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  • OPINIÓN EXPERTA
  • 2012

Buscando pruebas en las ciencias de la nutrición

Publicado

1 junio 2012

“Las ciencias de la nutrición han adoptado las reglas de la medicina basada en la evidencia (MBE) al completo sin preguntarse si son adecuadas ni adaptarlas a las características únicas del contexto de la nutrición. Sin embargo, la MBE difiere de la nutrición basada en la evidencia (NBE) puesto que:

  • las intervenciones médicas están diseñadas para curar enfermedades que no se producen por la ausencia de dicha intervención, mientras que los nutrientes evitan disfunciones que resultarían de un consumo inadecuado de estos;
  • por lo general, se intenta que los efectos de los medicamentos sean amplios y con un campo de acción limitado (por ejemplo, que actúen en una única enzima o receptor), mientras que los efectos de los nutrientes son especialmente polivalentes en cuanto a campo de acción y, en cuanto a la dimensión del efecto, se encuentran normalmente dentro del rango de “ruido” de la variabilidad biológica;
  • los efectos de los medicamentos tienden a tener una respuesta que varía dependiendo de la dosis, mientras que los efectos de los nutrientes a menudo tienen una respuesta útil que se da solo en una parte del rango de consumo;
  • los efectos de los medicamentos se pueden probar comparando el grupo que toma el medicamento con un grupo de contraste no expuesto (placebo), mientras que resultaría imposible o inmoral contar con un grupo de consumo cero en el caso de los nutrientes;
  • los medicamentos terapéuticos están diseñados para actuar en un periodo de tiempo relativamente corto, mientras que el impacto de los nutrientes en la reducción del riesgo de enfermedades crónicas puede que no sea demostrable hasta transcurridas unas décadas (una diferencia con implicaciones significativas en cuanto a la viabilidad de los ensayos aleatorizados controlados con placebo, EAC, en este campo).

Mientras que las intervenciones con medicamentos podrían no mostrar relación entre el medicamento y los beneficios en la salud, los nutrientes esenciales han de tener algunos efectos positivos, pues de no ser así, no se definirían como tales. Por lo tanto, las preguntas que se deben plantear son: ¿Cuál es el espectro completo de disfunciones o enfermedades producidas por el bajo consumo de un nutriente? ¿Qué consumo se requiere para garantizar una función fisiológica óptima o reducir el riesgo de enfermedad en todos los sistemas del cuerpo? Los efectos de los nutrientes en las enfermedades pueden tardar décadas en manifes-tarse a través de resultados medibles, que varían dependiendo del individuo, del sistema del órgano, etc. (1). Si el problema es la deficiencia, como ocurre a menudo en el caso de los micronutrientes (a diferencia de los medicamentos), la suplementación de la dieta de personas sanas que ya hacen un consumo suficiente de nutrientes no puede producir resultados espectaculares. Pero esto no significa que los nutrientes en cuestión no produzcan beneficios.

No sería ético utilizar el diseño de los EAC para comprobar si una baja cantidad de nutrientes causa enfer-medades, ya que sería inevitable que algunos de los sujetos del estudio desarrollaran la enfermedad. En estos casos resultan muy útiles los estudios observacionales, puesto que pueden comprobar (sin intervenir ni causar daños) en un espectro de sujetos quién consume cantidades bajas y altas de un nutriente y evaluar los niveles de consumo con los que se producen enfermedades. Se puede confiar en las recomendaciones sobre nutrientes sin necesidad de alcanzar la certeza que se requiere para los medicamentos (y los nutri-entes con una alta relación beneficio:riesgo podrían requerir menos certeza sobre su eficacia). A diferencia de lo que ocurre con los medicamentos, a los que se debe exigir pruebas irrefutables sobre su eficacia, las decisiones sobre recomendaciones de nutrientes deberían basarse en el hecho de que la evidencia muestre que un consumo inadecuado (o excesivo) puede resultar perjudicial. Aunque la toxicidad de los nutrientes preocupa sin duda a los expertos, generalmente no se da tanto como en los medicamentos, que persiguen objetivos más concretos y tienen efectos más potentes. Esta mayor red de seguridad permite recomendaciones más drásticas basadas en una menor certeza.

A los metaanálisis que solo usan EAC les faltan rasgos de diseño propios que tengan en cuenta la variabi-lidad en las razones fisiológicas de la heterogeneidad. Considerar las variables es crucial cuando se usan metaanálisis para analizar no solo el efecto medio de un nutriente, sino cuánto puede variar dicho efecto en los diferentes estudios. Es probable que la mayoría de ensayos sobre nutrientes lleguen a conclusiones erróneas si no se llevan a cabo por parte de individuos expertos en el campo pertinente de la biología. Además, los estudios mal diseñados siguen incluyéndose en las revisiones sistemáticas.

Aunque las limitaciones de aplicar un modelo farmacéutico a la alimentación se conocen bien en la comuni-dad de las ciencias de la nutrición, las instituciones continúan considerando los EAC la panacea de la evi-dencia científica. Seguir recurriendo a los datos de los EAC para comprobar los beneficios en la salud de los nutrientes no servirá para obtener certezas, sino para producir estancamiento. Los sectores normativos deberían aceptar que los ensayos de intervención diseñados para probar la eficacia de potentes medicamen-tos en personas enfermas no siempre se pueden aplicar para determinar los beneficios de los nutrientes. Si su doctor solo confiara en los EAC para darle consejo médico, no le recomendaría dejar de fumar, beber suficiente agua, ni usar paracaídas si se tirara de un avión.

Es adecuado y necesario hacer recomendaciones aunque no haya pruebas definitivas. Con los nutrientes, la pregunta no siempre es “si”, sino “cuánto”. Pero los EAC apenas pueden responder a estas preguntas. Hoy día, solo hay unos cuantos biomarcadores validados que las instituciones considerarían para la investigación en nutrición, tales como el colesterol, el azúcar en sangre, la presión sanguínea y la densidad ósea. Se necesitan con urgencia más biomarcadores de enfermedad y bienestar que sustituyan las variables de evaluación clínica. El reto consiste en que los nutrientes actúan de forma pansistémica de manera que afectan a los procesos generales. Necesitamos un enfoque con más matices que responda a varias disciplinas y atienda a una mayor complejidad”.

En base a: Heaney R. and Blumberg J. A New Paradigm of Evidence-based Nutrition: Moving Beyond Randomized Controlled Trials. Institute of Food Technologists: Wellness 2012 Conference. Marzo 2012, Chicago, USA.

REFERENCIAS

  1. Blumberg J. et al. Evidence-based criteria in the nutritional context. Nutr Rev. 2010; 68(8):478–484.

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