Dra. Helena Pachón, Rollins School of Public Health, Atlanta, USA
Helena Pachón es Profesora Asociada de Investigación en la Rollins School of Public Health de Atlanta, EE. UU. Su equipo ha participado en una evaluación sistemática de la eficacia de la fortificación de la harina para prevenir la anemia. Descubrieron que cada año de fortificación de la harina estaba asociado con una reducción de un 2,4 % en la prevalencia de la anemia. Tal reducción no se observó en los países que no aplicaron la fortificación.
Lamentablemente, la prevalencia mundial de la anemia ha disminuido muy poco en los últimos años. Este problema adquiere especial gravedad en países de ingresos medios y bajos. En estos países, la prevalencia de la anemia sigue siendo superior al 40 % en los niños en edad escolar y las mujeres en edad fértil (1). El origen más común de la anemia es la falta de hierro en la dieta, si bien también puede estar causada por infecciones y enfermedades.
La fortificación de los alimentos es un medio eficaz de abordar el problema de la anemia. Los nutrientes a los que se recurre son aquellos que promueven la síntesis de la hemoglobina, como los minerales cobre, hierro, selenio y zinc, así como las vitaminas A, B2, B6, B9 (ácido fólico), B12 y E.
Actualmente, la fortificación de la harina de trigo (y, en algunos casos, también la de maíz) es obligatoria en 81 países. La fortificación que se emplea con más frecuencia para prevenir la anemia es una combinación de hierro y ácido fólico. Pese a todo, la eficacia de la fortificación de la harina en la reducción de la anemia ha aportado resultados inconsistentes. De ahí que el equipo de Helena Pachón (1) decidiera examinar a fondo datos verificados representativos del país en relación con la incidencia de la anemia y los niveles de fortificación. Después de ajustar los resultados por el índice de desarrollo humano (IDH) y la malaria, descubrieron que cada año de fortificación de la harina estaba asociado con una reducción de un 2,4 % en la prevalencia de la anemia. Esta reducción no se observó en los países que no practicaban la fortificación. Hubo cierta limitación en la generalizabilidad de los resultados debida a diferencias geográficas, ya que, por ejemplo, la mayoría de los países latinoamericanos implementa la fortificación, mientras que los africanos tienen a no hacerlo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció en 2012 el objetivo global de reducir a la mitad las tasas de anemia en mujeres en edad reproductiva para el año 2025 (3). Los costes estimados para la fortificación con hierro de alimentos básicos para niños pequeños ascienden a tan solo 20 centavos de dólar al año (4).
La harina enriquecida comporta una clara diferencia en la incidencia de la anemia en los países en los que se practica.