By Julia Bird
Un ser humano puede pasarse semanas sin comer, días sin beber, pero solo unos minutos sin aire. La calidad del aire que respiramos es extremadamente importante para la salud y el bienestar generales. La contaminación del aire es la principal causa de mortalidad y enfermedad del mundo. Aunque hay varias fuentes naturales de contaminación atmosférica, las actividades humanas (en especial la industria, la calefacción y el transporte) han contribuido significativamente a la contaminación del aire durante siglos (1), especialmente tras el inicio de la revolución industrial a finales de 1700. Hoy en día, las sustancias contaminantes del exterior incluyen pequeñas partículas procedentes de la industria, la agricultura o la quema de combustibles fósiles, gases nocivos, ozono y humo de tabaco. En el aire de interior, los niveles de contaminación se relacionan en parte con la ventilación de los espacios. Las sustancias contaminantes de interior incluyen gases y partículas en suspensión procedentes de la calefacción o la cocina, diferentes químicos domésticos, materiales de construcción, humo de tabaco y esporas de moho. La contaminación del aire se puede combatir mejor a escala regional o nacional. Pasarse a las fuentes de energía renovables (2) puede reducir significativamente los niveles de contaminación del aire evitando una de las principales causas de contaminación del aire: la quema de combustibles fósiles.
La Organización Mundial de la Salud calcula que cerca de una de cada ocho muertes en todo el mundo puede atribuirse tanto a la contaminación ambiental como a la interior (3). Estas muertes proceden principalmente de las enfermedades cardiovasculares, mientras que las enfermedades pulmonares son la segunda causa más común de muerte por contaminación del aire. Existe una gran variedad de sustancias responsables de la contaminación del aire. La contaminación del aire afecta negativamente a la salud al estimular procesos proinflamatorios nocivos y el estrés oxidativo (4).
El hecho de establecer normas sobre las emisiones ha servido para reducir niveles de contaminación peligrosos procedentes de la industria (5). Sin embargo, aún hay muchos progresos que realizar para reducir las causas de contaminación del aire, especialmente en los países en desarrollo, que son los que presentan una mayor contaminación atmosférica. La implementación de normas sobre la contaminación del aire y el paso de la industria y el transporte a fuentes de energía más limpias requieren tiempo y recursos antes de instaurarse. Una buena alimentación, que tiene un impacto medible sobre los efectos de la contaminación del aire, ofrece una forma inmediata de mitigar algunos efectos negativos. Algunos micronutrientes tienen una clara acción antioxidante y antiinflamatoria, y evitar su deficiencia contrarresta el estrés oxidativo en general. Las vitaminas, minerales y ácidos grasos esenciales que proporciona una dieta nutritiva pueden promover las defensas del cuerpo contra los efectos de la contaminación del aire (6, 7).
Ácidos grasos poliinsaturados omega-3 marinos (PUFA)
En Ciudad de México, los niveles de contaminación superan los estándares de la Organización Mundial de la Salud y se han puesto en marcha prohibiciones sobre los vehículos privados para reducir la presencia de contaminación letal (8). Las personas mayores son las que tienen un mayor riesgo de enfermedad y de muerte debido a la contaminación del aire. Un grupo de investigación llevó a cabo dos ensayos aleatorizados controlados para investigar si los PUFA marinos omega-3 afectan a la salud en casos de fuerte contaminación. Se sabe que los ácidos grasos omega-3 tienen propiedades antiinflamatorias y se han relacionado con la reducción de síntomas de asma (9). En el primer estudio, se determinó aleatoriamente que 50 residentes de una residencia de ancianos de Ciudad de México recibieran 2 g al día de aceite de pescado o aceite de soja a lo largo de cinco meses. El grupo halló que la variabilidad del ritmo cardíaco bajaba cerca de un 50 % cuando los niveles de contaminación del aire aumentaban, pero solo se dio un pequeño cambio (7 %) en la variabilidad del ritmo cardíaco ante una fuerte contaminación atmosférica en el caso del grupo que recibió suplementos (10). Una baja variabilidad del ritmo cardiaco es signo de estrés crónico (11). En el segundo estudio, 52 residentes de una residencia de ancianos recibieron aleatoriamente o bien 2 g al día de aceite de pescado o bien aceite de soja a lo largo de cinco meses. Durante los períodos de fuerte contaminación, los niveles de las enzimas antioxidantes superóxido dismutasa y glutatión se suprimieron mientras que aumentaron los productos de peroxidación lipídica. La suplementación con aceite de pescado aumentó los niveles de superóxido dismutasa y glutatión y suprimió los productos de peroxidación lipídica (12). Otro estudio con 29 personas mayores sanas de EE. UU., que recibieron de forma aleatoria aceite de pescado o aceite de oliva, halló que el aceite de pescado evitaba los cambios negativos en la variabilidad del ritmo cardíaco y los lípidos en plasma producidos por la inhalación de partículas finas en suspensión (13).
Vitaminas B: ácido fólico, B6, B12
Muchas de las vitaminas B contribuyen al ADN y a la síntesis de proteínas. Cuando se da una carencia de ácido fólico, vitamina B6 o vitamina B12, los niveles de homocisteína, la base para la construcción de proteína, aumentan. Algunas diferencias genéticas también pueden dar lugar a un aumento de las concentraciones de homocisteína en sangre. Unos altos niveles de homocisteína producen cambios negativos en el revestimiento arterial, unos mayores niveles de estrés oxidativo y reducen la capacidad de las venas y las arterias de expandirse (14). Además, tanto el humo de tabaco como la contaminación del aire se relacionan con aumentos de la homocisteína (15). Esto ha hecho que se investigue si la contaminación del aire y la deficiencia de vitamina B están relacionadas, ya que ambas causan un aumento de los niveles de homocisteína. Dentro de un estudio de cohortes con 549 varones de edad avanzada, los sujetos con genes con un mayor nivel de homocisteína presentaban una reducción en la variabilidad del ritmo cardíaco, y este efecto era más notable cuando los hombres estaban expuestos a grandes niveles de contaminación del aire (16). Además, un mayor consumo de ácido fólico, vitamina B6 y vitamina B12 redujo los efectos negativos de la contaminación del aire en la variabilidad del ritmo cardíaco.
Las vitaminas antioxidantes C y E
Las vitaminas C y E se unen para ofrecer una protección antioxidante al cuerpo. Los fumadores habituales tienen una mayor necesidad de vitamina C y tienden a tener unos niveles más bajos en sangre (17, 18); por eso, las recomendaciones de consumo en dieta son mayores para los fumadores (19). Esto se debe a que la contaminación del aire y la vitamina C también pueden interactuar. En un estudio realizado con trabajadores expuestos a emisiones de plantas eléctricas de carbón, unas mayores dosis de suplementación con las vitaminas C y E podría mejorar la capacidad antioxidante de los trabajadores (20).
Vitamina D
La vitamina D es conocida como “la vitamina del sol” porque la produce la luz solar en contacto con la piel. Sin embargo, la vitamina D solo se produce cuando la luz solar alcanza un determinado umbral de intensidad: el sol de un día de verano es ideal, una pálida luz de invierno a través de las nubes no lo es. Según las estimaciones actuales, la deficiencia de vitamina D se da en muchos países, especialmente en niños pequeños y en personas mayores (21). Además de las nubes, la contaminación del aire es otro factor de riesgo de un nivel bajo de vitamina D. Las sustancias contaminantes del aire como los aerosoles y el gas ozono reducen la cantidad de luz solar que llega a la gente y por lo tanto reduce la cantidad de vitamina D que su piel puede producir. Los estudios realizados en diversas poblaciones como mujeres postmenopáusicas residentes en Bélgica y bebés y niños pequeños residentes en India muestran que vivir en zonas con altos niveles de contaminación del aire es un factor de riesgo de deficiencia de vitamina D (22, 23).
Conclusiones
La contaminación del aire causa problemas de salud en todo el mundo. Ocasiona un aumento del estrés oxidativo y la inflamación en el cuerpo y aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares y pulmonares. Los nutrientes, incluidos los PUFA omega-3 y las vitaminas B, C y E pueden combatir ciertos efectos negativos de la contaminación del aire. La contaminación también puede reducir la cantidad de luz solar a la que estamos expuestos, que además puede implicar una reducción de la producción de vitamina D. Un consumo adecuado de los nutrientes esenciales puede ser una buena estrategia para evitar algunos de los efectos negativos para la salud de la contaminación del aire.