Durante el proceso de envejecimiento se producen muchos cambios diferentes en el cuerpo que afectan a sus funciones fisiológicas. Algunos de los cambios físicos relacionados con la edad, como las arrugas, el pelo canoso y el aumento de peso, son evidentes. Otros, por el contrario, como la pérdida gradual de tejido óseo y la menor elasticidad de los vasos sanguíneos, suelen pasar desapercibidos incluso durante décadas. Estos procesos pueden variar mucho de una persona a otra y dependen de una combinación de factores tanto genéticos como ambientales.
Si bien el paso del tiempo no se puede detener, ciertos hábitos de vida pueden mejorar las posibilidades de envejecer de una forma sana: Por ejemplo, no fumar, practicar ejercicio regularmente, mantener un peso saludable, consumir cantidades moderadas de alcohol y seguir una dieta equilibrada y rica en micronutrientes que incluya gran cantidad de frutas y verduras. Las personas mayores tienen un mayor riesgo de padecer deficiencias de micronutrientes, por lo que debería asegurarse una ingesta adecuada (1, 2).
El proceso de envejecimiento
A la edad de treinta años, la mayor parte de las funciones biológicas relacionadas con la edad han alcanzado su punto óptimo y comienzan a decaer paulatinamente. Los cambios asociados a la edad pueden afectar al funcionamiento de las células individuales y a los sistemas de órganos. La velocidad a la que las células se multiplican tiende a disminuir con la edad y, con ella, también el número de células especializadas que son importantes para ciertas funciones del cuerpo, como el sistema inmunitario. Por lo tanto, la edad provoca cambios en las respuestas corporales a amenazas o exposiciones medioambientales como la luz ultravioleta, el calor, la falta de oxígeno y una mala alimentación. Además, la edad afecta a la ‘apoptosis’ o muerte celular programada, proceso mediante el cual las células se autodestruyen o mueren transcurrido un determinado tiempo. Los cambios en este programa celular pueden dan lugar al desarrollo de varias enfermedades que son comunes en las personas de edad avanzada. Así, por ejemplo, el cáncer se produce por la interrupción de la apoptosis, que lleva a las células cancerosas a multiplicarse indefinidamente y a invadir u ocupar el tejido circundante en lugar de morir como estaba programado inicialmente. En el caso de la enfermedad de Alzheimer, por el contrario, las células del cerebro mueren demasiado pronto ocasionando una pérdida progresiva de la memoria y de otras funciones cerebrales. Por consiguiente, hay varios problemas de salud relacionados con la edad, como la enfermedad cardiovascular, la osteoporosis, la demencia y las deficiencias nutricionales, que requieren una atención especial.
Para envejecer de una forma saludable es necesario no sólo fortalecer funciones fisiológicas importantes, sino también reducir el riesgo de enfermedades relacionadas con la edad. Actualmente se ha comprobado que algunos trastornos de salud que antes se atribuían al proceso normal de envejecimiento, se deben en realidad a procesos de enfermedad que pueden estar influidos por hábitos de vida como el tabaquismo, el ejercicio físico y la alimentación. Los cambios en las costumbres alimenticias y la ingesta de cantidades menores de alimentos pueden aumentar el riesgo de deficiencias nutricionales.