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  • OPINIÓN EXPERTA
  • 2014

La importante función de los ácidos grasos omega-3 en la tercera edad

Publicado

1 enero 2014

“La familia de los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga (LC-PUFA, por sus siglas en inglés) del tipo omega-3 (n-3) está conformada por el ácido eicosapen- tanoico (EPA, por sus siglas en inglés), el ácido docosahexaenoico (DHA, por sus siglas en inglés) y el ácido docosapentaenoico (DPA, por sus siglas en inglés), todos ellos derivados del ácido alfa-linolénico (ALA, por sus siglas en inglés). Aunque sus proporciones varían dependiendo de la fuente alimenticia, la prevalencia del DPA es típicamente menor que la del EPA y el DHA. En el proceso metabólico en humanos, el ALA puede ser convertido en EPA pero su conversión en DHA es ineficiente. Esta es la razón por la cual es importante obtener estos ácidos grasos directamente de la fuentes dietéticas. El pescado y el marisco representan la fuente natural más rica en LC-PUFA n-3. Otras fuentes incluyen la leche humana, las algas, los mamíferos de mar y el kril. Desafortunadamente, en el Reino Unido el consumo medio de pescado azul se encuentra muy por debajo de los valores de referencia. En el grupo de adultos mayores de 65 años, la ingesta es de solo 85 g por semana, en lugar de 140 g (1). Por ello, los suplementos nutricionales y los alimentos enriquecidos pueden convertirse en fuentes importantes de LC-PUFA n-3 (2). Actualmente, la ingesta media de EPA y DHA en Europa oscila entre 127 mg y 1278 mg al día, tomando en conjunto los alimentos y los suplementos nutricionales (3). En el Reino Unido, este valor es de solo 410 mg al día en la población de edad igual o mayor a 65 años, y aún menor en personas más jóvenes. Recientemente, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) informó de que para las per- sonas adultas era seguro el consumo prolongado de hasta 5 g al día de EPA y DHA provenientes de sup- lementos nutricionales y hasta 1,8 g al día de unicamente EPA proveniente de suplementos nutricionales (3).

La enfermedad cardiovascular (ECV) es una de las principales causas de muerte en el mundo. Se considera que los LC-PUFA n-3 tienen un efecto protector, el cual muy probablemente es debido a la reducción de las concentraciones de triglicéridos, a una mayor estabilidad de la placa, así como a efectos antitrombóticos o antiarrítmicos (4). Esto ha sido corroborado por evidencia sólida: un metaanálisis de 47 ensayos clínicos aleatorizados controlados mostró que los aceites de pescado (ingesta media de 3,25 g de EPA y/o DHA al día) reducen significativamente los niveles de triglicéridos en pacientes con altos niveles de lípidos (5). De forma similar, un ensayo clínico aleatorizado controlado, realizado en 40 individuos sanos entre 51 y 72 años de edad, encontró que el consumo de 3 g de aceite de pescado al día reducía los niveles de triglicéridos y la presión arterial sistólica (6). Por último, un estudio de cohortes realizado en EE. UU. en 2692 individuos adultos de edad media 74 años, encontró que altos niveles de LC-PUFA n-3 totales o individuales estaban significativamente asociados a una baja mortalidad, especialmente por muerte relacionada con una cardio- patía coronaria (7). Varios metaanálisis en los que se consideraron los efectos de los LC-PUFA n-3 sobre los indicadores de función cardiovascular arrojaron resultados poco claros. Es posible que los datos hayan sido influenciados por diversos factores, tales como 1) diferentes niveles iniciales de ácidos grasos omega-3 en glóbulos rojos, 2) variaciones en la fuente, el tipo, la combinación y la dosis de ácidos grasos omega-3, 3) diferencias entre los grupos de pacientes, es decir, ensayos de prevención primaria en contraposición a prevención secundaria e 4) inclusión en el metaanálisis de estudios cualitativamente diferentes. Tomando esto en consideración, una alta ingesta de LC-PUFA n-3 proveniente de aceites de pescado parece ser efectiva para mejorar los indicadores de función cardiaca.

En términos de directrices clínicas, la EFSA señala que la ingesta de 0,25 g a 0,5 g al día de EPA y DHA puede ejercer un efecto cardioprotector, mientras que la Sociedad Internacional para el Estudio de Ácidos Grasos y Lípidos recomienda que, para mantener la salud cardiovascular, es necesario consumir por lo menos 0,5 g al día de EPA y DHA. La Asociación Americana del Corazón recomienda el consumo de 1 g al día de EPA y DHA en pacientes con cardiopatía coronaria y un suplemento de 2 g a 4 g al día de EPA y DHA para pacientes con altos niveles de triglicéridos. La Comisión Europea aprobó dos solicitudes referentes a la salud cardiovascular (8): DHA y EPA contribuyen a mantener niveles normales de triglicéridos en sangre y una presión arterial normal.

El mantenimiento de una óptima función cognitiva es fundamental para un envejecimiento sano. Como sucede con el corazón, los diferentes ácidos grasos omega-3 pueden tener en el cerebro funciones distintas pero complementarias (9). Una revisión sistemática (10), la cual incluyó 14 estudios principalmente epide- miológicos, encontró que las dietas con alta relación de omega-6 por omega-3 estaban asociadas a un alto riesgo de deterioro cognitivo y demencia. El papel benéfico de los ácidos grasos omega-3 puede deberse a que el DHA es el principal componente de los fosfolípidos cerebrales y ayuda a regular la captación de glucosa por el cerebro, el transporte de iones, la transmisión del impulso nervioso, la liberación (y captación) de neurotransmisores y el secuestro de radicales libres, previniendo de este modo el estrés oxidativo (9). Adicionalmente, se cree que el ALA ayuda a la producción de cuerpos cetónicos y el EPA a la oxidación de los ácidos grasos, ambos de gran importancia para facilitar el suministro de glucosa al cerebro. El estudio OPAL sobre vejez sana encontró que una mayor ingesta inicial de pescado estaba asociada con una mejor función cognitiva (11). Igualmente, un estudio clínico aleatorizado controlado, realizado durante cinco semanas en 40 individuos adultos y personas mayores, reveló que un suplemento a base de aceite de pescado (3 g al día de LC-PUFA n-3) mejoró de forma significativa la memoria de trabajo (6). Algunos estudios, aunque no todos, sobre la gestión de trastornos cognitivos –tales como demencia, enfermedad de Alzheimer y depresión– han demostrado las ventajas del alto consumo de DHA y EPA (12-14). En general, parece haber un beneficio cognitivo ligado a los ácidos grasos omega-3, pero los resultados de estudios no son consistentes, posiblemente debido a la inclusión de personas sanas, a la baja retención, a la no detec- ción de bajos niveles de LC-PUFA n-3 iniciales, a las diferentes dosis y relación EPA/DHA, y a los inadecuados tamaño y duración del estudio.

En conclusión, existe evidencia sólida de que los LC-PUFA n-3 pueden ayudar a mantener la salud cardiaca y la función cognitiva. Desafortunadamente, la mayoría de las personas consume muy pocos LC-PUFA n-3 y su principal fuente natural, el pescado azul. Los dietistas pueden jugar un papel importante ayudando a las personas mayores a seguir las recomendaciones sobre la ingesta de LC-PUFA n-3, estimulando el consumo de pescado azul y suministrando información imparcial acerca de los suplementos de aceite de pescado”.

Basado en: Ruxton C. and Derbyshire E. Omega-3s for older adults. NHDmag.com. 2013; 88:17-19.

REFERENCIAS

  1. Bates B. et al. National Diet and Nutrition Survey Headline results from Years 1, 2 and 3 (combined) of the Rolling Programme (2008/2009 to 2010/11). Department of Health and the Food Standards Agency, London. 2012.
  2. Tur J. A. et al. Dietary sources of omega-3 fatty acids: public health risks and benefits. Br J Nutr. 2012; 107:23-52.
  3. EFSA. Scientific Opinion on the Tolerable Upper Intake Level of eicosapentaenoic acid (EPA), docosahexaenoic acid (DHA) and docosapentaenoic acid (DPA): EFSA Panel on Dietetic Products, Nutrition and Allergies (NDA). EFSA Journal. 2012; 10:2815.
  4. Ruxton C. H. S. et al. The impact of long-chain n-3 polyunsaturated fatty acids on human health. Nutrition Research Reviews. 2005; 18:113-129.
  5. Eslick G. D. et al. Benefits of fish oil supplementation in hyperlipidemia: a systematic review and meta-analysis. International Journal of Cardiology. 2009; 136:4-26.
  6. Nilsson A. et al. Effects of supplementation with n-3 polyunsaturated fatty acids on cognitive performance and cardiometabolic risk markers in healthy 51 to 72-year old subjects: a randomized controlled crossover study. Nut J. 2012; 11:99-107.
  7. Mozaffarian D et al. Plasma phospholipid long-chain n-3 fatty acids and total and cause-specific mortality in older adults: a cohort study. Ann Intern Med. 2013; 158:515-525.
  8. European Parliament and Council. Commission regulation establishing a list of permitted health claims made on foods, other than those referring to the reduction of disease risk and to children’s development and health. 2012.
  9. Freemantle et al. Omega-3 fatty acids, energy substrates and brain function during aging. Prostaglandins, Leukotrienes and Essential Fatty Acids. 2006; 75:213-220.
  10. Loef M. and Walach H. J. The omega-6/omega-3 ratio and dementia or cognitive decline: a systematic review on human studies and biological evidence. Nutr Gerontol Geriatr. 2013; 32:1-23.
  11. Dangour A. D. et al. Fish consumption and cognitive function among older people in the UK: baseline data from the OPAL study. The Journal of Nutrition, Health & Aging. 2009; 13:198-202.
  12. Sinn N. et al. Effects of n-3 fatty acids, EPA v. DHA, on depressive symptoms, quality of life, memory and executive function in older adults with mild cognitive impairment: a six-month randomized controlled trial. Br J Nutr. 2012; 107:1682-1693.
  13. Scheltens P. et al. Efficacy of Souvenaid in mild Alzheimer’s disease: results from a randomised, controlled trial. J Alzheimers Dis. 2012; 31:225-236.
  14. Sublette M. E. et al. Meta-analysis of the effects of eicosapentaenoic acid (EPA) in clinical trials in depression. Journal of Clinical Psychiatry. 2012; 72:1577-1584.

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