La concienciación general sobre el tema de la malnutrición sigue siendo insuficiente. Los estudios a gran escala realizados en Reino Unido y Países Bajos han mostrado que de 1 a 4 pacientes están en riesgo de desnutrición cuando ingresan en los hospitales y que muchos más permanecen sin diagnosticar debido a las exploraciones inadecuadas (3, 8-10). Asimismo, el proyecto ‘NutritionDay’, en el que se han realizado encuestas a miles de pacientes de hospitales en la Unión Europea (UE), mostró que menos de la mitad de los pacientes hacía todas sus comidas durante su estancia en el hospital (11). Los profesionales de la salud desempeñan un papel importante a la hora de garantizar que los pacientes reciban nutrientes suficientes mientras están en el hospital, aunque el conocimiento y la concienciación sobre problemas nutricionales es bastante deficiente entre los cuidadores (12). Como consecuencia, la malnutrición no se reconoce lo suficiente ni se trata como es debido, a pesar de la existencia de pautas de tratamiento. A menudo, la terapia nutricional no tiene cabida dentro de los presupuestos sanitarios ni sociales (13).

En Europa, la malnutrición se relaciona con un aumento de la morbilidad, estancias hospitalarias más largas y mayores costes sanitarios (13). Este impacto ha sido estudiado en numerosos grupos de pacientes (5). Las cifras de la comunidad son alarmantes, con un porcentaje de pacientes desnutridos que llega al 60% en determinadas enfermedades (12). En la UE, el coste de tratar a pacientes con malnutrición relacionada con una enfermedad es considerable y de cerca de dos veces más que el del tratamiento de la obesidad y sus consecuencias (14). Se calcula que el gasto que la desnutrición supone para la UE es de la friolera de
120 billones de Euros al año (5). Teniendo esto en cuenta, es hora de que las estrategias nutricionales y sanitarias se centren en el importante problema de la desnutrición. Las intervenciones para garantizar un cuidado nutricional apropiado serían rentables y el efecto que tiene el apoyo nutricional ya se conoce gracias a numerosos ensayos clínicos (3, 13). Aunque puede que ya se estén implementando estrategias para evitar la desnutrición, el apoyo nutricional se desecha a menudo como herramienta terapéutica importante para el tratamiento de los pacientes.

Una dieta equilibrada que proporcione la energía y nutrición necesarias para una persona sana podría no ser suficiente cuando se da desnutrición crónica. Para permitir la recuperación de los niveles nutricionales, se deben aumentar las necesidades nutricionales en comparación con las de una persona sana y bien alimen-tada. A menudo, para las personas desnutridas no es posible alcanzar sus necesidades solamente a través de la dieta debido a determinadas enfermedades. El reto se debe en parte al hecho de que muchos sufren de una pérdida crónica de apetito, lo que afecta al consumo de alimentos, además de otros factores que también pueden reducir la ingesta de comida. En estos casos, los suplementos en dieta podrían ser una solución.

Las políticas de salud pública en Europa han de tener en cuenta que la desnutrición no solo es un problema del mundo en vías de desarrollo, sino que también afecta a un gran número de personas en los países industrializados. También han de incluir medidas para aumentar la concienciación sobre la importancia de una dieta variada y equilibrada para una buena salud y sobre los riesgos relacionados con el consumo nutricional pobre en determinadas enfermedades.”

En base a: The European Food Information Council. Time to recognise malnutrition in Europe. FOOD TODAY 03/2012.

REFERENCIAS

  1. World Health Organization; UNICEF; UN System Standing Committee on Nutrition. WHO, UNICEF, and SCN informal consultation on community-based management of severe malnutrition in children – SCN Nutrition Policy Paper No. 21. 2006.
  2. Kondrup J. et al. Incidence of nutritional risk and causes of inadequate nutritional care in hospitals. Clin Nutr. 2002 ; 21(6):461–468.
  3. Disease-Related Malnutrition: An Evidence-Based Approach To Treatment, edited by Rebecca J Stratton, Ceri J Green, and Marinos Elia, 2003, 824 pages. CABI Publishing, Wallingford, United Kingdom.
  4. Ljungqvist O. and de Man F. Undernutrition – A major health problem in Europe. Nutr Hosp. 2009 ; 24:368–370.
  5. Ljungqvist O. et al. The European fight against malnutrition. Clin Nutr. 2010 ; 29(2):149–150.
  6. Donini L. M. et al. Eating habits and appetite control in the elderly: the anorexia of aging. Int Psychogeriatr. 2003 ; 15(1):73–87.
  7. Todorovic V. et al. (eds) on behalf of the Malnutrition Advisory Group (2003). The ‘MUST’ Explanatory Booklet. A Guide to the ‘Malnutrition Universal Screening Tool’ (‘MUST’) for Adults.
  8. Russell C. and ELia M. Nutrition Screening Survey in the UK in 2008: Hospitals, care homes and mental health units. 2009. Redditch, BAPEN.
  9. Kruizenga H. M. et al. Screening of nutritional status in The Netherlands. Clin Nutr. 2003 ; 22:147–152.
  10. Meijers J. M. et al. Malnutrition prevalence in The Netherlands: results of the annual Dutch national prevalence measurement of care problems. Br J Nutr. 2009 ; 101:417–423.
  11. Hiesmayr M. et al. Decreased food intake is a risk factor for mortality in hospitalised patients: the NutritionDay survey 2006. Clin Nutr. 2009 ; 28(5):484–491.
  12. Hajjar R. et al. Malnutrition In Aging. The Internet Journal of Geriatrics and Gerontology. 2004 ; 1(1).
  13. Stratton R. J. and Elia M. A review of reviews: A new look at the evidence for oral nutritional supplements in clinical practice. Clin Nutr Suppl. 2007 ; 2(1):5–23. 
  14. Russell C. A. The impact of malnutrition on healthcare costs and economic considerations for the use of oral nutritional supplements. Clin Nutr Suppl. 2007 ; 2(1): 25–32.

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