26 marzo 2012
Una nueva revisión bibliográfica realizada en EE. UU. sugiere que la ingesta diaria y prolongada de hasta 10.000 UI de vitamina D es segura.
Para examinar la seguridad del consumo diario de vitamina D, se llevó a cabo una búsqueda bibliográfica detallada y se resumieron las fuentes primarias y secundarias de datos originales, meta-análisis y revisiones sistemáticas (1). El análisis mostró que la ingesta diaria y prolongada de hasta 10.000 UI de vitamina D no produce signos o síntomas de toxicidad y es segura para la población general de adultos sanos. Incluso un consumo de 2.000 UI de vitamina D al día contempla el a menudo citado y excesivamente conservador factor de seguridad 5.
El investigador comentó que existe una gran cantidad de estudios en los que se demuestra que la ingesta a largo plazo de entre 600 y 800 UI de vitamina D no es suficiente para alcanzar y mantener un nivel ade-cuado en sangre (concentración sérica de 25-hidroxiergocalciferol + 25-hidroxicolecalciferol >75 nmol/L). Para obtener los máximos beneficios fisiológicos para el sistema músculo-esquelético, el sistema nervioso central y periférico, el corazón y el sistema cardiovascular central y periférico, el sistema respiratorio, la piel, los ojos, la dentadura, la regulación de la glucosa, la inmunorregulación y la resistencia a la enferme-dad, se requiere una ingesta diaria de vitamina D de al menos 1500 UI.
23 enero 2014
Un nuevo estudio internacional informa de que las bajas concentraciones de vitamina D en sangre podrían ser un indicador precoz del aumento de la actividad y la progresión de la esclerosis múltiple en los pacientes.
Según los resultados de una nueva revisión realizada en China, un mayor consumo de vitamina A podría ayudar a reducir el riesgo de cáncer de vejiga.
31 diciembre 2008
S.A. Miller, catedrático y decano, Graduate School of Biomedical Sciences, University of Texas Health Science Center de San Antonio, EE. UU. “Es sorprendente lo difícil que ha sido elaborar información ampliamente aceptable referente a la alimentación y la enfermedad crónica. A pesar de los estudios epidemiológicos y en animales que respaldan muchas de estas relaciones, los estudios clínicos centrados en humanos han sido a menudo negativos o, en el mejor de los casos, ambiguos, sin que exista una explicación válida.
