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Es importante garantizar la ingesta adecuada de ARA y DHA en los bebés y los niños pequeños, especialmente en los países de ingresos bajos y medios

Publicado

8 junio 2017

Una nueva revisión analiza desde la perspectiva de la salud pública la importancia de la ingesta de ácido araquidónico (ARA) y ácido docosahexaenoico (DHA) durante los primeros años de vida (1). Hoy en día existen numerosos estudios científicos que describen los beneficios del ARA y el DHA en los sistemas metabólicos fundamentales asociados con la salud neurológica, cardiovascular e inmunológica. Por desgracia, hasta la fecha, las recomendaciones de los gobiernos con respecto a la ingesta de ARA y DHA en los bebés y niños pequeños han sido limitadas. Y ello a pesar de haberse demostrado que una ingesta adecuada es esencial para el desarrollo óptimo de los niños, sobre todo del corazón, el cerebro, los ojos y el sistema inmunitario. De hecho, el panel de Productos Dietéticos,Nutrición y Alergias (NDA) de la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) concluyó que, aunque la ingesta recomendada de ARA sea de 140 mg/día en los primeros seis meses, no es necesario añadir ARA a las fórmulas infantiles si estas ya contienen DHA (2). Esto provocó la respuesta de nutricionistas y médicos expertos en el campo, quienes adujeron que no existían evidencias que corroboraran esta opinión y que podría ser perjudicial proporcionar DHA en la dieta sin unos niveles adecuados de ARA (3, 4).

El nuevo artículo (1) señala que, si se siguen las recomendaciones de la OMS de ofrecer alimentación exclusiva con leche maternal durante 6 meses, los bebés recibirán un aporte de 190 mg/día de ARA y 130 mg/día de DHA a los 6 meses de edad (en el supuesto de que la ingesta de leche materna sea de 850 ml/día). Sin embargo, parece que la situación económica de la madre es importante, siendo la ingesta de ARA y DHA un 20-25 % más baja en los países en desarrollo que en aquellos con ingresos altos (5). Asimismo, se ha demostrado que la ingesta de DHA y ARA a través de alimentos complementarios en bebés de más edad es muy baja en países con recursos limitados, especialmente en Nepal, Bangladesh, Etiopia y Ruanda. De acuerdo con las estimaciones de los autores, cada año cerca de 22 millones de bebés están en riesgo de deficiencia de LC-PUFA (ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga).

El artículo señala también (1) que, a medida que va disminuyendo la ingesta de leche materna después de los seis meses de edad, es importante mantener el aporte de ARA y DHA asegurándose de que los alimentos complementarios (sólidos y líquidos) proporcionen una fuente adecuada de estos dos ácidos grasos. A esta edad, el sistema nervioso todavía se está desarrollando muy rápidamente y el ARA y el DHA son componentes esenciales de las paredes celulares en los tejidos del sistema nervioso.

Experimentos con animales (6) llevados a cabo recientemente han constatado que cuando se alimentó a crías de ratas con DHA/EPA sin utilizar ARA, los niveles circulantes de ARA en los fosfolípidos cerebrales descendieron casi un 50 %. Un efecto similar se observó en humanos cuando se alimentó a los bebés con una fórmula que contenía DHA pero no ARA, lo que provocó una disminución del 25 % en los niveles de ARA en la sangre (7).

El artículo de revisión (1) expresa preocupación por el hecho de que se utilicen ensayos controlados aleatorizados (ECA) con resultados nulos en poblaciones muy selectivas para indicar que la suplementación con ARA y DHA no es necesaria a escala mundial, a pesar de que una gran proporción de niños en todo el mundo, en especial en los países con bajos ingresos, se encuentran en riesgo de padecer una deficiencia de LC-PUFA durante los primeros años de vida. La lógica sugiere que la inclusión de ARA y DHA en las fórmulas infantiles debería ser obligatoria para proteger a los bebés que no puedan recibir un aporte adecuado a través de la leche materna. Además, los niveles que se añaden a las fórmulas infantiles y los preparados de continuación deberían ser iguales a los niveles medios globales de DHA y ARA en la leche materna.

REFERENCIAS

  1. Forsyth S, Gautier S, & Salem N; “The importance of dietary DHA and ARA in early life: a public health perspective”; Proceedings of the Nutrition Society, 2017; 1–6. http://doi.org/10.1017/S0029665117000313.
  2. EFSA NDA Panel; “Scientific opinion on the essential composition of infant and follow on formula”; EFSA J 2014; 12:3760.
  3.  Crawford MA, Wang Y, Forsyth et al.; “The European Food Safety Authority recommendation of polyunsaturated fatty acid composition of infant formula overrules breast milk, puts infants at risk, and should be revised”; PLEFA 2015; 102-103: 1-3.
  4. Brenna T.; “Arachidonic acid needed in infant formula when docosahexaenoic acid is present”; Nutr Rev 2016; 74; 329-336.
  5. Forsyth S, Gautier S and Salem N Jr; “Global estimates of dietary intakes of docosahexaenoic acid and arachidonic acid in developing and developed countries”; Ann Nutr Metab 2016; 68:256-267.
  6. Yonekubo A, Honda S, Okano M et al.; “Dietary fish pol alters rat milk composition and liver and brain fatty acid composition of fetal and neonatal rats”; J Nutr 1993; 123:1703-1708.
  7. Makrides M, Gibson RA, Udell T et al.; “Supplementation of infant formula with long-chain polyunsaturated fatty acids does not influence the growth of term infants”; Am J Clin Nutr 2005; 81: 1094-1101.

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