El cerebro
El cerebro está integrado por miles de millones de células, entre las que destacan dos tipos: las neuronas y las células de glía. Las neuronas son células nerviosas especializadas responsables de nuestros procesos de pensamiento. El cerebro puede ser visto como una red de neuronas alimentadas, protegidas y respaldadas por las células de glía. Todas las funciones físicas y mentales dependen de la creación y conservación de las redes neuronales. Los hábitos y habilidades de una persona crean redes neuronales que, al ser activadas frecuentemente, pasan a formar parte de la estructura cerebral.
Los procesos de pensamiento son, en realidad, impulsos eléctricos. Un impulso en el extremo de una neurona activa la producción de neurotransmisores, que son liberados en el otro extremo a un espacio compartido con otras neuronas. Las neuronas no sólo se comunican con miles de otras neuronas, sino también con otros tejidos como los músculos, la piel y los órganos digestivos. Una parte de las necesidades metabólicas del cerebro procede de la energía necesaria para seguir transmitiendo impulsos eléctricos.
Las diferentes funciones del cerebro están localizadas en áreas específicas del mismo. La más grande (‘cerebrum’) controla el lenguaje, el habla, las emociones, el movimiento voluntario, y es el lugar en el que se almacenan y procesan los recuerdos y se llevan a cabo los cálculos. Asimismo, comprende los sonidos y las imágenes y genera la música y el arte. El ‘tronco encefálico’ conecta el cerebro con la médula espinal. Su función es regular funciones básicas del cuerpo como la respiración, la deglución, la presión arterial, el ritmo cardiaco, el pulso, la digestión y la postura. Por su parte, el ‘cerebelo’ se encarga del movimiento y la coordinación, almacenado además el recuerdo de los movimientos practicados. La formación de los recuerdos tiene lugar en el ‘hipocampo’. Esta parte del cerebro continúa produciendo células nerviosas también durante la edad adulta.