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  • OPINIÓN EXPERTA
  • 2013

El hambre oculta en el mundo desarrollado

Publicado

15 noviembre 2013

“Existe la percepción popular de que la mayoría de las personas que viven en los países desarrollados disfrutan de una dieta saludable y nutritiva y no son víctimas del hambre oculta o la malnutrición crónica de micronutrientes. La realidad es, sin em- bargo, bien diferente. Las deficiencias de micronutrientes se dan tanto en el mundo desarrollado como en los países en vías de desarrollo, y el aumento actual de su incidencia en el mundo desarrollado es motivo de preocupación. La evidencia que se desprende de las encuestas de consumo realizadas en países occidentales como EE. UU., Canadá, Alemania, Francia y Reino Unido, entre otros muchos, indica que no se alcanza el consumo mínimo de ciertos micronutrientes tomando como referencia las cantidades diarias re- comendadas (CDR) (1, 2). Este es el caso concreto del ácido fólico, la vitamina D, la vitamina E, el hierro y el yodo. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el déficit de micronutrientes podría provocar a largo plazo una gran cantidad de problemas de salud: Entre otros, perjudica el desarrollo cognitivo, disminuye la resistencia a las enfermedades e incrementa los riesgos durante el parto tanto para las madres como para los hijos.

El aumento de la pobreza en los países industrializados, donde los principales afectados son los niños, es un problema que a menudo se pasa por alto. Ser pobre está asociado en muchos casos con tener una aliment- ación deficitaria y una dieta poco variada, lo que significa que los niños que viven en países ricos también pueden sufrir de malnutrición. En el Reino Unido, por ejemplo, los casos de raquitismo se han cuadriplicado en los últimos 15 años debido a que muchas mujeres embarazadas y niños pequeños no obtienen suficiente vitamina D. Lamentablemente, este hecho parece interesar a muy poca gente. Los hábitos alimentarios están muy polarizados en el mundo desarrollado. Mientras que las personas con un alto nivel económico y educativo poseen los recursos para llevar un estilo de vida y una dieta más sanos, aquellas con menos in- gresos que viven en ‘desiertos alimentarios’ y que no tienen un buen conocimiento sobre nutrición con fre- cuencia no tienen acceso o no pueden permitirse una alimentación sana y equilibrada o bien no disponen de los medios para tomar las decisiones correctas. Cuanto más variada sea la dieta, más saludable será esta. Para que los niños tengan un peso y un crecimiento normal, es imprescindible que tomen alimentos de difer- entes fuentes. La variedad de la alimentación depende de factores como, por ejemplo, que haya diferentes alimentos disponibles y que estos sean asequibles. Precisamente esta falta de variedad es la responsable de la malnutrición y de todas sus consecuencias dañinas. Hay distritos tanto en entornos urbanos como en zonas rurales en los que las tiendas no disponen de un surtido de alimentos frescos y nutritivos necesarios para una dieta equilibrada. Estas áreas se caracterizan normalmente por la presencia de autoservicios que venden únicamente alimentos procesados y de restaurantes de comida rápida. De este modo, los habitantes que, por cualquier razón, no pueden desplazarse en busca de una alimentación mejor se encuentran en una situación en la que pueden comprar alimentos, pero el valor nutricional de los mismos es insuficiente.

Cabría señalar que en todos los contextos culturales y geográficos la cuestión del acceso a los alimentos tiene muchas dimensiones y existen diversos factores que pueden combinarse para evitar que una persona o un grupo de personas disfrute de una dieta equilibrada. Algunos de estos factores son, por ejemplo, la fata de movilidad (falta de transporte o movilidad física debido a una enfermedad o dolencia), la falta de poder adquisitivo y la falta de conocimientos sobre los principios nutricionales básicos. En las sociedades más ricas del mundo hay personas, ya sea en hospitales, residencias u hospicios, viviendo en casas precarias o durm- iendo a la intemperie, que no tienen acceso a algo tan ‘simple’ como una alimentación sana y equilibrada.

Las consecuencias a largo plazo de la malnutrición y el hambre oculta en el mundo desarrollado son im- portantes. Por ejemplo, se sabe que unos niveles inadecuados o insuficientes de vitamina D constituyen un factor de riesgo de fracturas y de ciertos tipos de cáncer como el de mama o el de próstata, y de varias en- fermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple, la artritis reumatoide y la diabetes tipo 1 (3). Muchas personas tienen unos niveles séricos bajos de vitamina D (medida como 25-hidroxi-vitamina D) debido a la dificultad de acceder a fuentes naturales de esta vitamina. Esto se puede atribuir, por ejemplo, a factores como la ausencia de pescado de mar fresco en la dieta, un estilo de vida sedentario y la consiguiente falta de exposición a la luz solar, y el hecho de habitar en países de latitudes altas. La reducción de los costes directos e indirectos asociados con las enfermedades mencionadas anteriormente se ha realizado con base en ensayos aleatorizados controlados que utilizaron un aporte de 200–800 UI de vitamina D para alcanzar un nivel adecuado en el organismo. Las evaluaciones realizadas por varios grupos de investigación indican que la carga económica de los costes sanitarios directos e indirectos derivados de unos niveles insuficientes de micronutrientes en el mundo desarrollado podría ascender a miles de millones de euros (4, 5).

Tenemos pruebas claras de que los ingresos están relacionados con la seguridad alimentaria, y hay una serie de datos que demuestran que una alimentación equilibrada guarda relación con un nivel de ingresos y de educación más alto. Necesitamos evaluar la seguridad alimentaria, sobre todo en el caso de las mujeres y los niños que viven en condiciones de pobreza, ya que un aporte insuficiente de micronutrientes en el peri- odo crítico de 1000 días desde la gestación podría, también en los países desarrollados, tener un impacto en el posterior crecimiento y, por lo tanto, en la situación económica y la futura salud del niño. Los primeros 1000 días de vida de un niño desde el embarazo hasta los dos años de edad ofrecen una oportunidad única para moldear un futuro más sano y próspero. Una nutrición adecuada durante este periodo puede tener un profundo impacto en la capacidad del niño para crecer, aprender y superar la pobreza. Del mismo modo, puede sentar las bases a largo plazo para la salud, la estabilidad y la prosperidad de una sociedad.

Es posible que la magnitud de este problema se sobreestimado en el mundo desarrollado. Sin embargo, mi- entras carezcamos de datos de suficiente calidad sobre este tema, deberíamos preocuparnos por este pro- blema. La ciencia de la nutrición se basa en la biología molecular, por una parte, y en la investigación rel- ativa a la obesidad, por otra. Ambas poseen un excelente lobby movido por criterios económicos. La mal- nutrición, sin embargo, no está en el foco de atención de los científicos expertos en nutrición, a pesar de que su impacto es tan grave como el de la sobrealiementación”.

Basado en: Biesalski H.-K. Hidden Hunger in the Developed World. In: The Road to Good Nutrition. Karger Medical and Scientific Publishers. 2013.

REFERENCIAS

  1. Roman Viñas B. et al. Projected prevalence of inadequate nutrient intakes in Europe. Ann Nutr Metab. 2011; 59:84-95.
  2. Fulgoni V. L. et al. Foods, fortificants, and supplements: where do Americans get their nutrients? J Nutr. 2011; 141:1847–1854.
  3. Bischoff-Ferrari H. Health effects of vitamin D. Dermatol Ther. 2010; 23(1):23–30.
  4. Grant W. B. et al. Estimated benefit of increased vitamin D status in reducing the economic burden of disease in Europe. Prog Biophys Mol Biol. 2009; 99:104–113.
  5. Zittermann A. The estimated benefits of vitamin D for Germany. Mol Nutr Food Res. 2010; 54(8):1164–1171.

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