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Los suplementos de vitamina D en dosis altas cambian la naturaleza de la flora del tracto digestivo superior y reduce los niveles de algunas bacterias patógenas importantes
4 junio 2016
13 febrero 2013
Según un nuevo análisis de datos realizado en EE. UU., las dosis diarias de calcio y vitamina D podrían reducir el índice de fractura de cadera en casi un 40%.
El estudio analizó los datos del Women’s Health Initiative (WHI), un ensayo aleatorizado controlado en el que participaron 36.282 mujeres posmenopáusicas que recibieron 1.000 mg de carbonato de calcio elemental más 400 UI de vitamina D3 diaria, o placebo, durante una media de siete años. En el análisis inicial de los datos en 2006 se observó que en el 59% de las participantes que seguían el programa de suplementación el número de fracturas era un 29% menor en comparación con el grupo del placebo (1). El nuevo análisis mos-tró que, entre las mujeres que no tomaban suplementos de calcio o vitamina D al principio del estudio, la frecuencia de fractura de cadera era un 38% menor en comparación con el grupo del placebo (2). Además, cuando los datos del ensayo clínico de la WHI y el estudio observacional prospectivo de la WHI se combina-ron, el riesgo era un 35% menor.
Los investigadores comentaron que el uso a largo plazo de calcio y vitamina D parece producir una reduc-ción que podría ser sustancial en el riesgo de fractura de cadera entre mujeres posmenopáusicas. Aunque no se observó relación entre la suplementación con vitamina D y calcio y los resultados en la salud cardio-vascular, los investigadores afirmaron con cautela que se observó una posibilidad de que se redujera también el cáncer de mama y el cáncer en general entre las usuarias de los suplementos.
4 junio 2016
30 diciembre 2014
Según un nuevo estudio realizado en Nueva Zelanda, tener unos niveles bajos de vitamina D en sangre podría aumentar el riesgo de desarrollar depresión en los adultos jóvenes sanos.
1 julio 2011
Numerosos estudios observacionales han demostrado que la deficiencia de antioxidantes supone un factor de riesgo adicional para las enfermedades cardiovasculares (véase Parte 1).