Hierro
El hierro está presente en los alimentos en dos formas: como hierro incorporado al grupo hemo en las carnes (Fe2+) o como hierro no hemo (Fe3+), menos aprovechable, en los demás alimentos. La biodisponibilidad del hierro (no hemo) de la dieta puede ser aumentada mediante el consumo simultáneo de vitamina C y/o vitamina A, mientras que un consumo excesivo de otros iones metálicos (p. ej. zinc, cobre o manganeso) puede inhibir su absorción debido a la formación de complejos de baja solubilidad (40). La absorción del hierro se lleva a cabo principalmente en el intestino delgado y posteriormente es incorporado a la ferritina (proteína almacenadora del hierro) o transportado en el plasma a las células y tejidos a través de la proteína transportadora (transferrina). Cerca del 80 % del hierro en el organismo se encuentra formando parte de moléculas biológicamente activas: la mayor parte se requiere para la síntesis de hemoglobina (41) – como molécula transportadora de oxígeno en los glóbulos rojos (eritrocitos) – y solo una pequeña parte para la síntesis de mioglobina (molécula almacenadora de oxígeno en el tejido muscular), los compuestos de la cadena respiratoria en la mitocondria y las enzimas dependientes de hierro (42). Cerca del 20 % del contenido de hierro está unido a proteínas (como la ferritina) en los órganos de almacenamiento, sobre todo en el hígado, el bazo, la mucosa intestinal y la médula ósea. Mientras que la cantidad del hierro en reserva regula la absorción del hierro no hemo, la absorción del hierro hemo, que se absorbe más fácilmente, es independiente de esta. La determinación de los niveles de ferritina en la sangre aporta un indicador fiable sobre la situación de consumo del hierro.
Debido a que no existe un mecanismo que regule la eliminación del hierro, el excesivo consumo en la dieta no puede ser compensado por una mayor eliminación. Según algunos estudios, muy elevados niveles de ferritina por largos periodos de tiempo pueden conducir a que aumente el riesgo de ateroesclerosis e infarto de miocardio (43, 44). Sin embargo, muchas otras investigaciones contradicen tal asociación (45-47). Los efectos oxidativos del hierro y la posibilidad de que, debido al estrés oxidativo, se generen neoplasias que preceden al cáncer de colon, condujeron a la hipótesis de que el alto consumo de hierro podría contribuir a aumentar el riesgo de cáncer de colon (48). No obstante, hasta ahora en ningún estudio se ha observado tal efecto (49). Se han observado efectos adversos gastrointestinales en niños menores de 3 años que consumieron accidentalmente más de 900 mg de hierro a través de compuestos de alta dosificación (50).
Después de evaluar los estudios disponibles, el Instituto de Medicina de EE. UU. decidió establecer una ingesta máxima tolerada para adultos de 45 mg en total, proveniente de todas las fuentes (51). Por encima de esta cantidad debería considerarse posible la aparición de efectos colaterales gastrointestinales (p. ej. estreñimiento). Por su parte, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria consideró insuficiente la documentación para definir una ingesta máxima tolerada (52).
Selenio
El selenio es un oligoelemento encontrado particularmente en alimentos de origen animal ricos en proteínas (p. ej. pescado, carne, vísceras y huevos) así como en algunos alimentos de origen vegetal (p. ej. plantas leguminosas, nueces y setas) como componente de aminoácidos (selenocisteína y selenometionina). Los compuestos inorgánicos de selenio son importantes sobre todo en los suplementos dietéticos y los medicamentos. El selenio ingerido se absorbe en el intestino delgado. Su tasa de absorción depende del tipo, la cantidad y la fuente del compuesto ingerido así como de la interacción con otras sustancias de la dieta (como azufre y metales pesados); por el contrario, el estado nutricional del selenio no tiene influencia sobre la absorción (53). Una vez absorbido, el selenio llega a través de la sangre al hígado, donde se acumula en proteínas como la selenoproteína P, las cuales son transportadas por el torrente sanguíneo a los tejidos. Las concentraciones más altas se encuentran en hígado, riñón, corazón, bazo, cerebro, gónadas (en particular los testículos), eritrocitos y trombocitos. Sin embargo, la mayor parte del selenio, debido a su alto peso, se encuentra en el músculo esquelético, donde se acumula entre un 40 y 50 % del selenio en el organismo. Mientras que el selenio en el interior de las células, como los eritrocitos, las células del sistema inmune y los trombocitos, es un componente fundamental de diversas enzimas y proteínas (p. ej. las glutatión peroxidasas con efecto antioxidante), el selenio extracelular se encuentra ligado a proteínas plasmáticas (selenoproteína P, beta-globulina y albúmina).
La selenometionina proveniente de la dieta puede reemplazar de manera no específica al aminoácido sulfurado metionina en la síntesis de proteínas. Para la síntesis de la cadena peptídica de proteínas y enzimas dependientes del selenio se emplea la selenocisteína. El selenito y selenato inorgánicos son empleados como precursores para la síntesis de selenocisteína. La eliminación del selenio se lleva a cabo principalmente a través del riñón y depende tanto del estado nutricional del mineral como de la cantidad ingerida. A diferencia de otros oligoelementos, como el hierro, el cobre y el zinc, cuyos niveles circulantes son controlados principalmente por la absorción en el intestino delgado, la regulación del selenio se lleva a cabo predominantemente mediante la eliminación por vía renal y, en caso de un exceso, también a través de la respiración (54).
Algunos estudios observacionales y de intervención han proporcionado indicios de que el elevado consumo de selenio podría contribuir a disminuir el riesgo de desarrollar diferentes tipos de cáncer (55-57) y diabetes tipo 2 (58). Esta posible asociación ha sido evaluada a fondo en estudios clínicos recientes (también en combinación con otros micronutrientes): en el estudio SELECT, el consumo diario de 200 microgramos de selenometionina tomada como suplemento único (cerca de 4 veces el consumo recomendado) y en combinación con vitamina E no condujo a reducir el riesgo de desarrollar cáncer de próstata (59). En el estudio SU.VI.MAX se observó que el consumo selectivo de selenio en combinación con vitamina C, vitamina E, betacaroteno y zinc no tuvo ninguna influencia en el desarrollo de enfermedades crónicas como cáncer, diabetes y enfermedades cardiovasculares al realizar la comparación con el grupo placebo (60). En el mismo estudio, los participantes con niveles séricos normales de antígeno prostático (una prueba para el diagnóstico de carcinoma prostático) parecieron tener un riesgo significativamente menor de desarrollar cáncer de próstata, mientras que los participantes con niveles elevados del antígeno mostraron un riesgo levemente elevado (61). Esto no fue observado en el estudio SELECT (59, 62). Los resultados de los estudios para identificar una posible asociación entre el consumo de selenio y el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 son parcialmente contradictorios. Algunas investigaciones indican un efecto preventivo (58, 63) mientras otras hablan del efecto contrario (64).
Teniendo en cuenta los resultados de los estudios, el Instituto de Medicina de EE. UU. decidió establecer una ingesta máxima tolerada (UL) para adultos de 400 microgramos de selenio al día, proveniente de todas las fuentes (65). La Comisión Científica de la Alimentación Humana de la Unión Europea estableció la ingesta máxima tolerada en 300 microgramos de selenio al día para adultos (66).