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  • OPINIÓN EXPERTA
  • 2011

El “hambre oculta” – La cantidad no es suficiente

Publicado

2 noviembre 2011

Prof. Dr. Hans Konrad Biesalski, Director del Centro de Seguridad Alimentaria de la Universidad de Hohenheim, Alemania.

“Las personas que padecen hambre oculta son en gran parte niños y mujeres embarazadas que no presentan ningún signo exterior de carencia, si bien los efectos son manifiestos. En algunos países, uno de cada tres niños menores de cinco años fallece a causa de enfermedades que posiblemente no habrían adquirido de no haber padecido hambre oculta.

De los casi siete mil millones de personas en todo el mundo, alrededor de mil millones sufren deficiencia de hierro. La anemia resultante de esta deficiencia aumenta el riesgo de infección y es responsable de la alta tasa de mortalidad materna. 250 millones de personas, entre ellos un gran número de niños, padecen deficiencia de vitamina A. Como consecuencia de la misma, cuatro millones de niños terminan desarrollando ceguera progresiva. 500 millones de personas presentan deficiencia de zinc. Según un análisis llevado a cabo por UNICEF, cada año mueren 800.000 personas por esta causa, de las cuales 450.000 son niños. Dos mil millones consumen una dieta pobre en yodo, lo cual compromete su desarrollo intelectual. Los más afectados son los niños menores de cinco años y las embarazadas. La carencia de micronutrientes tiene repercusiones importantes en el crecimiento del feto durante el embarazo y también en etapas posteriores del desarrollo. La alta tasa de mortalidad materna durante el parto, la mortalidad temprana de lactantes y, sobre todo, el alto índice de mortalidad entre niños menores de cinco años, también son una consecuencia del hambre oculta.

Uno de los principales factores a los que se atribuye el avance del hambre oculta es el aumento del precio de cereales como el arroz, el trigo, el maíz y la cebada, los cuales constituyen alimentos básicos en la gran mayoría de los países. No obstante, para sobrevivir también son necesarios alimentos que contengan suficientes micronutrientes, especialmente vitamina A, hierro o zinc. Entre ellos se encuentran los productos de origen animal, las frutas y las verduras. Sin embargo, con el aumento de los precios de los cereales, estos alimentos son los primeros que se eliminan de la dieta, ya que los sueldos apenas alcanzan para los cereales. Las personas con pocos ingresos invierten hasta un 80% de los mismos en la compra de alimentos. Los productos derivados de los cereales proveen entre el 60 y el 80% del aporte energético diario. La subida de los precios no deja, por tanto, mucho margen para otros tipos de alimentos. Un cuenco de arroz permite combatir el hambre aguda, pero no el hambre crónica. Al igual que otros cereales, el arroz contiene pocas vitaminas y solo algunos elementos como el hierro y el zinc, los cuales, no obstante, son mal absorbidos a partir de productos derivados de los cereales.

Este problema podría agravarse aún más. De acuerdo con las estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, el incremento de los precios de los alimentos ha elevado en 100 millones el número de personas que pasan hambre, de las cuales más de 10 millones son niños. Teniendo en cuenta que el nivel de precios supera actualmente el de 2009, es muy probable que esta cifra siga aumentando en 2011. Por consiguiente, se hace necesario reivindicar que el hambre en el mundo sea considerada algo más que un simple problema de cantidad. El debate en torno a un aumento de la producción como única solución para poner fin al hambre no deja de ser una creencia errónea. Aún en el caso de que se lograra proporcionar a todos los adultos 2.400 kilocalorías diarias, como se viene postulando repetidamente, el problema no estaría resuelto.

Se necesitan otras medidas como el enriquecimiento de los alimentos básicos y la biofortificación de cultivos con altos contenidos de micronutrientes. Asimismo, se debe suprimir la especulación con alimentos básicos y mantener los precios lo suficientemente estables como para que la gente pueda tener acceso no solo a los cereales, sino también a productos de alta calidad ricos en micronutrientes. La lucha contra el hambre oculta por parte de la tecnología y la política plantea uno de los principales desafíos para la seguridad alimentaria de la creciente población mundial“.

Hohenheim, octubre de 2011

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