Corporate Website

Compartir

Etiquetas

  • TEMA DEL MES
  • 2015

El riesgo de deficiencia de micronutrientes en la vejez

Publicado

1 marzo 2015

fileLa vejez puede considerarse un factor de riesgo para el aporte deficiente de micronutrientes, pues las personas mayores son particularmente propensas a los trastornos nutricionales. Durante el proceso natural de envejecimiento disminuyen algunas de las funciones del organismo. El aporte insuficiente de micronutrientes puede acelerar el proceso natural de envejecimiento y propiciar la reducción de los procesos de regeneración celular y respuesta inmune, la pérdida de la agudeza visual y auditiva, así como la discapacidad intelectual. A ello se suma que las enfermedades crónicas relacionadas con la edad, tales como las enfermedades cardiovasculares, la osteoporosis, la diabetes y el cáncer, pueden aumentar el requerimiento de micronutrientes. Por ello, precisamente en las personas mayores, debería prestarse atención a un aporte adecuado de vitaminas, micronutrientes, oligoelementos y ácidos grasos esenciales. Sin embargo, incluso en los países muy industrializados, las personas mayores están muy lejos de satisfacer la ingesta diaria recomendada.

Son varios los riesgos y las causas de un aporte insuficiente de micronutrientes. Los factores fundamentales son los cambios que se presentan en los hábitos alimentarios al aumentar la edad (inapetencia, disminución de la cantidad y cambio en la composición de la alimentación), los problemas de masticación y deglución, la reducida movilidad que dificulta la compra y preparación de los alimentos, el consumo de determinados medicamentos, pero también los gastos que representan los alimentos con alto contenido de micronutrientes cuando se tienen menores ingresos en la vejez, así como el alojamiento en hogares y centros de asistencia geriátricos. Cada vez es mayor la certeza de que mejorar el aporte de micronutrientes en las personas mayores, bien a través de dietas especiales o mediante suplementos alimenticios, puede contribuir a prevenir y contrarrestar las enfermedades características de la vejez, si bien la investigación en este sentido hasta ahora no ha podido responder a todas las preguntas de forma concluyente. Los primeros estudios dirigidos a remediar el aporte deficitario de micronutrientes mediante intervención selectiva con micronutrientes son muy prometedores.

Antioxidantes

Entre las enfermedades que se presentan con mayor frecuencia en la vejez se encuentran aquellas que principalmente tienen como base daños oxidativos causados por radicales libres. En altas concentraciones, estos últimos conducen a estrés oxidativo, al daño de los componentes celulares ( membranas, proteínas y ADN) y pueden contribuir al surgimiento de enfermedades crónicas – tales como enfermedades cardiovascularesaterosclerosis, cáncer, trastornos metabólicos (p. ej. diabetes) –, infecciones y enfermedades neurodegenerativas (p. ej. demencia). Se asume que en la vejez hay una disfunción del sistema de defensa antioxidante del organismo y que los micronutrientes con capacidad antioxidante obtenidos a través de la dieta cobran mayor importancia en la protección frente al estrés oxidativo y con ello en la preservación de la salud. El organismo dispone de una red de mecanismos de protección frente a la oxidación en la cual están involucrados los micronutrientes.

Particular importancia reviste la vitamina E, cuya alta eficacia es complementada por el efecto regenerador de la vitamina C así como por los oligoelementos selenio y zinc. El sistema de defensa antioxidante se ve afectado aun cuando solo uno de estos micronutrientes se encuentra en cantidades insuficientes en las células y los tejidos. La acción sinérgica de las diferentes sustancias antioxidantes puede ser de fundamental importancia para el mantenimiento de la función cerebral, particularmente en la prevención de la demencia (p. ej. del tipo Alzheimer). El muy bajo consumo de antioxidantes podría contribuir, entre otros factores, al deterioro de la capacidad cognitiva (concentración, retención) así como al desarrollo de síntomas depresivos en la vejez (1). Un metaanáliss de varios estudios epidemiológicos reveló que un buen aporte de vitamina E, vitamina C y betacaroteno podría ayudar a reducir el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer (2). En ello, la vitamina E parece ser particularmente eficiente: los datos epidemiológicos indican que un mayor consumo de vitamina E proveniente de los alimentos podría estar relacionado con un menor riesgo de enfermedad de Alzheimer (3). Algunos análisis epidemiológicos han constatado que las determinaciones de las capacidades cognitivas están directamente relacionadas con el nivel sanguíneo de vitamina E y licopeno (4) y que un mayor consumo de vitamina E, bien a través de los alimentos o bien a partir de suplementos nutricionales, está asociado con un menor deterioro de las capacidades cognitivas (5). En un metaanáliss se mostró que la toma de suplementos multivitamínicos podría estar relacionada con un mejor rendimiento de la memoria (6). Diversos estudios han revelado que, tras la administración de compuestos antioxidantes y multivitamínicos, se produce una mejora de los síntomas depresivos (1), del estado de ánimo general y de la resistencia al estrés (7), de las capacidades cognitivas (8) y de la calidad de vida en general (9), precisamente en personas mayores que viven en residencias de ancianos.

Un impresionante ejemplo de interacción entre los diferentes nutrientes con capacidad antioxidante lo representa el sistema de protección de la mácula lútea, la “mancha amarilla” localizada en la retina, cuyos pigmentos xantofílicos dan a la retina, el centro de la visión aguda, una protección solar natural, preservándola de los daños causados por los rayos UV. La mácula se degenera en el transcurso de la vida. La degeneración macular asociada a la edad (DMAE) se desarrolla lentamente y, poco a poco, conduce a la pérdida de la visión aguda y puede conducir también a la ceguera (10). La protección antioxidante sobre todo mediante el mayor consumo de los carotenoides luteína y zeaxantina parece mantener la mácula intacta o contrarrestar su deterioro.

Es posible que la movilidad de las personas mayores también se pueda ver influida por el aporte de carotenoides. En general, en las personas mayores, los bajos niveles sanguíneos aparentemente inciden negativamente en la seguridad o capacidad para caminar (11–13). Por su parte, el bajo aporte de selenio podría afectar la coordinación muscular (14). Una alimentación rica en vitamina C podría mantener la capacidad auditiva en personas mayores (15). El riesgo de desarrollar diabetes mellitus tipo 2 en la tercera edad podría reducirse mediante el aporte suplementario de vitamina C y calcio (16). Los niveles sanguíneos de carotenoides – particularmente betacarotenolicopenoluteína y zeaxantina (17) –, selenio, vitamina C, zinc y otros antioxidantes podrían ser predictores independientes de mortalidad en personas mayores (18). Algunos estudios de cohortes mostraron que el suministro selectivo de vitaminas y minerales puede mejorar el aporte de micronutrientes en personas mayores que viven de forma independiente (19). Un ensayo clínico doble ciego, controlado con placebo, reveló que la administración de suplementos multivitamínicos y minerales a personas mayores podría reducir la tasa de infecciones y mejorar la calidad general de vida (20).

Vitamina A, vitamina D y oligoelementos

La función de los micronutrientes en la regulación del sistema inmune proporciona indicios sobre un posible potencial preventivo en la respuesta a procesos inflamatorios e infecciones. En ello tienen una importancia fundamental, además de los antioxidantes, también las vitaminas A y D, de cuyo aporte en cantidades suficientes a menudo carecen las personas mayores (21). La vitamina D parece estar involucrada en numerosas funciones biológicas: en interacción con el calcio, su función es decisiva para el mantenimiento de huesos fuertes y músculos funcionales, y desempeña adicionalmente otras funciones, por ejemplo en la regulación de los procesos inflamatorios (22). Un aporte insuficiente de ésta aumenta el riesgo de inseguridad al caminar, así como de caídas y fracturas, y el riesgo de desarrollar osteoporosis (23). De modo que la salud de las personas mayores con un inadecuado estado nutricional en cuanto al calcio y la vitamina D podría verse beneficiada por el consumo de suplementos nutricionales (24). También la debilidad muscular puede ser favorecida por el insuficiente consumo de magnesio (25).

Los trastornos tiroideos en la tercera edad pueden reducirse mediante la administración de compuestos a base de yodo y selenio (26). Es habitual que los adultos mayores desarrollen anemia asociada a una deficiencia de hierro o de selenio (27), lo cual puede afectar a la movilidad y la calidad de vida y aumentar el riesgo de depresión, demencia y mortalidad (28). A fin de evitar el desarrollo de una anemia por deficiencia de hierro, se recomienda un consumo de 8 mg de hierro al día en adultos mayores (29).

Vitaminas B

Muchas personas mayores presentan también un consumo inadecuado de vitaminas del complejo B, particularmente ácido fólico y vitamina B12. Son precisamente estas vitaminas las que impiden el aumento en grandes cantidades del aminoácido homocisteína producidas en el organismo. Los altos niveles de homocisteína y los bajos niveles en sangre de ácido fólico se han asociado con un alto riesgo de enfermedades cardiovasculares, en especial accidente cerebrovascular, con el deterioro de la función cerebral (30) y con el desarrollo de estados depresivos (31). Los bajos niveles plasmáticos de vitamina B12 y ácido fólico, acompañados de altos niveles de homocisteína, podrían ser indicadores independientes de mortalidad en personas mayores (32).

La deficiencia de vitamina B12 podría contribuir al desarrollo de lesiones de los nervios periféricos y con ello al entumecimiento de las extremidades, dolores, al desarrollo del síndrome de piernas inquietas, dificultades para caminar, alteraciones del equilibrio y deterioro de la calidad de vida (33). Las personas mayores con frecuencia desarrollan un tipo de anemia potencialmente maligna (perniciosa), causada por la deficiencia de vitamina B12. Los resultados de algunos ensayos clínicos aleatorizados revelaron que el consumo adecuado de ácido fólico, vitamina B6 y vitamina B12 podría contrarrestar el deterioro de las capacidades intelectuales en la vejez que conducen a la enfermedad de Alzheimer (34, 35). En un estudio clínico, el grupo de participantes, todos con plenas capacidades intelectuales, de edades comprendidas entre los 50 y los 75 años, se dividió entre quienes recibieron un aporte suplementario de 800 microgramos de ácido fólico al día y quienes recibieron placebo (36). Los participantes que recibieron ácido fólico superaron las pruebas de memoria con mejores resultados que los participantes del grupo del placebo y con iguales resultados que los participantes cinco años más jóvenes. En cuanto a la prueba de procesamiento de información, los participantes que recibieron el aporte selectivo de ácido fólico obtuvieron resultados similares a los obtenidos por los participantes dos años más jóvenes.

Ácidos grasos omega-3

Dadas sus propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, el ácido docosahexaenóico (DHA) y el ácido eicosapentaenóico (EPA), dos ácidos grasos poliinsaturados esenciales, poseen un amplio espectro de acción que podría contribuir a mantener el buen estado de salud en las personas mayores. En la aterosclerosis, el DHA y el EPA parecen reducir la reacción inflamatoria causada por los depósitos (placas) en la pared vascular arterial. Adicionalmente, estos ácidos grasos del tipo omega-3 contribuyen a la estabilidad de la placa, evitando su ruptura, la cual puede ocasionar el bloqueo del vaso sanguíneo por un trombo (37). Varios ensayos clínicos aleatorizados han demostrado que estos ácidos grasos podrían atenuar los síntomas de la artritis reumatoide, una enfermedad inflamatoria crónica que afecta a las articulaciones (38, 39).

El DHA y el EPA también parecen ser importantes para el mantenimiento de la función cerebral y las capacidades intelectuales (40, 41). Ya que el contenido de DHA en el cerebro disminuye con la edad, el consumo selectivo de este ácido graso podría prevenir el deterioro de la capacidad intelectual que conduce a la enfermedad de Alzheimer (42). El adecuado consumo de DPA y EPA también parece contribuir sustancialmente a prevenir la degeneración macular asociada a la edad y con ello a prevenir la pérdida de la visión (43).

REFERENCIAS

  1. Rafnsson S. B. et al. Antioxidant nutrients and age-related cognitive decline: a systematic review of population-based cohort studies. Eur J Nutr. 2013; 52(6):1553–1567.
  2. Li F. J. et al. Dietary intakes of vitamin E, vitamin C, and beta-carotene and risk of Alzheimer’s disease: a meta-analysis. J Alzheimers Dis. 2012; 31:253–258.
  3. Morris M. C. et al. Dietary intake of antioxidant nutrients and the risk of incident Alzheimer disease in a biracial community study. JAMA. 2002; 287:3230–3237.
  4. Polidori M. C. et al. High fruit and vegetable intake is positively correlated with antioxidant status and cognitive performance in healthy subjects. J Alzheimers Dis. 2009; 17:921–927.
  5. Morris M. C. et al. Vitamin E and cognitive decline in older persons. Arch Neurol. 2002; 59:1125–1132.
  6. Grima N. A. et al. The effects of multivitamins on cognitive performance: a systematic review and meta-analysis. J Alzheimers Dis. 2012; 29(3):561–569. 
  7. Harris E. et al. The effect of multivitamin supplementation on mood and stress in healthy older men. Hum Psychopharmacol. 2011; 26(8):560–567.
  8. Harris E. et al. Effects of a multivitamin, mineral and herbal supplement on cognition and blood biomarkers in older men: a randomised, placebo-controlled trial. Hum Psychopharmacol. 2012; 27(4):370–377. 
  9. Gariballa S. and Forster S. Dietary supplementation and quality of life of older patients: a randomized, double-blind, placebo-controlled trial. J Am Geriatr Soc. 2007; 55(12):2030–2034.
  10. Delcourt C. et al. Plasma lutein and zeaxanthin and other carotenoids as modifiable risk factors for age-related maculopathy and cataract: the POLA Study. Invest Ophthalmol Vis Sci. 2006; 47(6):2329–2335.
  11. Alipanah N. et al. Low serum carotenoids are associated with a decline in walking speed in older women. J Nutr Health Aging. 2009; 13(3):170–175.
  12. Semba R. D. et al. Low serum carotenoids and development of severe walking disability among older women living in the community: the women's health and aging study I. Age Ageing. 2007; 36(1):62–67.
  13. Lauretani F. et al. Carotenoids as protection against disability in older persons. Rejuvenation Res. 2008; 11(3):557–563. 
  14. Shahar A. et al. Plasma selenium is positively related to performance in neurological tasks assessing coordination and motor speed. Mov Disord. 2010; 25(12):1909–1915.
  15. Kang J. W. et al. Dietary vitamin intake correlates with hearing thresholds in the older population: the Korean National Health and Nutrition Examination Survey. Am J Clin Nutr. 2014; 99(6):1407–1413. 
  16. Song Y. et al. Multivitamins, Individual Vitamin and Mineral Supplements, and Risk of Diabetes Among Older U.S. Adults. Diabetes Care. 2011; 34(1):108–114. 
  17. Lauretani F. et al. Low total plasma carotenoids are independent predictors of mortality among older persons: the InCHIANTI study. Eur J Nutr. 2008; 47(6):335–340. 
  18. Bates C. J. et al. Redox-modulatory vitamins and minerals that prospectively predict mortality in older British people: the National Diet and Nutrition Survey of people aged 65 years and over. Br J Nutr. 2011; 105(1):123–132. 
  19. Weeden A. et al. Vitamin and mineral supplements have a nutritionally significant impact on micronutrient intakes of older adults attending senior centers. J Nutr Elder. 2010; 29(2):241–254. 
  20. Barringer T.A. et al. Effect of a multivitamin and mineral supplement on infection and quality of life. A randomized, double-blind, placebo-controlled trial. Ann Intern Med. 2003; 38(5):365–371.
  21. Smit E. et al. Lower nutritional status and higher food insufficiency in frail older US adults. Br J Nutr. 2013; 110(1):172–178.
  22. Autier P. et al. Vitamin D status and ill health: a systematic review. Lancet Diabetes Endocrinol. 2014; 2(1):76–89. 
  23. Wong Y. Y. et al. Low vitamin D status is an independent predictor of increased frailty and all-cause mortality in older men: the Health in Men Study. J Clin Endocrinol Metab. 2013; 98(9):3821–3828.
  24. Buhr G. and Bales C. W. Nutritional supplements for older adults: review and recommendations-part I. J Nutr Elder. 2009; 28(1):5–29.
  25. Dominguez L. J. et al. Magnesium and muscle performance in older persons: the InCHIANTI study. Am J Clin Nutr. 2006; 84(2):419–426.
  26. Thomson C. D. et al. Selenium and iodine supplementation: effect on thyroid function of older New Zealanders. Am J Clin Nutr. 2009; 90(4):1038–1046.
  27. Semba R. D. et al. Low serum selenium is associated with anemia among older adults in the United States. Eur J Clin Nutr. 2009; 63(1):93–99. 
  28. Bross M. et al. Anemia in Older Persons. American Family Physician. 2010; 82:480–487.
  29. Marian M. and Sacks G. Micronutrients and older adults. Nutr Clin Pract. 2009; 24(2):179–195.
  30. Feng L. et al. Homocysteine, folate, and vitamin B-12 and cognitive performance in older Chinese adults: findings from the Singapore Longitudinal Ageing Study. Am J Clin Nutr. 2006; 84(6):1506–1512.
  31. Ford A. H. et al. Homocysteine, depression and cognitive function in older adults. J Affect Disord. 2013; 151(2):646–651.
  32. Bates C. J. et al. A study of relationships between bone-related vitamins and minerals, related risk markers, and subsequent mortality in older British people: the National Diet and Nutrition Survey of People Aged 65 Years and Over. Osteoporos Int. 2012; 23(2):457–466.
  33. Mold J. W. et al. The prevalence, predictors, and consequences of peripheral sensory neuropathy in older patients. J Am Board Fam Pract. 2004; 17(5):309–318.
  34. Corrada M. M. et al. Reduced risk of Alzheimer's disease with high folate intake: the Baltimore Longitudinal Study of Aging. Alzheimers Dement. 2005; 1:11–18.
  35. Aisen P. S. et al. High-dose B vitamin supplementation and cognitive decline in Alzheimer disease: a randomized controlled trial. JAMA. 2008; 300:1774–1783.
  36. Durga J. et al. Effects of folic acid supplementation on hearing in older adults: a randomized, controlled trial. Ann Intern Med. 2007; 146:1–9.
  37. Calder P. C. The role of marine omega-3 (n-3) fatty acids in inflammatory processes, atherosclerosis and plaque stability. Mol Nutr Food Res. 2012; 56(7):1073–1080.
  38. Calder P. C. Omega-3 polyunsaturated fatty acids and inflammatory processes: nutrition or pharmacology? Br J Clin Pharmacol. 2013; 75(3):645–662. 
  39. Calder P. C. Marine omega-3 fatty acids and inflammatory processes: Effects, mechanisms and clinical relevance. Biochim Biophys Acta. 2014; pii: S1388-1981(14)00165–166.
  40. German L. et al. Depressive symptoms are associated with food insufficiency and nutritional deficiencies in poor community-dwelling elderly people. J Nutr Health Aging. 2011; 15(1):3–8.
  41. Bazan N. G. et al. Docosahexaenoic acid signalolipidomics in nutrition: significance in aging, neuroinflammation, macular degeneration, Alzheimer's, and other neurodegenerative diseases. Annual Review of Nutrition. 2011; 31:321–351.
  42. Kidd P. M. Alzheimer's disease, amnestic mild cognitive impairment, and age-associated memory impairment: current understanding and progress toward integrative prevention. Altern Med Rev. 2008; 13:85–115.
  43. Dawczynski J. et al. Long term effects of lutein, zeaxanthin and omega-3-LCPUFAs supplementation on optical density of macular pigment in AMD patients: the LUTEGA study. Graefes Arch Clin Exp Ophthalmol. 2013; 251(12):2711–2723.

This site uses cookies to store information on your computer.

Más información