Por otro lado, la mayoría de los estadounidenses no alcanzan a través de la alimentación el nivel de nutrien- tes recomendado por la Food and Drug Administration (FDA), sobre todo porque no comen suficiente fruta, verdura y pescado. Los datos de los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU. indican que más del 80 % de la población mayor de cuatro años no consume suficientes vitaminas D y E (1). Más de un tercio ingiere un nivel insuficiente de calcio y vitaminas A y C. Probablemente también falten otros nutrientes esenciales, como ácidos grasos omega 3 y selenio, pero no hay niveles de ingesta recomendados por parte del gobier- no. Las deficiencias rutinarias de nutrientes esenciales impiden que el cuerpo funcione de forma óptima y pueden constituir un motivo suficiente para tomar suplementos, aunque las enfermedades por deficiencia como el escorbuto o la pelagra sean extremadamente infrecuentes hoy en día. Los suplementos pueden ayudar a resolver las deficiencias en personas con desnutrición por falta de apetito, que no absorben bien las vitaminas de la dieta o padecen enfermedades pancreáticas, hepáticas o nefrológicas, las que tienen problemas de alcoholismo o las que se han sometido a cirugía de bypass gástrico. Varios estudios demuest- ran que los pacientes que han sufrido un infarto o padecen coronariopatías se benefician de los suplementos de ácidos grasos omega 3 (2), mientras que a las personas con niveles anormalmente elevados de triglicéri- dos se les pueden recetar suplementos farmacéuticos de omega 3.
Actualmente, muchos científicos están reuniendo pruebas sobre los beneficios a corto plazo de la suple- mentación, como el refuerzo de la respuesta inmunitaria y el retraso del deterioro cognitivo. Y, en cuanto a los beneficios a largo plazo, esperan abordar el mayor reto: demostrar que los suplementos reducen el riesgo de cáncer, enfermedades cardiovasculares y Alzheimer. En un estudio reciente, la suplementación con alfa tocoferol, una versión de la vitamina E antioxidante, ralentizó el progreso de la enfermedad de Alzhei- mer en 6,2 meses en comparación con un placebo (3). El grupo de la vitamina E registró incluso mejores resultados que el grupo que tomaba memantina, el fármaco para el Alzheimer. Además, un nuevo estudio ha demostrado que los ácidos grasos omega 3 del pescado ―ácido docosahexaenoico (DHA) y ácido eicosa- pentaenoico (EPA)― reducen el riesgo de episodios coronarios adversos en la población en general (4). Los suplementos pueden hacer algo más que ayudar a evitar deficiencias o insuficiencias de nutrientes. Los científicos están esforzándose por diseñar estudios que investiguen el impacto de la suplementación en personas sanas. El reto está en demostrar de qué modo permanece sano el grupo con suplementación frente al grupo control con placebo».
Basado en: Bomgardner M. M. Supplemental Science. Chemical & Engineering News. April 2014; 92(16):10–15.