«El desarrollo del cerebro está sometido a complejos procesos de interacción permanente entre factores genéticos y ambientales. Aunque hay muchos factores ambientales que contribuyen al desarrollo cerebral, la nutrición tiene una importancia especial por el papel que desempeñan los nutrientes en las vías metabólicas y los componentes estructurales. Se sabe, por ejemplo, que una deficiencia alimentaria durante los periodos fundamentales de desarrollo puede dar lugar a cambios permanentes en el cerebro. Revisten especial importancia el folato y las vitaminas B que participan en el metabolismo del carbono uno (C1) y en la producción de S-adenosilmetionina (SAM), un donante universal de grupos metilo necesario en varias reacciones, incluida la producción de neurotransmisores. Las vitaminas B son necesarias para las vías metabólicas esenciales del cerebro y fundamentales en todos los aspectos del desarrollo y el mantenimiento de la salud del cerebro en todo el ciclo vital (1).
Durante el embarazo, es básico mantener un nivel óptimo de folato para el crecimiento y el desarrollo de la placenta y del feto. En estos meses, la concentración materna de folato disminuye aproximadamente hasta el 50 % del nivel que se tiene fuera del embarazo. Esto se debe en parte a una mayor necesidad de folato para la rápida proliferación celular y crecimiento tisular del útero y la placenta, el crecimiento del feto y la expansión del volumen sanguíneo de la madre. Hay pruebas irrefutables de que la complementación con ácido fólico protege de la aparición (9) y la recurrencia (10) de defectos del tubo neural, pruebas que han dado lugar a recomendaciones gubernamentales establecidas en todo el mundo que aconsejan a todas las mujeres con intención de quedarse embarazadas que consuman 400 microgramos de ácido fólico al día desde antes de la concepción hasta el final del primer trimestre de gestación (2). Este efecto protector de la complementación con ácido fólico tiene lugar en las primeras etapas del embarazo, cuando se produce el cierre del tubo neural (aproximadamente 21-28 días tras la concepción). Cada vez hay más datos de estudios observacionales y experimentales que indican que la nutrición en el útero puede afectar al desarrollo cognitivo posterior de la progenie. Dado que el cerebro del feto se desarrolla con rapidez, la ingesta materna deficiente de los principales nutrientes durante el embarazo puede influir en el desarrollo de la estructura y los componentes del cerebro. El folato y las vitaminas B metabólicamente relacionadas son fundamentales durante todo el desarrollo cerebral por su participación en la transcripción, la síntesis de nucleótidos, la producción de neurotransmisores y los procesos de metilación, incluida la metilación del ADN (3).
Numerosos estudios observacionales parecen corroborar la importancia de un nivel adecuado de folato en la madre para el rendimiento cognitivo posterior del niño (4-7). Aparte de la salud cognitiva, también hay estudios que vinculan un nivel bajo de folato en la madre con el aumento de problemas de comportamiento (8), falta de atención e hiperactividad (9) y de problemas emocionales (10), lo que justificaría una mayor investigación. Teniendo en cuenta que durante el periodo de crecimiento rápido del feto en el embarazo se produce un gran desarrollo estructural y sináptico en zonas fundamentales del cerebro, como el hipocampo, es preciso realizar más estudios para investigar a fondo el efecto potencial del folato durante la gestación y determinar si tal efecto es específico de determinadas etapas del embarazo o si quizá se extiende a todos los trimestres. También se ha investigado el efecto del nivel alimentario y sanguíneo de folato en el rendimiento cognitivo de niños pequeños y adolescentes. En un reciente estudio se observó que la baja concentración plasmática de folato y vitamina B12 llevaba asociado un menor rendimiento cognitivo medido en niños de entre 12 y 18 meses (11). Además, una investigación en adolescentes (de 15 años) mostró que la mayor ingesta diaria de folato comportaba claramente mayores logros académicos (12). Por su parte, un estudio observacional indicó que un mayor nivel de folato medido en niños de entre 6 y 16 años estaba asociado a un mayor rendimiento de lectura en los participantes de la cohorte del National Health and Nutrition Examination Survey III de EE. UU. (13).
La disfunción cognitiva es un problema habitual en la población de más edad y su gravedad oscila entre el deterioro cognitivo leve y tipos más progresivos de demencia; estos últimos hacen referencia a un estado en el que la enfermedad es suficiente para dificultar la vida normal. Hay nuevos datos que sugieren que, debido a su papel fundamental en el metabolismo del C1, el nivel insuficiente de folato y vitaminas del grupo B metabólicamente relacionadas y/o la concentración elevada de homocisteína pueden estar relacionados con la disfunción cognitiva y la demencia. En una revisión de estudios se observó que, de 100 estudios transversales y prospectivos, 90 mostraban una conexión entre la concentración elevada de homocisteína y/o la baja concentración de vitaminas B y la disfunción cognitiva (14). La mayoría de estos estudios han girado en torno a la elevada concentración de homocisteína en plasma y/o a un nivel insuficiente combinado de folato y vitamina B12 y, en mucho menor grado, de vitamina B6. A partir de las asociaciones positivas de los datos epidemiológicos, varios ensayos clínicos aleatorizados han investigado los posibles beneficios de la complementación con vitamina B para la salud cognitiva. Sin embargo, muchos de estos ensayos no han tenido el alcance y la duración suficientes para detectar ningún efecto en los participantes con un nivel óptimo existente de vitamina B o con demencia avanzada, en los que el efecto beneficioso no es probable. Además, la mayoría de los ensayos con intervenciones evaluaron el rendimiento cognitivo a base de cuestionarios; muy pocos ensayos clínicos han investigado el efecto de las vitaminas del grupo B en la disfunción cognitiva utilizando métodos directos, como las técnicas de obtención de imágenes del cerebro, que podrían proporcionar una medida más contundente de los cambios cerebrales a largo plazo, incluido el impacto de las intervenciones nutricionales.
Las pruebas más sólidas hasta la fecha proceden del estudio VITACOG, en el que se administró a pacientes con deterioro cognitivo leve (sin demencia) complementos de ácido fólico (800 microgramos/día), vitamina B12 (500 microgramos/día) y vitamina B6 (20 mg/día) o placebo durante un periodo de 2 años. Los resultados mostraron que los complementos de vitaminas del grupo B habían reducido el ritmo de deterioro cognitivo, evaluado a base de pruebas cognitivas con cuestionarios (15). Aún más destacable es el hecho de que este mismo estudio observó también una reducción de la atrofia cerebral de aproximadamente el 30 %, medida con estudios de IRM, tras el tratamiento con vitamina B (16). El efecto fue mayor en los participantes con la concentración basal de homocisteína más elevada (superior a 13 micromoles/litro), entre los cuales se observó una reducción general del índice de atrofia cerebral del 53 %, mientras que no se registró ningún efecto en los del último cuartil (inferior a 9,5 micromoles/litro). Además, cuando se analizó en más profundidad una submuestra de la cohorte de VITACOG, los investigadores afirmaron que el tratamiento con vitamina B había reducido la atrofia cerebral hasta 7 veces, específicamente en regiones de materia gris vulnerables a la enfermedad de Alzheimer, como el hipocampo bilateral y el cerebelo. Por último, al examinar la contracción cerebral por cuartiles, se observó que el mayor deterioro cognitivo aparecía en los participantes con mayor índice de contracción (17). Lo más importante es que tanto el folato como las vitaminas B12 y B6 son necesarios para reducir la concentración de homocisteína, por lo que quizá es la combinación de vitaminas del grupo B, y no un enfoque monoterapéutico con vitamina B, lo que se precisa para optimizar el metabolismo de C1.
Sin embargo, hace falta seguir investigando tanto en grupos sanos como en grupos con deterioro cognitivo para explorar el efecto propuesto. Si las vitaminas del grupo B pueden realmente ralentizar o prevenir la disfunción cognitiva en personas mayores sanas, podrían suponer una estrategia preventiva de salud pública rentable en poblaciones en proceso de envejecimiento».
Basado en: McGarel C. et al. Emerging roles for folate and related B-vitamins in brain health across the lifecycle. Proceedings of the Nutrition Society. Published online November 2014.