Ya desde algún tiempo se ha postulado que la suplementación dietética con antioxidantes puede mitigar el desequilibrio redox y, por lo tanto, proteger contra los efectos negativos del estrés oxidativo, la progresión de las enfermedades degenerativas y el envejecimiento. En este contexto, muchos micronutrientes proce- dentes de la dieta podrían combatir el estrés oxidativo y retrasar el envejecimiento. Entre ellos, la vitamina E se considera uno de los antioxidantes liposolubles más potentes en cuanto al retraso del envejecimiento y la prevención de algunas enfermedades degenerativas asociadas a la edad (2). La vita- mina E es una vitamina liposoluble que se encuentra en las membranas celulares y en las lipoproteínas circulantes, y actúa como un antioxidante no enzimático neutralizando los tóxicos radicales libres. Su nombre hace referencia a un grupo de ocho compuestos que poseen una estructura química similar (4 tocoferoles y 4 tocotrienoles). La forma más activa y abundante en la naturaleza es el alfa-tocoferol, considerado el principal antioxidante neutralizante presente en el plasma, las membranas celulares y los tejidos, el cual protege los ácidos grasos poliinsaturadosque componen las membranas y lipoproteínas interrumpiendo la cadena de reacciones oxidativas. Además de su propiedad antioxidante, se ha reportado que la vitamina E mejora la respuesta inmune (3) y regula los sistemas de reparación del ADN (4) y las rutas de transducción de señales (5).
Las variaciones genéticas (polimorfismos) involucradas en la captación, liberación y metabolismo de la vitamina E a nivel tisular podrían ser importantes elementos determinantes de la actividad biológica de la misma. Por lo tanto, los determinantes genéticos, los factores ambientales y aquellos relacionados con el estilo de vida desempeñan roles importantes en la efectiva actividad biológica de la vitamina E frente al envejecimiento y al desarrollo de enfermedades asociadas a la edad. Factores como un bajo consumo de alimentos, una vida sedentaria y un reducido gasto energético en personas mayores, junto con algunos determinantes genéticos y los factores de riesgo de malabsorción de la vitamina E pueden contribuir al deterioro de las funciones orgánicas y al desarrollo de enfermedades crónicas asociadas a la edad. Este último punto es muy importante dados los resultados contradictorios reportados en algunos estudios clínicos en cuanto a los efectos del aporte complementario de vitamina E en la reducción de los niveles de daño por radicales libres. Algunos autores informan de que la vitamina E estaría involucrada en el logro de la longe- vidad, mientras que otros le atribuyen una función peligrosa, y tendría así un efecto sobre la mortalidad. En tres metaanálisis de estudios clínicos aleatorizados se halló que el aporte suplementario de vitamina E no reduce la mortalidad, lo que implica que esta vitamina no aporta beneficios sistémicos universales contra los procesos que conducen al desarrollo de enfermedades crónicas (6-8).
Por lo tanto, la noción acerca de la función que desempeña la vitamina E como nutriente benéfico para el adecuado mantenimiento de muchos de los mecanismos homeostáticos es muy compleja, especialmente en lo que se refiere al envejecimiento. Los datos disponibles no son concluyentes y son contradictorios, quizá debido a la influencia ejercida por la vitamina E sobre algunos genes (9), lo cual, a su vez, podría tener un efecto negativo sobre la respuesta inmune y antioxidante, especialmente en condiciones de estrés oxidativo crónico, como ocurre en el envejecimiento y en algunas enfermedades degenerativas asociadas a la edad. Por ello, para un correcto aporte suplementario personalizado, además del consumo adecuado, es necesario tomar en consideración las interacciones entre los genes y la vitamina E, a fin de lograr un envejecimiento saludable. Las recomendaciones para el consumo de vitamina E han sido establecidas sin considerar su posible función en la mejora de importantes funciones o en la prevención de enfermedades crónicas, como tampoco la necesidad que las personas mayores tienen de ella. El consumo, la absorción y la distribución de la vitamina E en el organismo no sólo son relevantes para la defensa antioxidante contra especies reactivas de oxígeno mediante la unión de la vitamina E a las lipoproteínas en la membrana celular, sino también para la comunicación intercelular, particularmente en las células inmunes. Este hecho adquiere importancia en el envejecimiento debido a una respuesta inmune/inflamatoria deteriorada y a una composición alterada de los lípidos en las células inmunes (10), asociadas a una posible deficiencia de vitamina E procedente de la dieta, consecuencia de la malabsorción intestinal (2).
Las células inmunes son particularmente ricas en vitamina E debido a que su alto contenido de ácidos grasos poliinsaturados las pone en un riesgo especialmente alto de daño oxidativo. El daño causado por los radi- cales libres a los lípidos de membrana de las células inmunes puede terminar reduciendo su capacidad para responder normalmente al ataque por patógenos, con la subsecuente desregulación de la respuesta inmu- ne/inflamatoria y el desarrollo de enfermedades inflamatorias. Existe alguna evidencia obtenida de estudios clínicos que sugiere un efecto benéfico del aporte suplementario de vitamina E sobre la función inmune y enfermedades relacionadas (3). De todos estos resultados se hace manifiesto que la vitamina E es un nutriente antioxidante, regulador del sistema inmune, que tiene un efecto específico en la inmunidad celular y en la inmunidad innata. Por consiguiente, tiene una posible función en la prevención de algunas enferme- dades inflamatorias, tales como las enfermedades cardiovasculares (ECV). Se considera que las principales formas de acción de la vitamina E, y por las cuales ha recibido gran atención como agente benéfico en la reducción de la aterosclerosis, son la reducción del estrés oxidativo y la inhibición de la oxidación de las lipoproteínas de baja densidad (LDL, por sus siglas en inglés). Los resultados de algunos estudios clínicos sobre el efecto de la vitamina E como único suplemento en la prevención de la ECV no son concluyentes (11-13). El tipo y dosis de vitamina E, el suministro junto con otros nutrientes (p. ej., vitamina C), los hábitos alimenticios y el estilo de vida así como el trasfondo genético de los individuos estudiados podrían haber contribuido a los diferentes resultados en estos estudios. Por ejemplo, mientras los datos sobre el efecto benéfico de la vitamina E en la protección contra complicaciones cardiovasculares en pacientes diabéticos son contradictorios, los resultados de investigación indican que la vitamina E podría aportar beneficio a un subgrupo genéticamente definido de pacientes diabéticos, concretamente a aquellos que poseen una vari- ante de la proteína sérica haptoglobina (genotipo Hp 2-2) y que presentan un mayor riesgo de presentar complicaciones debidas a ECV.
Ya que la vitamina E interactúa con los receptores celulares (p. ej., receptor LDL) y con los factores de transcripción, controlando así (dependiendo del estado redox) la expresión génica, y esta a su vez modula los niveles de proteínas (p. ej., glutatión) y modifica los niveles de actividad de las enzimas (p. ej., proteína quinasa C), la interacción de la vitamina E y los genes que codifican para estas proteínas es crucial para el efecto del aporte suplementario de vitamina E. El efecto de la vitamina E en la regulación de la expresión o la actividad enzimática ha sido demostrado en genes involucrados en estrés oxidativo, proliferación, infla- mación y apoptosis (15). Los resultados experimentales sugieren que la vitamina E tiene más un efecto a largo plazo que a corto plazo, especialmente sobre la expresión génica en hígado y sobre genes que desem- peñan un rol importante en muchas enfermedades inflamatorias asociadas a la edad, especialmente ater- osclerosis y ECV.
En conclusión, no existe duda de que la vitamina E es un agente antioxidante y un compuesto con actividad antiinflamatoria importante en la vida de un organismo y posee especial relevancia en el envejecimiento y algunas enfermedades inflamatorias asociadas a la edad. Su isoforma mejor conocida (alfa-tocoferol) parece tener propiedades importantes bien como agente antioxidante o como agente antiinflamatorio en diversas condiciones experimentales, mientras que otras isoformas (gama-tocoferol y delta-tocotrienol) podrían tener más concretamente propiedades antioxidantes. Es posible que la inadecuada selección de los participantes en el estudio (rango de los niveles de vitamina E y polimorfismos genéticos), la presencia de lesiones avan- zadas así como la dosis y forma química de la vitamina E suministrada puedan parcialmente explicar la in- coherencia entre los datos del estudio. También es importante anotar que el efecto de la vitamina E es más a largo plazo que a corto plazo y que la dosis no debería ser superior a 400 UI /día. Sin embargo, la mayor incongruencia en los estudios clínicos en humanos podría estar relacionada con el trasfondo genético especí- fico de cada individuo. Esta suposición es apoyada por algunos enfoques terapéuticos con aporte suplemen- tario de vitamina E para la restablecer la respuesta inmune/inflamatoria en el envejecimiento (16), reducir la resistencia a la insulina en la diabetes mellitus (17), disminuir el riesgo de ECV en pacientes vdiabéticos (18) y reducir el estrés oxidativo y la inflamación en la enfermedad de Alzheimer avanzada (19), sobre la base de un polimorfismo genético. Por lo tanto, la interacción de la vitamina E con los genes relacionados con su actividad biológica es fundamental para el éxito de los estudios clínicos sobre el aporte suplementario de la misma en el envejecimiento y enfermedades inflamatorias asociadas a la edad. Como tal, este micronutri- ente esencial puede ser usado correctamente, en forma personalizada para la resolución de una patología o para lograr un envejecimiento saludable y longevidad sin efectos adversos».
Basado en: Mocchegiani E. et al. Vitamin E–gene interactions in aging and inflammatory age-related diseases: Implications for treatment. A systematic review. Ageing Research Reviews. Published online January 2014.