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  • OPINIÓN EXPERTA
  • 2012

Ha llegado la hora de revitalizar la investigación sobre las vitaminas

Publicado

15 septiembre 2012

«Las incertidumbres sobre la cantidad de vitaminas que debe consumir una persona para disfrutar de una salud óptima se reflejan, por ejemplo, en las recomendaciones de ingesta en la dieta de los distintos organismos y comités científicos nacionales. Lo más interesante es que, para algunas vitaminas, las recomendaciones varían hasta en 2,5 veces, aun entre países europeos con similar nivel socioeconómico. Este es uno de los resultados de una nueva revisión que compara la ingesta vitamínica media en la dieta según los datos de consumo de alimentos de varios países (1). Tras analizar los datos sobre la ingesta de alimentos de EE. UU., Reino Unido, Países Bajos y Alemania, los investigadores concluyeron que la mayoría de los consumidores no alcanza la cantidad recomendada. Esta diferencia es más pronunciada con las vitaminas liposolubles y el folato y menos notable con la vita-mina C. Obviamente, no alcanzar la ingesta de referencia de una vitamina no significa que haya una defi-ciencia, ya que las recomendaciones siempre dejan un margen de seguridad definido estadísticamente. La cuestión principal es, por supuesto, si esta situación es preocupante y, de serlo, iniciar campañas para aumentar la ingesta de vitaminas o considerar si es preciso revaluar las recomendaciones.

La evaluación de la ingesta alimentaria solo facilita un cálculo aproximado de la ingesta de nutrientes. Este enfoque está perdiendo precisión al aumentar el espectro de alimentos, incluidos los productos que contie-nen vitaminas añadidas para proporcionar beneficios para la salud. Además, el uso de suplementos es un factor crucial, pero la frecuencia de uso es diferente en los distintos grupos poblacionales. Por ejemplo, los consumidores que ya llevan una dieta saludable tienden a tomar suplementos con más frecuencia que los que comen peor, que son quienes más podrían beneficiarse de la suplementación. También es sabido que toman más suplementos las mujeres que los hombres. Por lo tanto, la diversificación de estilos de vida, así como la cartera creciente de productos alimentarios, dificulta mucho más que antes la evaluación de la ingesta en la dieta.

Las necesidades vitamínicas de una persona se desconocen en gran medida y pueden depender de abundan-tes factores, como la dieta, la actividad física, el tiempo al aire libre, la edad, el tabaco, la medicación y muy probablemente otros muchos parámetros. Lo que ha quedado demostrado en la última década es que la variación genética que participa en la absorción, la distribución, el metabolismo y la función de las vitaminas también afecta a su nivel. Por ejemplo, una cantidad elevada de la vitamina A de una dieta media proviene del betacaroteno. Se ha comprobado que las variaciones genéticas (polimorfismos) de un gen determinado influyen en la actividad enzimática, con los consiguientes efectos en la tasa de conversión del betacaroteno de la dieta en vitamina A (2). Tenemos otros ejemplos de la contribución genética en el metabolismo de la vitamina D (3), el nivel de folato y el riesgo de enfermedades (4) y el nivel de vitamina C (5). Algunos de los polimorfismos hallados son bastante frecuentes entre la población, y es posible que su presencia haya alterado otros estudios sobre suplementación vitamínica que no pudieron demostrar sus beneficios o, aún peor, presentaron incidencias crecientes de enfermedad en los grupos de tratamiento. Por lo tanto, aparte de la ingesta alimentaria, en la absorción, la distribución, el metabolismo, el nivel y la función de las vitaminas también influye en la variación genética. Además, al menos con algunas vitaminas, la microflora intestinal también puede contribuir al nivel vitamínico del receptor (6). A pesar de que la investigación en este terreno está en pleno desarrollo, no hay iniciativas recientes encaminadas a validar y cuantificar la contribución de la microflora intestinal, por ejemplo, en la síntesis vitamínica o el metabolismo del receptor.

Así como en los países en desarrollo las deficiencias vitamínicas todavía son una causa importante de enfer-medad, en las sociedades desarrolladas el problema es que la diversificación de estilos de vida puede crear por un lado subgrupos de riesgo con ingestas que superan los niveles de seguridad y, por otro, subgrupos que no alcanzan los valores recomendados. Cabe esperar que el nuevo estudio (1) estimule nuevos debates sobre la cantidad de vitaminas realmente necesaria y sobre cómo suministrarla. Dado que es posible que los métodos de evaluación poblacional y los ensayos de enriquecimiento no sean muy útiles a este respecto, debemos evaluar el estado vitamínico en el nivel personal, un enfoque fundamental para respaldar la evolu-ción de la medicina y la nutrición personalizadas. Por supuesto, no es una tarea insignificante. Todavía carecemos de biomarcadores que reflejen el nivel de algunas vitaminas. Sin embargo, las ciencias de la vida ofrecen multitud de tecnologías y dispositivos inteligentes nuevos que pueden utilizarse para analizar glóbulos, plasma, orina u otros fluidos corporales y muestras para definir nuevos biomarcadores válidos. Revitalicemos pues la investigación sobre las vitaminas hacia una segunda “edad dorada” de la ciencia nutricional».

Basado en: Jürgen Stolz and Hannelore Daniel. A celebration of 100 years of vitamin research but time to revitalise the science. British Journal of Nutrition. 2012; 108(4):574–576.

REFERENCIAS

  1. Troesch B. et al. Dietary surveys indicate vitamin intakes below recommendations are common in representative Western countries. Br J Nutr. 2012; 108:692–698.
  2. Lietz G. et al. Importance of β,β-carotene 15,15′-monooxygenase 1 (BCMO1) and β,β-carotene 9′,10′-dioxygenase 2 (BCDO2) in nutrition and health. Mol Nutr Food Res. 2012; 56:241–250.
  3. Ahn J. et al. Genome-wide association study of circulating vitamin D levels. Hum Mol Genet. 2010; 19:2739–2745.
  4. Yin M. et al. Meta analysis of the association between MTHFR C677T polymorphism and the risk of congenital heart defects. Ann Hum Genet. 2012; 76:9–16.
  5. Cahill L. E. and El-Sohemy A. Vitamin C transporter gene polymorphisms, dietary vitamin C and serum ascorbic acid. J Nutrigent Nutrigenomics. 2009; 2:292–301.
  6. Hill M. J. Intestinal flora and endogenous vitamin synthesis. Eur J Cancer Prev. 1997; 6:43–45.

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