Un nuevo análisis conjunto de encuestas de población (1) ha revelado que la deficiencia de vitamina A entre los niños de 138 países con ingresos bajos y medios ha caído ligeramente una cuarta parte en los 22 años transcurridos de 1991 a 2013.
Un aporte suficiente de vitamina A (retinol) es esencial para la visión (especialmente la visión nocturna) y la función inmunitaria, ya que ayuda a proteger contra las infecciones al asegurar la efectividad de las barreras mecánicas (como la piel) y aumentar la producción y eficacia de las células protectoras (por ejemplo, los linfocitos).
La carencia de vitamina A da lugar a enfermedades oculares como la xeroftalmia, que puede derivar en ceguera permanente (2). En los niños, la deficiencia puede aumentar el riesgo de infecciones y de mortalidad por sarampión y diarrea (3).
El Instituto de Medicina de EE. UU. recomienda una dosis diaria de vitamina A (en equivalentes de retinol) de 300 μg, 400 μg y 500 μg para los niños de 1 a 3 años, de 4 a 8 años y de 9 a 13 años, respectivamente. En 1997, UNICEF y la Organización Mundial de la salud pusieron en marcha una campaña global para administrar cápsulas de vitamina A a niños que padecen desnutrición. En 2002, el Grupo Consultor Internacional sobre la Vitamina A (IVACG) firmó el Acuerdo de Annecy, que implicó la colaboración con organizaciones internacionales para elaborar y establecer directrices que faciliten el diagnóstico, tratamiento y prevención de los trastornos provocados por la deficiencia de vitamina (4).
La carencia de vitamina A causa a menudo ceguera nocturna en los niños de los países en desarrollo. Si este problema no se corrige, puede dar lugar a la cicatrización de la córnea y, finalmente, la ceguera. Se cree que una cuarta parte de los niños del África subsahariana están en riesgo de padecer una deficiencia. El reto está en poder identificar a estos niños antes de comenzar a administrar suplementos de vitamina A. Alain Labrique y sus colegas de la Facultad de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins Bloomberg han desarrollado un sistema capaz de hacer esto que se llama Portable Dark Field Adaptometer (PDFA). Este dispositivo ligero se coloca en la cabeza para medir la respuesta de las pupilas a los estímulos de luz. El PDFA se ha probado con éxito en Bangladesh, Kenia, Zambia y Perú como instrumento para detectar los primeros síntomas de deficiencia de vitamina A (5).
Una alternativa al tratamiento con cápsulas de vitamina A en África sería fomentar el cultivo de alimentos básicos ricos en vitamina A, por ejemplo, las variedades de boniato naranja que contienen betacaroteno (un precursor de la vitamina A). En los últimos años se han llevado a cabo varios programas de intervención a gran escala para introducir el boniato naranja en las comunidades rurales de Mozambique y Uganda (6). No obstante, este enfoque presenta algunas limitaciones, dado que el cultivo es estacional, pero si el ciclo de siembra se realiza de manera consecuente, puede proporcionar boniatos durante 9 o 10 meses al año. En la provincial del Cabo Oriental de Sudáfrica, se animó y ayudó a las comunidades locales a plantar vegetales ricos en betacaroteno en sus huertos (por ejemplo, calabazas, zanahorias, espinacas y boniatos naranjas). Después de 3 años, se demostró que el efecto fue favorable en lo que respecta a la reducción de la mortalidad infantil.
Stevens et al. (1) han evaluado la concentración sérica de retinol de niños a partir de los datos de 134 fuentes representativas de la población de 83 países. El déficit de vitamina A se estableció en unos niveles séricos de retinol inferiores a 0,7 ìmol/L. Descubrieron que, en 1991, el 39 % de los niños de entre 6 y 59 meses presentaba una deficiencia en los países de ingresos bajos y medios. En 2013, los niveles se habían reducido una cuarta parte hasta alcanzar el 29 %. Por regiones, la deficiencia de vitamina A en 2013 fue más alta en el África subsahariana, con un 48 %, y en el Sur de Asia, con un 44 %. En estas regiones también se produjo el 95 % de las muertes de niños menores de 5 años por diarrea y sarampión provocados por el déficit de vitamina A. En total, la deficiencia de vitamina A fue responsable del 1,7 % de la muerte de los niños menores de 5 años en 2013. Tan solo en una región del planeta, Asia Oriental, el Sudeste Asiático y Oceanía, hubo una reducción significativa de la prevalencia, que cayó del 42 % en 1991 al 6 % en 2013.