“En la última década, se han hecho considerables avances para entender mejor los efectos biológicos de los ácidos grasos en dieta. Los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 (PUFA n-3, por sus siglas en inglés), en particular el ácido eicosapentaen- oico (EPA, por sus siglas en inglés) y el ácido docosahexaenoico (DHA, por sus siglas en inglés), modulan los procesos metabólicos y los inmunes y confieren beneficios para la salud en cuanto a enfermedades cardiovasculares (ECV) y el neurodesarrollo. El PUFA n-3 más corto es el ácido alfalinolénico (ALA, por sus siglas en inglés), un ácido graso con 18 átomos de carbono que se halla en una gran variedad de alimen- tos vegetales. A diferencia de este, el EPA y el DHA (compuestos por 20 y 22 átomos de carbono respectivamente) se consideran ácidos grasos altamente insaturados y se encuentran en ali- mentos de origen marino (principalmente pescado y especialmente el aceite de pescado). El DHA también se encuentra en las algas. Los ensayos clínicos, los estudios con animales y los estudios observacionales han demostrado que el pescado y el aceite de pescado mejoran varias patologías inflamatorias (1). Se han publicado muchos datos sobre la forma en que el EPA y el DHA afectan a las enfermedades crónicas (2). Aunque hay cada vez más pruebas que indican que un mayor consumo de EPA y DHA reduce el riesgo de ECV (3), sigue sin estar clara la dosis óptima de PUFA n-3. Dadas las numerosas pruebas que se han publicado desde el último informe del Institute of Medicine (IOM), de 2002, ha llegado el momento de que el IOM trate de nuevo la cuestión del CRA para los PUFAs n-3. Un consumo de referencia alimenticio para el EPA y el DHA ayudaría a homogeneizar las decisiones sobre políticas de nutrición y reduciría la incertidum- bre del consumidor respecto al consumo de PUFA n-3.
Asimismo, el modelo del CRA ha sufrido una transición, puesto que se ha pasado de un enfoque basado en los nutrientes adecuados a un enfoque que se centra también en la prevención de enfermedades. Las revisiones del CRA ya no se basan solo en que un nutriente sea esencial o no, sino en si un determinado nivel de su consumo puede reducir el riesgo de una enfermedad crónica. Esta perspectiva se observa en el rango aceptable de distribución de macronutrientes (RADM), con un límite superior y otro inferior. Se trata de un rango para macronutrientes expresado en el porcentaje de la energía total que se asocia con un riesgo reducido de enfermedades crónicas mientras se proporciona un consumo adecuado de nutrientes esenciales. Si un individuo consume por debajo de este rango, es posible que aumente su riesgo de consumo insufi- ciente de nutrientes esenciales. Esta nueva perspectiva sobre las enfermedades crónicas se hizo evidente en el informe de 2010 del IOM sobre el consumo de referencia alimenticio de la vitamina D y el calcio, que se usaban para la salud ósea y como indicadores de los resultados de enfermedades crónicas que no afectaban a los huesos (4). Aunque a menudo se centran en las enfermedades crónicas, los CRA tratan de cubrir las necesidades de las personas sanas, no de los sujetos enfermos. El reto consiste en definir la palabra ‘sano’. Además, se trata de ofrecer unas pautas sobre la dieta para la promoción de la salud y la prevención de enfermedades crónicas, sobre todo porque estas últimas están muy extendidas en Estados Unidos.
En la actualidad, no existe un requerimiento promedio estimado (RPE), es decir, el consumo de nutrientes medio diario que se considera necesario para cubrir las necesidades de la mitad de individuos sanos en un grupo particular de edad y género, que es la base de la cantidad diaria recomendada o CDR (el consumo diario de nutrientes en dieta suficiente para cubrir las necesidades de nutrientes de casi todos (97-98%) los individuos sanos en un grupo particular de edad y género). Sin embargo, existe una ingesta adecuada (IA), que es la ingesta diaria media recomendada basada en aproximaciones observadas o determinadas por experimentación así como en estimaciones de la ingesta de nutrientes por parte de un grupo de personas aparentemente sanas que se ha considerado adecuada (para el ácido alfalinolénico, 1,6 g al día para hom- bres adultos y 1,1 g al día para mujeres adultas). Estos datos se basan en el consumo medio observado en Estados Unidos, con el que no se dan deficiencias de nutrientes. Por otro lado, el RADM para el ALA se define como 0,6-1,2% de energía, cuyo 6-10% puede ingerirse como EPA o DHA. En los humanos, la síntesis endógena de EPA y DHA procedente del ALA es mínima, siendo entre un 0,01% y un 8% del ALA convertido en EPA y menos aún en DHA. Por eso, los niveles en plasma y en los tejidos de los ácidos grasos omega-3 vienen determinados en gran parte por su consumo directo. Puesto que el EPA y el DHA tienen varias funci- ones metabólicas que no se repiten en otros ácidos grasos, se podrían considerar ácidos grasos esenciales ‘con reservas’.
Muchas organizaciones y comités de expertos coinciden en la importancia del EPA y el DHA en la nutrición humana. Las Dietary Guidelines for Americans recomiendan consumir cerca de 200 g por semana (es decir, dos raciones de 100 g aproximadamente) de alimentos de origen marino para reducir las muertes cardiacas entre individuos con o sin ECV preexistentes (5). Esto proporcionaría cerca de 250 mg al día de EPA y DHA, que son suficientes para obtener efectos cardioprotectores para la prevención primaria de ECV. La American Heart Association recomienda que los adultos sin la enfermedad de las arterias coronarias (EAC) coman pescado (especialmente pescado azul) al menos dos veces por semana (6), lo que proporciona cerca de 500 mg al día. A los pacientes con EAC se les recomienda que consuman 1 g al día de EPA y DHA para la prevención secundaria de ECV, preferiblemente procedente de alimentos marinos y consultándolo con su médico. A aquellos que necesitan reducir sus niveles de triglicéridos, se les recomienda tomar 2-4 g al día de EPA y DHA en cápsulas bajo supervisión médica. En cuanto a sus efectos en los niveles en sangre de EPA y DHA, los suplementos con aceite de pescado proporcionan beneficios similares a los de los alimentos de origen marino (7). Un consumo inadecuado de DHA por parte de las mujeres embarazadas podría afectar al desarrollo neuronal del bebé, puesto que un consumo suficiente de DHA durante el embarazo y la lactancia es crucial para el desarrollo cerebral adecuado de los bebés. Por lo tanto, se han establecido recomend- aciones para las mujeres embarazadas y lactantes. La Sociedad Internacional para el Estudio de Ácidos Grasos y Lípidos recomienda que las mujeres embarazadas o lactantes consuman al menos 300 mg al día de DHA (8). La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria recomienda que las mujeres consuman al menos 250 mg al día de EPA y DHA más 100-200 mg al día adicionales de DHA (9). Se recomienda que los niños, las mujeres embarazadas y las mujeres en edad fértil eviten el pescado con altas concentraciones de mercurio. Por otro lado, se ha demostrado que el EPA y el DHA afectan de forma beneficiosa a la función cognitiva. Cada vez hay más pruebas que relacionan la deficiencia de EPA y DHA con los desórdenes men- tales y neurológicos (10). Se necesitan más ensayos de intervención para entender mejor el papel de los PUFA n-3 en la mejora de la neurodegeneración. Los datos actuales no son suficientes para promover un nivel de consumo diferente del que se necesita para reducir el riesgo de ECV.
Por otro lado, los datos disponibles sobre la mortalidad cardiaca proporcionan una base para establecer un CRA para el EPA y el DHA. El consumo actual (aproximadamente de 100 mg al día) no es suficiente. Establ- ecer un CRA para el EPA y el DHA es importante para obtener beneficios en la salud, en particular en cuanto a la prevención de ECV. En uno de los análisis de datos realizados, 566 mg al día de EPA y DHA constituían el consumo medio relacionado con la mayor reducción (37%) del riesgo de mortalidad por EAC (11). Basán- dose en estos datos, se podría barajar una IA de 566 mg al día para el EPA y el DHA. Sin embargo, si los 566 mg al día se toman como la necesidad mediana, es decir, si reducen el riesgo de la mortalidad por EAC en un 50% de la población, entonces los 566 mg al día serían considerados el RPE. La CDR se podría calcular usando la desviación estándar (24 mg al día). Dos desviaciones estándar por encima de la RPE darían como resultado aproximadamente 1 g al día, que sería la cantidad de EPA y DHA necesaria para cubrir las necesi- dades de casi todos los individuos sanos. Por supuesto, estos requerimientos son hipotéticos. Es necesario que se reúna un comité de CRA para examinar detenidamente el conjunto de pruebas y determinar si se puede establecer un CDR. Las recomendaciones que superan 1 g al día de EPA y DHA normalmente van dirigidas a la prevención secundaria de ECV. Hasta la fecha, no se ha establecido un nivel superior de ingesta tolerable (UL, por sus siglas en inglés), es decir, la media más alta de nivel de consumo de nutrientes diario que podría suponer riesgos para la salud para casi todos los individuos de la población general, de EPA y DHA por parte de ningún organismo científico. La Food and Drug Administration de EE. UU. ha establecido que los niveles de hasta 3 g al día se consideran por lo general seguros (12), aunque otras autoridades afirman que no se producen efectos adversos hasta alcanzar niveles de consumo de hasta 5-6 g al día (13).
Aún queda mucho por investigar para establecer un CRA para el EPA y el DHA. Debemos entender mejor las necesidades de ácidos grasos omega-3 de cadena larga de forma individual y los factores que afectan a su conversión y su función biológica. Por otro lado, necesitamos identificar los extremos adecuados de su uso para establecer un CRA para los ácidos grasos n-3 y comprender mejor las diferencias entre los PUFA n-3 de forma individual respecto a los resultados en la salud, la eficiencia de conversión y el metabolismo. Es evi- dente que establecer un CRA para el EPA y el DHA es una gran empresa que necesitará datos de muchos expertos de diferentes campos. Aun así, existen numerosas pruebas que justifican la importancia para la salud pública de establecer un CRA para el EPA y el DHA”.
Basado en: Flock M. R. et al. Long-chain omega-3 fatty acids: time to establish a dietary reference intake. Nutrition Reviews. October 2013.