Un nuevo estudio sugiere que el consumo temprano de alimentos ricos en almidón podría determinar la preferencia por las comidas saladas de bebés y niños.
En el estudio se comprobó la preferencia por la sal en 61 bebés a los 2 y a los 6 meses de edad (1). En ambas pruebas había tres botellas de las que los bebés podían beber (durante dos minutos de cada una). Una botella contenía agua, otra contenía una concentración moderada de sal (1%, más o menos la salinidad de la sopa de pollo con fideos comercial) y la tercera botella tenía una mayor concentración de sal (2%, que resulta extremadamente salada para los adultos). La preferencia por el sabor salado se midió comparando la cantidad que el bebé consumía de una determinada solución salina con la cantidad de agua consumida. Así, si el bebé bebía más de la botella del 1% de sal que de la botella de agua, se consideraba que prefería la solución del 1%. Los resultados del estudio revelaron que los bebés de dos meses de edad se mostraban indiferentes (a la del 1%) o rechazaban (la del 2%) las soluciones salinas. A los 6 meses, la preferencia por el sabor salado de los mismos niños se relacionó con la exposición previa a alimentos ricos en almidón. Los 26 niños que ya comían alimentos ricos en almidón preferían ambas soluciones al agua, mientras que los 35 bebés que aún no habían probado estos alimentos seguían mostrándose indiferentes o seguían rechazando las soluciones salinas. Los investigadores se centraron en las comidas ricas en almidón porque incluyen comidas procesadas, como cereales para el desayuno, pan y galletitas saladas, que se suelen usar como primeros alimentos para los bebés y a menudo contienen sal añadida.
Para averiguar si este efecto temprano se extendía a la niñez, 26 de los niños volvieron a participar en el estudio en edad preescolar. Sus madres rellenaron cuestionarios sobre los comportamientos alimentarios de sus hijos, y estos revelaron que 12 de los niños que habían sido introducidos a las comidas ricas en almidón antes de los seis meses de edad tenían más tendencia a chupar la sal de las comidas saladas o a comer sal sola. Estos hallazgos sugieren que la exposición alimentaria temprana está relacionada con un aumento de la preferencia por el sabor salado trascurridos varios años.
Los investigadores comentaron que estos hallazgos destacan el papel potencialmente significativo de la experiencia alimenticia temprana en la creación de las preferencias de sabor de los bebés y los niños. Cada vez hay más pruebas que apuntan a que los primeros meses de vida son un periodo muy propicio para la creación de las preferencias de sabores. El sabor salado indica la presencia de sodio, un nutriente crítico que se necesita para la supervivencia. Sin embargo, las autoridades afirman que la mayoría de la gente consume demasiada sal. Puesto que es difícil influir en el consumo de los adultos, influir en las preferencias de forma precoz podría ayudar a que la gente reduzca su consumo de sal en su vida futura. Se estima que reducir el consumo de sodio podría evitar más de 100.000 muertes anuales y salvar billones en los costes médicos tan solo en Estados Unidos. Hasta la fecha, el llamamiento a reducir el consumo de sal no ha funcionado, en parte debido a que al ser humano le gusta el sabor de la sal.